1. Cualquiera que entre en contacto con jóvenes habrá escuchado a menudo objeciones como éstas:
“¿ Por qué la Misa es una repetición mecánica de fórmulas? ¿Por qué tenemos que decir siempre las mismas cosas? ¿Por qué caer en un ritualismo que conduce a una especie de desecamiento, en lugar de sentir interiormente lo que hay que hacer? En resumen, exige espontaneidad y adherencia interna, más que conformarse con algo.
2. Obviamente éstas son objeciones inapropiadas.
La respuesta correcta es que el rito es legítimamente repetitivo (debe serlo) porque la Misa es la recreación de un Acontecimiento: el Sacrificio del Calvario. Así como es igualmente cierto que debe haber una actuosa participatio ( participación activa ) que también incluye, pero no se limita a, responder vocalmente. Lo importante es encontrar un equilibrio entre la dimensión formal y la interior, entre la participación vocal y la interior y contemplativa.
3. Pues bien, en esto es más verdadera la Misa del Antiguo Rito Romano.
De hecho, exige responder con gran parsimonia y delicadeza, pero sobre todo invita a los fieles a contemplar y orar íntimamente. En el Nuevo Rito, en cambio, hay una perspectiva casi “ansiedad”: hay que responder necesariamente. Los espacios de silencio se reducen al mínimo, cuando no desaparecen por completo. Y si no respondes, casi sientes que no estás participando adecuadamente.
4. En resumen, contrariamente a lo que se dice, es el Nuevo Rito el que empuja hacia el formalismo, no el Rito Tradicional.
Y es también por esto que la Misa Tradicional es más “juvenil”. En efecto, es eternamente joven: I ntroibo ad altare Dei. Ad Deum qui laetificat juventutem meam, o: Me acercaré al altar de Dios. A Dios que da alegría a mi juventud.

CORRADO GNERRE.
ITRESENTIERI.