Otra orden tradicional expulsada de una diócesis. ¿La causa? Despierta vocaciones…

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La persecución contra quienes celebran la Santa Misa según el rito antiguo no cesa.

Y, en concreto, hacia las familias religiosas que nacieron de las cenizas de los Franciscanos de la Inmaculada, debilitadas y golpeadas por una administración ideológica y violenta que duró diez años.

Una de estas realidades es la Familia de María Inmaculada y San Francisco, conocidos como Franciscanos Marianos, fundada por el Padre Serafino María Lanzetta en Inglaterra y reconocida en la diócesis de Portsmouth, al sur del Reino Unido, gobernada por el buen obispo Monseñor Philip Egan.

Una familia rica en vocaciones, dedicada a la Inmaculada según el carisma mariano-franciscano de San Maximiliano Kolbe.

Hace unos años fueron llamados a abrir un segundo convento en Escocia por el obispo de la diócesis de Dunkeld, Monseñor Stephen Robson. Este último se vio obligado a retirarse por razones de salud y su sucesor, Andrew McKenzie, sólo diez meses después de asumir el cargo, ordenó a los franciscanos marianos que abandonaran el convento.

¡Ave María! “Queridos amigos, ésta no es una buena noticia para compartir”, se escribió ayer, 24 de febrero, en la página de Facebook del convento.

“Nos han dicho que abandonemos la diócesis de Dunkeld. Muy pronto cincuenta personas (contando frailes y hermanas residentes) se quedarán sin hogar. Encontrar viviendas alternativas para ambas comunidades no es fácil. Por favor oren por nosotros y ayúdennos.”

¿Qué hicieron tan grave los hijos de San Maximiliano Kolbe y de la Inmaculada? Nada.

Son culpables de tener demasiadas vocaciones, cincuenta entre frailes y monjas, en una diócesis que cuenta con apenas cincuenta y cuatro sacerdotes divididos en 44 parroquias.

Su otro gran defecto es la opción preferencial por la celebración de la Santa Misa en el antiguo rito romano. Un pecado gravísimo por parte de Monseñor McKenzie, que prefiere privarse de cincuenta sacerdotes, frailes y monjas, sólo para ahuyentar a los franciscanos tradicionalistas, ricos en vocaciones.

Al mismo tiempo, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante un congreso organizado en Nápoles por la asociación Una Voce, afirmó:

El objetivo de la unidad de la Iglesia no es alcanzar la uniformidad. No somos un cuartel donde se exige obediencia militar. En la Iglesia, la obediencia debe entenderse en su dimensión espiritual: como obediencia a Cristo. Y los obispos, los sacerdotes deben ocuparse de atraer las almas, de enseñar y administrar los sacramentos, no de suprimirlos”.

Y añade, en una entrevista a la edición digital del periódico napolitano Il Roma :

Es necesaria una mayor generosidad en la celebración de la Misa en latín por parte de los obispos. No se trata de suprimir los sacramentos, sino de abrirlos al pueblo. No es posible ninguna novedad sin Tradición. Recibir los sacramentos y celebrarlos es más importante que unificar los ritos de la Iglesia, que son más de veinte.

La unificación de ritos no favorece la vida religiosa y suprimir una actividad religiosa no está en el espíritu católico”.

El obispo de Dunkeld, además, con esta actitud simplemente sigue las indicaciones del Papa, quien nunca ha ocultado su aversión radical a la Misa en el rito antiguo.

Aunque estas celebraciones atraen a decenas de miles de jóvenes, y las iglesias están repletas de jóvenes y de familias con muchos niños, aunque el mundo de la Tradición muestra una vitalidad sorprendente que no se encuentra en otras partes de la Iglesia, el pontífice argentino escribía hace pocas semanas en su autobiografía:

“Es curioso constatar esta fascinación por lo que no se comprende, por lo que aparece un poco escondido, y que a veces parece interesar también a las generaciones más jóvenes”.

Y además:

“Esta rigidez suele ir acompañada de una sastrería elegante y costosa, de encajes y volantes, de pasamanería y bolillos. No se trata de gusto por la tradición, sino de ostentación clerical, que no es más que una versión eclesiástica del individualismo. “No se trata de un retorno a lo sagrado, sino a lo contrario, a la mundanidad sectaria”. De hecho, las personas que van a la misa en latín “esconden a veces un desequilibrio mental, una desviación emocional, una dificultad de comportamiento, un problema personal que puede ser explotado” y “son atrasados”, escribió el Papa.

Mientras iglesias, conventos y seminarios cierran por falta de fieles y de vocaciones, en el mundo de la Tradición sucede lo contrario: cada año nacen nuevas iglesias (a menudo compradas por diócesis u órdenes religiosas, en los países nórdicos y en EU también por diversas iglesias protestantes), se abren escuelas, conventos, noviciados y seminarios.

Las mayores peregrinaciones europeas son hoy las organizadas por grupos tradicionalistas (París-Chartres, Covadonga en España, Walsingham en Inglaterra, también se creó una en Suecia) y cuentan con decenas de miles de participantes.

A pesar de la persecución bergogliana y de la Curia romana, en una Iglesia frágil, afectada por dudas y por un pensamiento débil, la única realidad verdaderamente viva y sólida es la de la Tradición. Le guste o no a Francisco y a Monseñor McKenzie.

Por FRANCESO BALDUCCI.

DUCINALTUM/MIL.

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