Ese vino nuevo es el mismo Jesús

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el II Domingo del Tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García

Hace ocho días dimos inicio al tiempo ordinario, pero como fue la fiesta del “Bautismo del Señor” se usó el color blanco, en este II domingo del tiempo ordinario empezamos a usar el ornamento color verde. Tendremos el primer período del tiempo ordinario que culminará el miércoles de ceniza.

Hoy escuchamos en el Evangelio de San Juan, el primer “signo” que hace Jesús en su vida pública; comienza la vida nueva de Jesús, en la que, tomando cada día más distancia de la familia, se dedica a anunciar el Reino de Dios. Este primer signo está centrado en una fiesta de bodas en Caná de Galilea. No sabemos nada de los novios, ni de los nombres, ni el problema que tenían al ver que el vino se terminaba, ni qué parentesco tenían con María y Jesús. Sabemos que ellos fueron invitados y Jesús se hace acompañar de aquellos primeros discípulos que lo siguen. María al parecer está cercana a aquellas personas que ofrecen la comida y la bebida a los invitados, por eso, se da cuenta de la carencia del vino. Llama la atención que la primera intervención pública de Jesús, que hemos de considerar también programática, no tiene aparentemente nada de religioso, no acontece en el templo o en una sinagoga, Jesús inaugura su actividad profética asistiendo a una boda con una actitud que define su radiante cordialidad social. Es así mismo muy importante notar que la primera acción del ministerio de Jesús, es su contribución a una existencia gozosa y feliz compartida con los demás. La alegría de los novios que unirán sus vidas para siempre, parecía opacarse por la falta de vino, pero María y Jesús están en medio de ellos y no permiten que la alegría se termine.

El Evangelio nos narra la carencia que había y la preocupación de María para que aquellos esposos no iniciaran su matrimonio con una experiencia negativa. María intercede ante la preocupación del nuevo matrimonio, acude a prestar auxilio ante aquella angustia; Ella sabe quién es Jesús y qué obra tiene encomendada, no le dice lo que tiene que hacer, se limita a mencionar la necesidad: No tienen vino. Jesús le contesta: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Esta respuesta nos indica que Jesús sabe que está cumpliendo una obra encomendada por Dios, pero expresa que aún no ha llegado “su hora”. María lo comprende muy bien y da un empujoncito a esa hora. María sabe que es extraño que un invitado dé órdenes a los sirvientes y lo que les ordenaría Jesús les parecería

absurdo, de allí que les dice: “Hagan lo que Él les diga”. María no es una invitada de adorno, no se queda en el disfrutar de una fiesta de bodas, podemos decir que tiene una actitud activa, se preocupa y se ocupa por la situación, además, es intermediaria entre Jesús y la servidumbre, ayuda para que las cosas se realicen de la mejor manera. Después desaparece de la escena. Jesús pide que llenen aquellas tinajas que servían para las purificaciones que realizaban los judíos. Aquella agua se había agotado y se llenarían con el mejor vino. El milagro se realiza gracias a todos los que intervinieron; al agotarse el vino, se presenta la preocupación, María interviene, los sirvientes obedecen la orden de María y la de Jesús, llenan las tinajas hasta el borde, indicando la abundancia, y se da el milagro: El paso del agua en vino; el paso de lo antiguo a lo nuevo.

Con el vino nuevo, que según el Evangelista, es el mismo Jesús, viene la alegría; la fiesta de la vida y del amor va adelante. El milagro es un signo que nos muestra a Jesús que es el vino nuevo que cambia la vida, la llena de alegría y colma las necesidades que habían quitado la paz del corazón. Jesús es la razón para que la fiesta siga y la alegría desborde la vida.

Recordemos que el milagro necesita de la colaboración humana: Los sirvientes tienen que llenar aquellas tinajas hasta el borde; el agua la tenían que sacar de un pozo con polea o carrucha; se nos dice que “seis tinajas de unos cien litros cada una”, sacar seiscientos litros y llevarlos a donde estaban las tinajas, no es tarea sencilla, se requiere de una gran labor; se requiere el creer para atreverse a llevarle aquella agua al mayordomo, ya que los criados saben de dónde la sacaron y se da el milagro.

Hermanos, los milagros se siguen dando, pero se necesita nuestra cooperación. Si queremos que Jesús nos realice un milagro, pensemos: ¿Qué nos toca hacer? ¿cuál es la materia prima que estoy ofreciendo para que Jesús actúe? No podemos dejarle a Jesús que haga todo, necesitamos comprometernos, involucrarnos, por eso, hagamos aquello que María aconseja: “Hagan lo que Jesús les diga”.

Hermanos, no podemos olvidar que estamos en el “Año Santo”, un año donde Dios nos concede la gracia en abundancia; donde podemos ganar las indulgencias; donde nuestro caminar debe ser firme en el mejoramiento de nuestra vida. Participemos de esa alegría por la presencia cercana y la misericordia de Dios con nosotros.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan
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