El año pasado fueron elecciones en Venezuela. Se dice que hubo un gran fraude, que la población había votado por la oposición al régimen chavista, tras 25 años de dictadura. Pero en ese país, las instituciones están tomadas por quienes gobiernan desde hace décadas, así que el Consejo Nacional Electoral proclamó ganador a Nicolás Maduro sin publicar los resultados desglosados. El 10 de enero, este señor y todo su equipo de opresores, juramentaron y tomaron posesión del gobierno por tercera ocasión. Algunas personas piden a los “gobiernos occidentales” que intervengan y ayuden a la población. Otros piensan que la comunidad internacional no hará nada más que un comunicado de exigencias no vinculantes… Es triste, pero estamos empezando el año, con el aparente fortalecimiento de la injusticia, lo cual evidencia que el sistema internacional es ineficiente. La ONU se ocupa más del “discurso de odio” que de las masacres en Venezuela, Gaza, Siria, Irán y más.
Los efectos de la dictadura en Venezuela son terribles: migración masiva, pobreza extrema, violación constante de los derechos humanos, persecuciones políticas y torturas, vínculos del gobierno venezolano con grupos delincuenciales para controlar a la población, tráfico de drogas, explotación de los recursos naturales por parte de países “aliados” (se dice que el oro de Venezuela es extraído por China y Rusia, a cambio de apoyo “militar”)… La proliferación de la trata de personas es otro de los grandes males provocados ante tanta negligencia y corrupción. Muchas niñas y mujeres desesperadas son reclutadas a muy temprana edad, con la promesa de obtener un “trabajo bien remunerado”. Este es el caso de Stephanie y Susej, jóvenes mujeres que desde el 2019 fueron captadas, cuando ambas todavía eran menores de edad. Originarias de Maracay, Venezuela, ambas fueron traficadas en varios países: Colombia, Ecuador, Chile, Perú y México.
Esta triste historia terminó el 30 de julio del año pasado. Sus cuerpos fueron encontrados en Ciudad de México. No se sabe por qué las asesinaron, aunque se cree que trataron de escapar. Por sus redes sociales se conoce que ambas eran amigas muy cercanas, que se llamaban a sí mismas “hermanas por elección”. Gracias a unas fichas de depósito de dinero enviado a otros países de Latinoamérica (probablemente mandaban dinero a sus familiares) se les pudo identificar. Lo que me llamó la atención de este caso, fue que justo con motivo de las elecciones en su país de origen, una de ellas escribió en su Facebook: “Venezuela está en tus manos, señor, manifiesta tu voluntad, amén, amén”. A pesar de tener una vida tan complicada, Stephanie pensaba mucho en su país natal.
Hoy vemos que la dictadura continua y las víctimas humanas siguen incrementando día con día. Stephanie soñaba con un cambio en su país. No sé qué tan consciente era de que tal vez su vida hubiera sido diferente si en Venezuela no gobernara el narcochavismo. Ella formó parte del éxodo de más de 8 millones de venezolanos, que huyeron de su propio país. Algunos de manera “libre”, otros de manera “controlada” por grupos criminales.
En paz descansen estas dos jovencitas, que fueron vulneradas y maltratadas en primer lugar por el gobierno que debería haberlas protegido. Los daños sociales causados por las dictaduras son incalculables. La pregunta es ¿qué podemos HACER los ciudadanos comunes para obligar a la comunidad internacional a ACTUAR?