El embajador de Trump en el Vaticano: un desafío para el Papa Francisco

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El recién elegido presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció el 20 de diciembre de 2024 el nombramiento de Brian Burch como nuevo embajador ante la Santa Sede. Fundador de CatholicVote y presidente de la escuela Montessori de Seton, Burch es conocido por sus críticas abiertas al pontificado del papa Francisco y por sus posiciones fuertemente conservadoras. La elección de Trump ha suscitado reacciones encontradas, tanto en Estados Unidos como en el seno de la comunidad católica internacional.

Brian Burch es un católico ferviente y partidario de la Tradición, pero también es el presidente de una escuela que adopta el método desarrollado por María Montessori, una reconocida educadora italiana afiliada a la Sociedad Teosófica. Sin querer criticar ni la fe de Burch ni la opción político-diplomática del recién elegido presidente estadounidense, debo admitir que este detalle plantea en mi corazón una pregunta profunda: ¿cómo puede un católico tan arraigado dirigir una institución inspirada en una pedagogía históricamente vinculada a una sociedad arraigada en ideologías distantes e incluso contrarias a la doctrina católica?

Uno de los aspectos más controvertidos relacionados con Brian Burch es su denuncia de supuestos abusos de poder del FBI contra los católicos tradicionalistas.

La Sociedad Teosófica es en efecto conocida por haber sido fundada por Madame Blavatsky, famosa médium y espiritualista del siglo pasado y una de las exponentes más importantes del luciferismo neo-gnóstico, haciendo de esta conexión un tema -en mi opinión- que vale la pena explorar, quizás con el interesado directo.

Mi intención no es criticar, ni mucho menos insinuar, sino simplemente observar.

Sin embargo, Brian Burch es una figura destacada en el panorama católico estadounidense. Ha apoyado firmemente cuestiones conservadoras como el fortalecimiento de las celebraciones litúrgicas latinas, las luchas pro vida, la crítica a las uniones homosexuales y la denuncia de algunas asociaciones católicas progresistas por su papel en la facilitación de la inmigración ilegal mediante la financiación pública.

Su visión de la fe se basa en los llamados «valores no negociables», un elemento que refleja claramente la estrategia política de Trump para consolidar el apoyo del bloque electoral cristiano conservador, y en particular el católico.

Este nombramiento parece una declaración explícita de desafío al pontificado de Francisco, un Papa que, como también destaca la plataforma de información vaticana “no oficial” italiana messainlatino, se ha convertido en una figura problemática para muchos –incluso para los no conservadores– e incluso, añado, de “dudosa validez”.

Pensemos, por ejemplo, en el descontento que se está extendiendo entre el clero y el episcopado africano, e incluso entre los cardenales africanos creados por el mismísimo Papa Bergoglio. Con esta elección, Trump parece querer reafirmar su oposición a un Vaticano que en los últimos años ha abrazado una agenda descaradamente neomodernista, en marcado contraste con las posiciones conservadoras del embajador designado.

Uno de los aspectos más polémicos relacionados con Brian Burch es su denuncia de supuestos abusos de poder por parte del FBI contra los católicos tradicionalistas.

En 2023, CatholicVote presentó una demanda contra la agencia y el Departamento de Justicia, acusándolos de espiar a comunidades vinculadas a la misa en latín .

Según Burch, el gobierno federal -bajo la administración Biden- etiquetó a algunos fieles como potenciales terroristas y «radicales», lo que generó dudas sobre el uso indebido de la Sección 702 de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera. Estas acusaciones han provocado un debate sobre la creciente hostilidad hacia los valores religiosos (católicos) y la libertad de culto.

Las tensiones entre Brian Burch y el Papa Francisco no se limitan a cuestiones pastorales.

El embajador designado ha criticado al Papa por su enfoque globalista y su manejo de temas como la inmigración, el cambio climático y la economía. Según Burch, muchas de las políticas impulsadas por el Papa crean división en lugar de unidad. En particular, ha denunciado la colusión entre el Vaticano y la inmigración ilegal, destacando el papel de las agencias afiliadas a la Iglesia Católica en la gestión de los flujos migratorios con el apoyo financiero del gobierno estadounidense.

Queda por ver cómo estas dinámicas influirán en el futuro de las relaciones entre Washington y Roma, pero una cosa es segura: el nombramiento de Brian Burch marca un punto de inflexión en las relaciones entre dos «hemisferios del mundo católico» con visiones radicalmente diferentes.

Con este nombramiento se vislumbra un escenario paradójico para las relaciones entre Estados Unidos y el Vaticano:

  • Por un lado, la administración Trump parece intransigente en valores no negociables, tal vez incluso más que el Papa.
  • Por otro lado, estas tensiones podrían conducir a un conflicto diplomático sin precedentes.

Esta situación podría redefinir el papel del Vaticano no solo en relación con Estados Unidos sino en un contexto global más amplio.

La modernidad ha asistido a un profundo cambio en la relación entre el poder civil y la Iglesia.

Si en la Edad Media y hasta la Edad Moderna era la Iglesia la que guiaba el poder temporal, ofreciendo una visión moral y trascendente a las opciones políticas, con el fin del poder temporal de la Iglesia (1870) y el asalto neomodernista del Concilio post-Vaticano II, esta dinámica se ha invertido. Hoy es el poder civil, dominado por ideologías seculares y mentalidades pasajeras, el que influye con demasiada frecuencia en ciertos pensamientos y en gran parte de la acción de la Iglesia. Nunca en su historia la Iglesia había sido tan permeable compo ajora a las «tradiciones humanas» y tan tímida a la hora de reafirmar la Verdad eterna frente a los errores del mundo.

La aplastante victoria de Trump frente a Kamala Harris, auténtico símbolo del progresismo anticristiano, podría marcar un punto de inflexión, o más bien la transición de una generación política a otra, no sólo en Estados Unidos.

Trump, amado por unos y odiado por otros, ha catalizado el apoyo de millones de estadounidenses, entre ellos el 56% de los católicos. Su atractivo encontró una resonancia particular entre los católicos, también porque se sintieron atraídos por su defensa de los valores tradicionales, la protección de la vida desde la concepción y su oposición a las políticas progresistas en cuestiones como el aborto y la identidad de género.

Aunque no se puede decir que Trump encarne a la perfección el ideal de un líder político orientado hacia un orden moral trascendente, su agenda representa, no obstante, un baluarte contra la propagación del «wokismo» y la desintegración social galopante. Los católicos estadounidenses, especialmente los más conservadores y tradicionalistas, ven en su liderazgo una oportunidad para consolidar un nuevo consenso político-espiritual.

Queda por ver cómo estas dinámicas influirán en el futuro de las relaciones entre Washington y Roma, pero una cosa es segura: el nombramiento de Brian Burch marca un punto de inflexión en las relaciones entre dos «hemisferios del mundo católico» con visiones radicalmente diferentes.

Por GAETANO MASCIULLO. 
REMNANT/MIL.

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