Nuestra Señora puede ayudar a la humanidad a abrir los ojos ante el mal de sacrificar niños a través del aborto

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* El Fiat de la Bienaventurada Virgen María muestra que Jesucristo quiso ser no nacido, y de este modo muestra que todos los no nacidos son verdaderas personas.

Me entrevistó una sobreviviente de un aborto provocado fallido que perdonó a su madre, por lo tanto, se volvió imperativo para mí compartir algunas reflexiones sobre la práctica prevaleciente del aborto provocado en la actualidad. 

Por más “avanzados” que sean los métodos anticonceptivos, una mujer puede quedarse embarazada. Y muchas veces la solución al problema –muchos lo llaman un “derecho”– es el aborto provocado. Es una práctica legal en muchos países; ya hay un país que fundó su patria sobre el aborto provocado al incluirlo en la constitución, e incluso hay apoyo gubernamental para llevarlo a cabo.

Para colmo de males, las personas que rezan en silencio frente a un centro de abortos a veces acaban en prisión. El aborto provocado es el surgimiento de una sociedad que, fomentando la cultura de la muerte y estando más dispuesta a matar que a amar, ha perdido el rumbo y avanza hacia su destrucción final. 

Dado que algunos hombres y mujeres que se declaran cristianos están a favor del aborto provocado, trataré de responder a la pregunta: ¿Es el aborto provocado un acto de amor al prójimo por parte de un cristiano o un acto de iniquidad y malicia? 

¿Es el feto un ser humano? 

El argumento más común en apoyo del aborto provocado es que el feto no es un ser humano. 

Sin embargo, si miramos el Catecismo de la Iglesia Católica #366, dice que “La Iglesia enseña que toda alma espiritual es creada inmediatamente por Dios —no es “producida” por los padres— y también que es inmortal”.

La Iglesia Católica se ha pronunciado sobre el tema, y ​​de manera muy clara, en la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el aborto provocado – Quaestio de abortu , del 18 de noviembre de 1974. A continuación se presentan algunos extractos de la declaración: 

“6. … En la Didaché se dice claramente: “No matarás mediante el aborto al fruto del vientre materno ni matarás al niño ya nacido”. Atenágoras subraya que los cristianos consideran asesinas a las mujeres que toman medicamentos para provocar un aborto; condena a los asesinos de niños, incluso de los que viven todavía en el vientre de su madre, “donde ya son objeto de los cuidados de la divina Providencia”. Tertuliano no utilizó tal vez siempre el mismo lenguaje; sin embargo, afirma claramente el principio esencial: “Impedir el nacimiento es un asesinato anticipado; poco importa que se destruya una vida ya nacida o se suprima en su estado naciente. El que será hombre ya lo es”.

“7. … el Concilio Vaticano II, presidido por Pablo VI, ha condenado con la mayor severidad el aborto: “La vida debe ser tutelada con sumo cuidado desde la concepción; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables”.

“12. … Desde el momento en que el óvulo es fecundado, comienza una vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la vida de un nuevo ser humano con su propio crecimiento. Nunca se haría humano si no fuera ya humano.”

En la instrucción Donum Vitæ de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el respeto de la vida humana en su origen y sobre la dignidad de la procreación, del 22 de febrero de 1987, en la sección I.1 se afirma:

“…las conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano proporcionan una indicación preciosa para discernir mediante el uso de la razón una presencia personal en el momento de esta primera aparición de una vida humana: ¿cómo podría un individuo humano no ser una persona humana?”

En la encíclica Evangelium Vitæ del Papa San Juan Pablo II sobre el valor y la inviolabilidad de la vida humana, del 25 de marzo de 1995, hay un apartado entero, “Tus ojos vieron mi embrión” (Sal 139[138],16): el crimen indecible del aborto , del 58 al 63, que, por su extensión, no se incluye aquí. 

En la instrucción Dignitas Personæ de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones bioéticas, del 8 de septiembre de 2008, en el apartado 5 se dice:

“En efecto, la realidad del ser humano durante todo el ciclo de su vida, tanto antes como después del nacimiento, no permite suponer ni un cambio de naturaleza ni una gradación de su valor moral, puesto que posee pleno estatuto antropológico y ético. El embrión humano tiene, pues, desde el principio, la dignidad propia de la persona.”

En una homilía del Papa Benedicto XVI del 27 de noviembre de 2010, dijo:

“Existen tendencias culturales que pretenden anestesiar las conciencias con argumentos espurios. Respecto al embrión en el seno materno, la misma ciencia pone de relieve su autonomía, su capacidad de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de una acumulación de material biológico, sino de un nuevo ser viviente, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Esto es lo que era Jesús en el seno de María; esto es lo que todos nosotros fuimos en el seno de nuestra madre. Podemos decir con Tertuliano, un antiguo escritor cristiano: “El que será hombre ya lo es” ( Apologeticum IX , 8), no hay razón para no considerarlo persona desde la concepción”.

El Catecismo de la Iglesia Católica habla del aborto provocado en los numerales 2270 al 2275, donde, entre otras cosas, dice, “la gravedad del delito cometido, el daño irreparable causado a la persona inocente que es asesinada, a sus padres y a la sociedad entera”. Es tan atroz matar a un niño no nacido como matar a un niño ya nacido, por lo que estamos ante la matanza criminal de niños inocentes no nacidos. Quienes cometen estos crímenes inadmisibles con sus hijos son Caínes modernos, a quienes Dios les preguntará en el Día del Juicio: ¿Dónde está tu descendencia? 

El sacrificio de niños en la Biblia 

La Iglesia Católica es muy clara en cuanto al aborto provocado. Veamos lo que dice la Biblia sobre los sacrificios de niños a los dioses paganos: “No entregarás a tu hijo para que pase delante de Moloc; no profanarás así el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor” (Levítico 18:21). El sacrificio de niños es un pecado que conlleva la muerte:

“Diles a los israelitas: Si alguno de los israelitas o de los extranjeros que moran en Israel entrega alguno de sus hijos a Moloc, ciertamente será  condenado a muerte; el pueblo de la tierra lo apedreará hasta la muerte. Yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y lo exterminaré de en medio de su pueblo, por cuanto entregó alguno de sus hijos a Moloc, contaminando así mi santuario y profanando mi santo nombre. Si el pueblo de la tierra cierra sus ojos ante ese hombre que entregó alguno de sus hijos a Moloc, y no lo matan, yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y contra su familia, y lo exterminaré de en medio de su pueblo, a él y a todos los que como él se prostituyen en pos de Moloc.” (Levítico 20:2-5)

Esta práctica continuó a pesar de las advertencias, pues se nombra a Moloc en 2 Reyes 23:10, Is 57:9, Jer 32:35 y Hech 7:43. Pero en el caso del niño no nacido, ya hemos visto que “impedir el nacimiento es un asesinato anticipado; poco importa que se suprima la vida ya nacida o que se la haga desaparecer al nacer. El que está en camino de convertirse en hombre ya es hombre”. 

La consecuencia de un aborto provocado, donde el vientre que forma a ese niño lo rechaza y lo envía a la muerte sin nombre y sin remordimiento alguno, derramando la sangre inocente de los niños no nacidos, es que se está haciendo una iniciación asesina, un sacrificio humano que rinde culto al diablo, ya que es un homicidio y un crimen abominable.

A los promotores y a quienes se lucran con los abortos provocados, aplíquenles estas palabras de Jesucristo: “Vosotros sois de vuestro padre, el diablo, y queréis hacer lo que quiere vuestro padre. Él ha sido homicida desde el principio, nunca estuvo cimentado en la verdad, no hay verdad en él” (Jn 8,44). Y con los millones de abortos provocados de los últimos tiempos, colaboramos con el diablo para apartar a la humanidad de Dios hacia el mal, lo que se refleja, entre otras cosas, en la multiplicación de guerras y divisiones en todo el planeta. 

Y una actitud pasiva que cierra los ojos ante la gravedad de estos crímenes es inadmisible y tan condenable ahora como lo fue en la antigüedad. 

Sacrificios humanos y Nuestra Señora de Guadalupe 

El pueblo azteca realizaba sacrificios humanos como parte de sus rituales para honrar a sus dioses. Sin embargo, a partir del siglo XVI, con las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe al indio Juan Diego en 1531, se produjo una conversión masiva de los indígenas al cristianismo, estimándose nueve millones de conversiones en nueve años, algo impensable por el esfuerzo humano, que nos recuerda la conversión de Nínive por las advertencias del profeta Jonás, algo humanamente imposible. 

El Fiat de la Virgen María, un grito por la vida de los no nacidos 

Contemplemos el Fiat de la Virgen María, que puede ayudar a la humanidad a abrir los ojos y dejar de ofrecer sacrificios humanos que rinden culto al demonio. La respuesta de María al Ángel: “¿Cómo será esto, si no tengo relaciones con ningún hombre?”, muestra claramente que decirle que iba a ser madre no estaba en los planes de María, pero sí permanecer virgen, aunque estuviera casada con San José (cf. Nm 30, 4-8; San Gregorio de Nisa y San Agustín son de esta posición). 

El Fiat de María, esa respuesta: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, resulta desconcertante desde la perspectiva de la sociedad actual: Ella no calculó que cuando San José se enterara, probablemente no entendería cómo pudo haber  quedado embarazada. ¿No habría sido menos arriesgado y comprometedor un egoísta “no, gracias” a la invitación de Dios y le habría permitido seguir viviendo sus proyectos de vida? 

Para dar este Fiat, la confianza y el abandono de María en Dios fue total y completo: confianza en que la Divina Providencia cuidará de nuestro futuro vital; ella sólo quiere nuestra voluntad, nuestro corazón. Es pensar: esto es humanamente imposible, pero que se haga la Voluntad de Dios y no la mía: Él es el Señor de la historia pasada, presente y futura, y «sabemos bien que Dios actúa con los que lo aman» (Rm 8,28). 

Podemos pensar que además de la alegría de hacer la Voluntad de Dios, María pudo haber tenido el dolor de abandonar sus proyectos de vida, pero su plan era amar hasta doler. Fue un Fiat con una confianza ciega, un amor que superó con creces los temores propios de nuestra fragilidad, como el de un niño con sus padres, que lo protegerán ante los peligros.

Tuvo el amor que faltó en Adán y su esposa, que no amaron hasta que les dolió y cedieron a la tentación; un Fiat filial amoroso e inquebrantable ante las adversidades, como la de tener que huir a Egipto o presenciar la muerte más infame de su Hijo a manos del resto de sus hijos; un Fiat abnegado que dio fruto al Verbo hecho carne, Autor de la Vida dándonos vida en abundancia y trayendo la Salvación a toda la humanidad, una sola familia. 

Este Fiat de María nos muestra que también Jesucristo quiso no nacer, y de este modo muestra que todos los no nacidos son verdaderas personas: ¡el No Nacido Jesucristo es nuestro Señor! Este Fiat también nos da una buena perspectiva para mirar los abortos provocados de hoy: ¿no hay algo de comodidad, de falta de generosidad con la vida, de estar lejos de Jesucristo? Estamos en un mundo fijado en el consumismo y la comodidad, donde en lugar de tener hijos tenemos mascotas. 

María nos invita al arrepentimiento, nos recuerda que su Hijo nos espera siempre con los brazos abiertos para darnos su perdón y su amor sin límites. El Sacratísimo Corazón de Jesucristo y el Inmaculado Corazón de María quieren que les entreguemos nuestro corazón, que nos refugiemos en esos dos corazones, para aprender del anonadamiento de Jesucristo en un Niño no nacido a aniquilar nuestro ego, porque fuimos creados para amar: “Hijo mío, dame tu corazón” (Pr 23,26). 

Las heroínas de hoy 

Me ha resonado esta frase que escuché hace poco: “Hago la paz, un cambio de pañal a la vez”: todo está conectado y mi acto diario de amor hacia mis hijos trae paz al mundo. Jesucristo es muy claro cuando dice:

“En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 24,40), y no hay nada más pequeño, indefenso e inocente que un niño no nacido. 

Madres solteras, madres menores de edad, madres abandonadas por sus novios o maridos, las que tuvieron un hijo después de ser violadas, las que decidieron tener un hijo a pesar de la presión de un hombre que no quería, las que tienen un hijo a pesar de que su vida estaba en riesgo, etc., esas son nuestras heroínas, nuestros Abeles de hoy, porque priorizaron la vida sin calcular cómo se vería en la sociedad o ante su familia, ni los inconvenientes, ni su subsistencia.

El no nacido es Templo de Dios o está en camino de serlo y es terreno sagrado, lo más preciado del  universo. Demos gracias al Fiat de María por haber concebido a pesar de que no lo tenía previsto y parecía imposible, acto de valentía y confianza, donde triunfó el amor en su bendito Corazón, del que se ha beneficiado toda la humanidad. 

Entreguemos el control de nuestra vida a la Providencia de Dios que conduce a la vida, y si una mujer queda embarazada, dé gracias a Dios: ¡cuántas quisieran ser madres y no pueden! Ser madre es amar hasta que duela, es un compromiso de toda la vida, pero ya sabemos que seguir a Cristo, ser cristianas, es abrazar nuestra cruz y también entrar en su océano de bondad, con la esperanza de la vida eterna y de la alegría. Pero también ser madre es llenarse de alegría por un amor fecundo que forma una familia, por esos hijos, nietos y bisnietos. Porque la vida es un don, y el no nacido es el milagro de la vida acunada en el seno de una mujer, que cuenta con nuestro amor, nuestra acogida, nuestra cercanía, nuestra compasión, nuestra ternura y nuestra presencia. 

Aquellos que hubieran vuelto a abortar 

A quienes quisieran abortar nuevamente porque consideran al no nacido un montón de material biológico y no están de acuerdo con lo dicho hasta ahora, les digo que no los juzgo. Todos somos pecadores en la Iglesia y siempre hay lugar para uno más. Con gusto les ofrezco tener una conversación sincera. Les pido que oren a Dios y pidan la intercesión de nuestra Madre María, para que Jesucristo les hable al corazón y les dé fuerza en las situaciones difíciles para evaluar otras alternativas.

Contemplar también el sí a la vida de nuestra Madre María, para que el sí a la Voluntad de Dios se convierta en el canto de nuestra vida, recibiendo la ayuda de la Palabra en nuestra fragilidad, que nos dice “sed valientes: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Y, por último, distanciarnos de las “verdades” de la sociedad en la que vivimos, una sociedad de espaldas a Dios que muchas veces quiere mostrar como buena una cultura de muerte; y acercarnos a las verdades que Jesucristo nos da en los Evangelios que llevan a la vida en abundancia. 

Vigilia de oración por la vida naciente 

Oremos juntos esta oración del Papa Benedicto XVI en la Vigilia de Oración por la Vida Naciente del 27 de noviembre de 2010: 

Señor Jesús,
que fielmente visitas y llenas con tu presencia
la Iglesia y la historia de la humanidad;
que en el admirable Sacramento
de tu Cuerpo y de tu Sangre
nos haces partícipes de la vida divina
y nos concedes gustar anticipadamente
el gozo de la vida eterna,
te adoramos y bendecimos.

Postrados ante Ti, fuente y amante de la vida,
verdaderamente presente y vivo en medio de nosotros,
te suplicamos:

Enciende en nosotros el respeto
hacia toda vida humana naciente,
haz que veamos en el fruto del seno materno
la obra admirable del Creador;
abre nuestro corazón a la acogida generosa
de cada niño que llega a la vida.

Bendice a las familias,
santifica la unión de los esposos,
haz fecundo su amor.

Acompaña con la luz de tu Espíritu
las decisiones de las asambleas legislativas,
para que los pueblos y las naciones
reconozcan y respeten la sacralidad de la vida,
de toda vida humana.

Guía el trabajo de los científicos y de los médicos,
para que el progreso contribuya
al bien integral de la persona
y nadie sufra opresión e injusticia.

Dar caridad creativa a los administradores
y economistas,
para que sepan intuir y promover
las condiciones suficientes
para que las familias jóvenes puedan abrirse
con serenidad al nacimiento de nuevos hijos.

Consolad a los matrimonios que sufren
por la imposibilidad de tener hijos,
y en vuestra bondad proveed.

Educa a todos para que se hagan cargo
de los niños huérfanos o abandonados,
para que puedan experimentar el calor de tu caridad,
el consuelo de tu divino Corazón.

Con María tu Madre, la gran creyente,
en cuyo seno asumiste nuestra naturaleza humana,
esperamos de Ti,
nuestro único verdadero Bien y Salvador,
la fuerza para amar y servir a la vida,
esperando vivir siempre en Ti,
en la comunión de la Santísima Trinidad.

Por DIEGO G. PASSADORE.

MIÉRCOLES 11 DE DICIEMBRE DE 2024.

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Autor de María, la mujer nueva .

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