Celebrar misas para sus hijos es algo excelente y, en cierto modo, también un deber para los padres.
El Antiguo Testamento también habla de ello, precisamente en el Libro de Job.
Él (Job) hizo ofrecer sacrificios como expiación por los pecados de sus hijos. Leemos:
Sus hijos iban a hacer banquetes en casa de uno de ellos, cada uno en su propio día, y enviaban a invitar a sus tres hermanas a comer y beber juntas. Cuando hubieron cumplido los días del banquete, Job mandó llamarlos para purificarlos; Se levantó muy de mañana y ofreció holocaustos por cada uno de ellos. Porque Job pensó: «Tal vez mis hijos hayan pecado y hayan maldecido a Dios en sus corazones». Esto es lo que Job solía hacer siempre. (Trabajo 1, 4-5).
Por CORRADO GNERRE.
ITRESENTIERI.