Tras el desmembramiento de la arquidiócesis primada de México, uno de los caprichos más cuestionados del arzobispo Carlos Aguiar, tres nuevas diócesis iniciaron derroteros distintos. La diócesis de Xochimilco fue de las más ricas en extensión y tradiciones y con no pocos problemas que pronto deberían solventarse. A diferencia de sus colegas auxiliares que provenían del pontificado de Norberto Rivera Carrera, el potosino Andrés Vargas Peña (1946), vicario de la VIII vicaría “San Juan Bautista” y auxiliar desde 2010 , fue de las excepciones al ser llamado como primer obispo de Xochimilco, lo que se vio como un acierto que consolidaría a la recién nacida diócesis. Este 5 de noviembre cumplió cinco años de haber tomado la cátedra episcopal.
La naciente diócesis debió afrontar duros retos y problemas. Uno de esos fue el Seminario para cultivar para las futuras vocaciones de las que depende, en mucho, la vida de cualquier Iglesia particular. Se planteó como un pujante y vibrante proyecto. Como se recordará, una celebración en Basílica de Guadalupe antecedió y bendijo el arranque de la nueva sede del Seminario de Xochimilco bajo el patrocinio de San José. El 16 de septiembre de 2021 fue inaugurado con la celebración de la Eucaristía. Con 19 alumnos en las diversas etapas de formación desde el Curso Introductorio hasta el cuarto año de teología, el ambicioso programa de acompañamiento y formación se dirigirá, igualmente, a los jóvenes de educación secundaria para fomentar la formación cristiana y encausarlos a la vocación al sacerdocio.
Ese primigenio equipo formador estuvo conformado por el padre Manuel Valeriano Antonio, doctor en teología fundamental por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, designado rector de la institución, acompañado de los presbíteros David Salazar Nieto; Aldo Varela Pérez, Jesús Alejandro Contreras Cruz, Mario Martínez de Jesús, Enrique Santoyo Lara, Marcos Rodríguez Hernández, Gabriel Olmedo González, Luis Carlos Cortés Carbajal y Andrés Arce Gargollo, este último de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz ligado al Opus Dei.
Así, los seminaristas tendrían un lugar propio y digno sacándolos de las inadecuadas instalaciones de una parroquia; sin embargo, a cuatro años parece haber naufragado, sumido en el fracaso y el caos debido a las facciones casi funcionando como perversas mafias, el abuso del poder y mucha mala fe que ha engañado al obispo Andrés Vargas Peña.
Y es que el pasado lunes 11 de noviembre, los ocho alumnos ya no regresaron al Seminario de Tepepan en señal de protesta por los malos tratos y abusos que han sufrido de parte de sus superiores, particularmente del rector Carlos Becerril y el formador principal, Alejandro Contreras Cruz.
Lo que nació como un proyecto fincado en esperanzas y sueños despertó a la desafortunada pesadilla debido a las divisiones, calumnias y ambiciones que detonaron al primer equipo formador con el rector, Manuel Valeriano, a la cabeza; incluso la casa de formación en San Lucas, Xochimilco, al año de haberse inaugurado, cerró debido a las carencias que impedían su sana administración. Esto hizo que, en ese momento, 17 seminaristas regresaran, bajo condiciones inadecuadas, a las instalaciones de la parroquia de Tepepan.
Pero ¿por qué esta debacle? Una de las claves para entender la ruina está en las irregulares conductas de sus formadores lo que hizo que en esa nueva etapa de la parroquia de Tepepan, el obispo Andrés Vargas Peña asumiera directamente el cargo de rector para el curso 2021-2022, nombrando a un presbítero delegado del rector, el padre Alberto Medel Ortega que encabezó al equipo sacerdotal integrado por el padre David Salazar Nieto, formador; Aldo Varela López, ecónomo; los formadores adjuntos Jesús Alejandro Contreras Cruz y Mario Martínez de Jesús, además del director espiritual Enrique Santoyo.
De acuerdo con testimonios de los seminaristas, en el padre David Salazar recayeron acusaciones de promover la división y asumir un control desmedido, usando información que detonó la confianza del equipo puesto por el obispo Andrés Vargas Peña. Supo moverse en dos bandos, uno de ellos la de “decir las cosas” convenientes al obispo, pero la situación se volvió insoportable hasta su remoción al cabo de un año.
A tal extremo debió realizarse un cambio urgente de responsables de la formación. Para el curso 2022-2023, un nuevo rector llegó al Seminario, el Pbro. Carlos Becerril Garfias y como formador, el padre Jesús Alejandro Contreras Cruz. En ese binomio recaería la principal acusación de alternarse el control del Seminario y, sobre todo, actuar en contubernio y abusos que ahora mantiene a los seminaristas lejos de Tepepan.
Ostentando un monseñorato de chocolate, Carlos Becerril acentuó la decadencia del Seminario, cosa que aprovechó el padre Contreras Cruz quien asumió un poder desmedido y autoritario en lo que, consideran los seminaristas, está en los linderos del abuso de conciencia, manipulación, chantajes y amenazas en la que ponía en juego el destino de cada seminarista. Esto tiene una causa concreta, las prolongadas y continuas ausencias del rector, nadie sabe el porqué de sus notorias desapariciones, aunque se sospecha de una doble vida; sin embargo, manipula bien lo que el jefe quiere escuchar: Que todo va muy bien y el Seminario navega viento en popa.
Para el curso 2023-2024, la dupla Becerril-Contreras convertiría al Seminario en un feudo personal, aislado y lejano del presbiterio de Xochimilco. En el presbiterio, Contreras Cruz es visto como un sacerdote que necesita ayuda psicológica debido a su temperamento irascible y conducta violenta y agresiva.
Tales condiciones se volvieron intolerables por lo que los ocho seminaristas en las diversas etapas de formación, decidieron dejar la parroquia de Tepepan que aloja al Seminario San José. Han denunciado, a través de un documento, esas irregularidades como maltratos, chantajes, la precaria alimentación, actividades que no son propias de la formación sacerdotal, intimidación a colaboradoras del Seminario, situaciones incómodas con mujeres ajenas a la institució quienes gozan de predilecciones de algunos formadores, abuso de autoridad, de conciencia, doble discurso y chantajes emocionales del padre Jesús Alejandro Contreras Cruz.
Tal parece que esta situación permanece convenientemente oculta al obispo Andrés Vargas Peña quien está en espera de ser relevado en la conducción de la diócesis. Peor aún, su confianza es traicionada por un grupo de sacerdotes que han abusado de sus privilegios y prebendas.
La división y carrerismo en la joven diócesis de Xochimilco la han herido y se encuentra lastimada. Lo que era un proyecto colmado de esperanzas, cae en la desesperación y su futuro parece incierto en cuanto a la formación sacerdotal. Tanta sinodalidad es, como dice el dicho, candil de la calle y oscuridad de la casa. Mientras se quiere rescatar a los de afuera, a los de casa se les hace menos y desprecia. Tal parece que las 99 ovejas ahora son apaleadas, en este caso ocho seminaristas, que luchan por una vocación que otros quieren ver destrozada.