Jesús es el maestro

Jeremías 37,7-9 | Salmo125 | Hebreos 5,1-6 | Marcos 10,46-52

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Con el texto correspondiente al ciego Bartimeo termina el capítulo diez del evangelio de san Marcos. Por un momento Bartimeo pasa a un primer plano y se muestra como un modelo a seguir en cuanto aspirante a ir detrás de JESÚS. Se cierra este capítulo diez, prácticamente, con las palabras que Bartimeo dirige a JESÚS a su pregunta, “¿qué quieres que haga por ti?; y Bartimeo le dice: “SEÑOR que vea!”. En la escueta manifestación de un gran deseo y necesidad, Bartimeo declara el anhelo más hondo de todo hijo de DIOS: participar de su visión. El capítulo diez de san Marcos recoge algunas de las últimas enseñanzas de JESÚS que sube a Jerusalén y cubre su última etapa desde la Betania, al otro lado del Jordán, hasta la salida de Jericó donde JESÚS y su comitiva se encuentran con Bartimeo que esta pidiendo limosna en el camino. JESÚS se había retirado algunos días con los discípulos a esta región de Judea, donde Juan Bautista realizó su ministerio, y las gentes acudían a ÉL. Los fariseos están al tanto de los movimientos de JESÚS y van también a este lugar, planteándole la cuestión del divorcio. La enseñanza de JESÚS sobre el matrimonio y el divorcio sorprende a los fariseos y a los propios discípulos que, al igual que en otras ocasiones, retoman la cuestión en privado con JESÚS. La doctrina sobre el matrimonio tiene una nueva lectura a partir de la enseñanza de JESÚS que es el MAESTRO y conoce los planes de DIOS comprendidos en su Eterno Designio. La antigua y la nueva Alianza encuentran un signo visible en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Los profetas recurrieron en numerosas ocasiones a la unión esponsal para resaltar la cercanía de DIOS con el Pueblo elegido. Lo mismo ocurre en la Nueva Alianza cuando se hace mención de la Novia que se arregla para su Esposo (Cf. Ap 21,2). Los atavíos y engalanamientos de la Novia -la Iglesia- remiten a la santidad de la misma que encuentra su correspondencia en la santidad de la unión matrimonial. JESÚS propone una condición matrimonial que está en relación a la que va a existir entre ÉL y su Iglesia. En esta última etapa cerca de Jerusalén, viene a su encuentro un hombre rico que desea, en principio, un consejo autorizado; y, ciertamente, lo va a encontrar. No sólo se verá reforzado en los preceptos que llevan a la Vida Eterna, sino que recibirá luz sobre la llamada para trabajar en el Reino de DIOS, pero a esta opción el hombre rico se echó atrás. JESÚS declara en este capítulo, que para el hombre es imposible salvarse, estando la salvación en las manos y Poder de DIOS. Este capítulo recoge la tercera vez que JESÚS habla a los discípulos de Pasión y Cruz, pero en este punto las resistencias a la aceptación de aquella doctrina son grandes. Habría que suponer una mayor comprensión por los discípulos más cercanos, pero la escena muestra otra cosa: Santiago y Juan piden a JESÚS los primeros puestos en el reino que ellos se imaginan, del todo ajenos a lo que JESÚS les acababa de anticipar sobre sus padecimientos y Resurrección en Jerusalén. La paciencia de JESÚS con sus discípulos, lo mismo que en general con todos los que se acercan es una característica subrayada por san Marcos. En este caso, la osadía de los dos hermanos se convierte en una amable admonición y nueva enseñanza sobre las prioridades dentro del Reino de DIOS. El común denominador de todo el capítulo lo marca Bartimeo: con mayor o menor sinceridad o acierto, todos quieren ver o están necesitados de la luz interior que guíe sus vidas. Este es también nuestro estado presente como  peregrinos en un mundo dominado por tonos de grises de lo más variados.

Insistente recomendación

Volvemos a reconocer la importancia de la oración como medio ascético imprescindible. Aunque se resalta para el tiempo de Cuaresma, la limosna, el ayuno y la oración, se establecen como constantes para la vida del cristiano. Del Amor a DIOS y al prójimo nacen la oración y el servicio a los hermanos. DIOS no es el fiscalizador del hombre, sino quien desea y puede llevarnos a la plenitud de nuestra realización; por eso nuestra correspondencia adecuada se lleva a cabo en una corriente de confianza. De cierta manera esta vida nos es dada para verificar un descubrimiento permanente de los distintos modos en los que DIOS se nos hace presente. Nadie puede ver a DIOS sin partir de este mundo, como de modo reiterado nos afirma la escritura, pero sí podemos saber de ÉL, porque está y deseamos oírlo con claridad y entrar en comunión plena con ÉL. El ayuno mencionado equivale a la actitud de permanente desprendimiento, que no impide valorar en su justa medida las cosas poseídas. La limosna entendida de forma amplia es la ayuda desinteresada, que los otros necesitados están esperando. El amor al prójimo es sacramento del Amor a DIOS. Es bueno ejercitarnos en descubrir la bondad de DIOS, su poder y grandeza. La creación presente habla muy alto de la insignificancia personal con respecto al cosmos; pero aún esta pequeñez aumenta si aceptamos con el Salmista que DIOS está por encima de esta creación y de los mismos Cielos (Cf. Slm 57,5). ¿Estamos perdidos ante tanta inmensidad? En lo más mínimo: DIOS conoce los más íntimos pensamientos y sentimientos que transitan por el corazón de cada hombre (Cf. Slm 138). En nuestra corta o larga vida, tendremos siempre motivos para reconocer la actuación de DIOS, que nos dice por medio de la carta de Santiago: “acercaos a DIOS y ÉL se acercará a vosotros” (Cf. St 4,8). La voz  siempre asequible de DIOS viene dada en su Palabra, pues se hizo necesario disminuir la intensidad de la voz del SEÑOR en el Sinaí para disponerla al umbral auditivo del Pueblo, que le dijo a Moisés “habla tú con nosotros, pero que no hable DIOS, no sea que muramos” (Cf. Ex 20,19). La Palabra escrita es el medio privilegiado para reconocer en ella la voz de DIOS, que se deja sentir también en la conciencia.

En la escuela de Bartimeo

Pronto los cristianos se dieron cuenta del potencial espiritual encerrado en las palabras de Bartimeo, llevándolas a la oración repetitiva, con objeto de establecer un continuo oracional cada jornada. Las palabras de Bartimeo se convirtieron en jaculatoria para ser repetida sin cansancio, asumiendo su contenido: “JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí!” (Cf. Lc 18,38-39). Sin cesar ni cansancio el devoto orante puede mantener por un largo periodo la invocación del Nombre sobre todo nombre, el de JESÚS. San Pablo nos asegura que nadie puede decir, que “JESÚS es el SEÑOR, si no es movido por el ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 12,3) El cristiano que ha completado la Iniciación Cristiana conoce que JESÚS es el SEÑOR y CRISTO. La repetición del Nombre sobre todo nombre se retroalimenta en el corazón del creyente: decir, JESÚS es llamar al único SALVADOR, y pisar con ÉL la cabeza de la serpiente. JESÚS es de linaje humano al tiempo que es DIOS: ÉL es el Hijo de  David y en esta subida a Jerusalén está a punto de heredar su trono para siempre (Cf. Lc 1,32-33). Bartimeo llama y reclama la atención de JESÚS, movido en verdad por el ESPÍRITU SANTO. Da muestras el ciego Bartimeo de llamar a JESÚS con el mismo impulso del ESPÍRITU SANTO, lo mismo que todos aquellos bautizados que por distintas razones se ven paralizados al borde del camino, pero aún les queda el recurso del grito que se levanta por encima de los que rodean a JESÚS. La tercera parte del grito de Bartimeo no es de menor importancia: reclama a JESÚS su compasión. Le revela JESÚS a santa Faustina Kowalska: “no negaré nada a quien reclame mi compasión”. Bartimeo tenía sobrados motivos para llamar la atención compasiva de JESÚS, pero a nosotros la cosa es distinta. Un ciego, antes y ahora, es alguien muy empobrecido. La limitación personal del ciego es grande, y paralelamente el cristiano realista puede darse cuenta de la diferencia entre su estado espiritual presente y el alto listón de santidad propuesto por JESÚS en su Evangelio. Teniendo en cuenta lo anterior, el seguidor de JESÚS reclama atención y compasión incesantemente, porque la Gracia de la que vive y dispone no es un derecho, sino un don que debe llegar incesantemente también a la propia vida. Aquellos padres del desierto de los primeros siglos entendieron que debían sincronizar el grito de Bartimeo a la propia respiración. De forma que la oración fuera continua o incesante. Aquellos venerables anacoretas, muchos de ellos santos, añadieron un aspecto de gran importancia, que en realidad estaba implícito: la condición personal pecadora como era declarada por el publicano de la parábola de san Lucas (Cf. Lc 18,9-14). La  llamada “oración de JESÚS” queda entonces formulada: “!JESÚS, HIJO de DIOS, ten compasión de mí, pecador!“. En el evangelio de san Marcos el título de “Hijo de David” pertenece al conjunto del Evangelio de JESÚS el CRISTO, el HIJO de DIOS (Cf. Mc 1,1). Cualquiera tiene necesidad continua de pedir compasión al SEÑOR por sus pecados o su condición pecadora. La concupiscencia heredada es una raíz que nos acompaña, irremediablemente, todo el recorrido que hagamos por este mundo, y aquellos hombres retirados en el desierto lo sabían. Hoy parece que nadie siente la necesidad de pedir perdón, pues esgrimimos con destreza la autojustificación en caso necesario. Por otra parte, para la mentalidad moderna el pecado no existe, por lo que de nada hay que arrepentirse. No se camina en la Verdad y por eso la conversión es harto difícil. Pero si alguien  en la asfixia de su oscuridad grita al SEÑOR JESÚS, pidiendo compasión, la recibirá y por unos instantes tendrá la Paz que le está regalando el SALVADOR. En circunstancias normales a nadie se le tiene que indicar el hecho de respirar, porque opera de suyo para el mantenimiento de la vida; lo mismo debería suceder con cualquiera de nosotros en el plano espiritual con respecto a DIOS: salvo en lo momentos dedicados al descanso nocturno, deberíamos ser conscientes de vivir en DIOS, manteniendo con ÉL una relación conforme al estado presente en el que nos encontramos, que se parece bastante al del ciego Bartimeo.

El tiempo de Jeremías

El ministerio profético de Jeremías discurre entre los años previos al destierro y la verificación del mismo (597-587 a.C.) Del Templo no quedó piedra sobre piedra, lo mismo que la destrucción de Jerusalén y el segundo Templo por Vespasiano y Tito (70 d.C.). El destierro es una verdadera ruina material y motiva una profunda crisis de Fe, que se resuelve favorablemente, pues se mantiene la tensión profética durante todo el tiempo del destierro y surgen importantes profecías después del mismo como la de Ageo, Malaquías, el segundo y tercer Isaías. Pero, volviendo al profeta Jeremías nos encontramos con un libro repleto de referencias históricas y personales, al mismo tiempo que avanza una sorprendente visión hacia el futuro de los tiempos mesiánicos. El capítulo treinta y uno es un buen ejemplo de lo anterior, y Jeremías fundamenta sus palabras en la indeleble fidelidad de YAHVEH hacia su Pueblo, a pesar de todas las trasgresiones. Jeremías recibe esta palabra del SEÑOR para el Pueblo: “con Amor Eterno te he amado, por eso he reservado Gracia para ti, volveré a reedificarte y serás reedificada” (Cf. Jr 31,3-4). En tiempo del rey Ciro de Persia, y por disposición del mismo, los judíos volverán a su tierra, reconstruirán la ciudad y edificarán el segundo Templo, que será ampliado en tiempos de Herodes el Grande. Para estos tiempos tiene el profeta Jeremías unas palabras, que se adelantan casi quinientos años a los hechos: “días vienen en los que YO pactaré con la Casa de Israel y la casa de Judá una Nueva Alianza; no como la alianza que pacté con sus padres cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, y ellos rompieron mi Alianza y YO hice estragos en ellos -oráculo de YAHVEH-. En aquellos días pondré mi Ley en su interior, y en su corazones YO la escribiré; y YO seré su DIOS y ellos serán mi Pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo, y el otro a su hermano: conoce a YAHVEH, pues todos me conocerán, del más chico al más grande cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme” (Cf. Jr 31,31-34) El contenido profundo de esta Nueva Alianza dada en JESUCRISTO necesita su tiempo de realización. Los tiempos en los que la Nueva Alianza es grabada en los corazones de los hombres ya ha llegado, pero aún puede crecer en extensión y profundidad. Esta Nueva Alianza responde a la vocación universal del Mensaje de JESÚS, que aún no ha llegado a todos los hombres, ni calado en intensidad en un buen número de los que han recibido el don. Vivimos unos tiempos, previstos por Jeremías, que se encaminan hacia una visión de DIOS notablemente esclarecida por la Gracia, “y ya no tendrán que adoctrinar el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: conoce al SEÑOR, pues todos ellos me conocerán” (v.34). Podemos esperar unos tiempos en los que la Fe, que mantiene velado el rostro de DIOS, sin embargo crezca en la seguridad y certeza que le es propia (Cf. Hb 11,1).

Pecado y arrepentimiento

Jeremías había denunciado el gran pecado del Pueblo (Cf. Jr 30,15), por el que recibía un castigo muy duro como era el destierro y la esclavitud de muchos de ellos; pero los profetas, y entre ellos Jeremías, no dejaron de ver un gran futuro de Esperanza. Esta secuencia de los hechos es dada por la condescendencia divina, que se compadece de los hombres ante el primer síntoma sincero de arrepentimiento. Así el profeta Jeremías ve al Pueblo alegrarse tras la restauración que seguirá al destierro: “Así dice YAHVEH: dad hurras por Jacob con alegría, y por la capital de las naciones, hacedlo oír, alabad y decid, ha salvado YAHVEH a su Pueblo, al resto de Israel” (Cf. Jr 31,7). Antes y después del destierro, YAHVEH cuenta con un resto fiel, a través del cual sigue manifestando su Divina Providencia. El pecado y el arrepentimiento tienen en común la libertad personal para actuar. Aunque siempre nuestra libertad está condicionada, sin embargo las propias condiciones constituyen el campo de la decisión, que se elige. El arrepentimiento suele darse en el momento que se ven las consecuencias de las decisiones tomadas, en este caso contra los preceptos divinos, negando su vigencia o validez. El arrepentimiento no suele darse por un análisis frío y distante de los hechos acontecidos, sino tras haber experimentado pruebas de dolor y sufrimiento. Uno de los episodios frecuentes en estos tiempos es el vacío existencial, que sufren algunas personas encumbradas por el éxito profesional. Lo tienen todo en lo material y no se saben de dónde viene la sensación de vacío, absurdo o náusea, que les produce lo que tienen a su alrededor, llevándolos en más de una ocasión al suicidio o su intento. Deliberadamente, estas personas, se han rodeado de ídolos, que les prometían toda la felicidad del mundo, pero pronto se ha visto que era mentira. Deliberadamente se caminó hacia la esclavitud de los ídolos, y de forma libre hay que emprender el camino de regreso a la verdadera fuente de la Paz interior que está en JESUCRISTO. Como señales en el camino, el SEÑOR deja un “resto fiel”, que sirve de faro orientador a los que deciden realizar la senda de retorno al Israel del SEÑOR, a la ciudad Santa de Jerusalén. Entonces despertará la verdadera alegría, y se oirá los vítores y alabanzas al SEÑOR, porque el SEÑOR es un DIOS grande.

El retorno

“Mirad que YO los recojo del país del norte y los traigo de los confines de la  tierra; entre ellos el ciego y el cojo, la preñada y la parida. La asamblea vuelve acá” (v.8). Es una constante a lo largo de la Escritura la doble vertiente de la Alianza de DIOS con los hombres. Por una parte, el SEÑOR busca a cada uno en particular, y por otra reúne al Pueblo con el que establece pactos, instaura instituciones y pone en marcha proyectos con carácter general. Aunque el Pueblo elegido no fue propenso al proselitismo, sin embargo lleva el germen de la vocación universal, por el que todos los otros pueblos habrían de mirarlo como un ejemplo de Pueblo elegido fiel al SEÑOR. Esta cierta endogamia se rompió con el Cristianismo, que recibe por parte de JESÚS la misión de hacer discípulos de todos los pueblos (Cf. Mt 28,19). La reunión y restauración propuesta aquí por Jeremías debe entenderse principalmente en el plano espiritual, independientemente de un retorno a la tierra de Israel, que tendrá lugar transcurridas alrededor de dos generaciones. La ciudad Santa, Jerusalén, la nostalgia de los judíos expresada cada año al finalizar la celebración de la Pascua, “el año próximo lo celebraremos en Jerusalén, se transforma para los cristianos en la Esperanza de la Jerusalén Celestial (Cf. Ap 20,ss). Por motivos distintos pero que mantienen su relación, los que participamos de la Revelación bíblica nos sentimos convocados a un encuentro con el SEÑOR en Jerusalén. No importan las limitaciones, cojos o ciegos, pues todos tenemos acceso a contemplar la Gloria del SEÑOR que se manifiesta en Jerusalén. La mujer que espera un hijo desea para él un futuro de éxito. Se `puede decir que la Esperanza toma consistencia particular en las madres que desean la realización de sus hijos. Jerusalén es como una madre que espera dar a luz a numerosos hijos para verlos crecer y completar el número de los que están llamados a formar el Pueblo de DIOS.

El llanto se transformará en alegría

“Con llanto vienen y con súplicas los devuelvo. Los llevo a arroyos de agua por camino llano para que no tropiecen, porque YO para Israel seré un padre y Efraín es mi primogénito” (v.9). Entendemos bien que el término “padre” en el Antiguo Testamento no está dentro de la revelación trinitaria, sino que describe la proximidad paternal de DIOS hacia todos y cada uno de los creyentes. YAHVEH puede manifestarse de forma que no sea posible acercarse a su revelación como en el Sinaí (Cf. Ex 20,19), pero tal cosa no impide que YAHVEH esté atento a todas las necesidades más perentorias que se vayan planteando. El profeta Jeremías conoce al SEÑOR, porque en ÉL ha tenido grandes elevaciones de carácter espiritual y también el haber pasado por las pruebas y noches del espíritu de una gran intensidad. El profeta ve ahora al Pueblo que emprende un camino penitencial con dolor y llanto, pero contempla el retorno en un futuro, en el que él ya no estará, pero asegura que se facilitará la vuelta por caminos llanos y sin dificultades. El Pueblo elegido es el más pequeño de todos -Efraín- pero es el primero, el primogénito. Pese a todo, YAHVEH no renuncia a la Alianza con el Pueblo de Israel y será para él un padre cercano y protector, aunque haya de aplicar los correctivos debidos, en algún momento.

En Jericó

“Llegan a Jericó” (Cf. Mc10,46ª) san Marcos señala esta ciudad cuando JESÚS emprende el último tramo de la “subida a Jerusalén”. Quince kilómetros, aproximadamente, separaban a Jerusalén de Jericó. En su día Josué, sucesor de Moisés, lidera al Pueblo elegido para llevar a cabo la conquista de la Tierra Prometida, una tierra que metafóricamente “mana leche y miel”, indicando su gran fertilidad. Sabemos que la tierra de Palestina alterna las zonas fértiles con otras desérticas, pero todo en ella sería fecundo a condición de la permanencia del Pueblo en fidelidad al SEÑOR. La Tierra Prometida es un don de YAHVEH al que el mismo SEÑOR se comprometió bajo promesa; pero aquella tierra hay que conquistarla. La Tierra Prometida es don y conquista. Evocando aquellos momentos del paso del Jordán y conquista de Jericó por Josué seguido por el Pueblo, ahora es JESÚS quien llega acompañado de una muchedumbre, pero cambiando los significados de las cosas. En los tiempos mesiánicos San Marcos no relata actividad alguna en Jericó por parte de JESÚS como lo hace san Lucas, que señala el paso por el pueblo, también acompañado de multitudes y reclamando la  atención del publicano Zaqueo (Cf. Lc 19,1ss). Para el evangelista san Marcos lo más importante está en la salida del pueblo donde se encuentra Bartimeo.

Un mendigo ciego

“Cuando JESÚS salía de Jericó acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo -Bartimeo-, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino” (v.46). Por la muchedumbre que acompañaba a JESÚS se puede deducir que alguna actividad habría tenido en aquella ciudad, pero san Marcos no considera necesario hacer mención, pero el mendigo ciego que está a la salida del pueblo tendrá un papel importante, aunque en un primer momento se le intente acallar. El punto donde estaba el ciego Bartimeo podía ser también la puerta de entrada a la ciudad como indica san Lucas (Cf. Lc 18,35). Pero en este caso JESÚS con su comitiva se dirige a Jerusalén donde concluirá su misión  por el momento.

El ciego ve lo que le cuentan

“Al enterarse que era JESÚS de Nazaret, se puso a gritar…” (v.47). Bartimeo no tenía prejuicios hacia los “nazareos” pertenecientes a un pueblo insignificante de la Galilea. Quizás él nunca hubiera estado y las informaciones primeras no fueran muy favorables. Recordamos el juicio rápido de Natanael presente entre los primeros candidatos a discípulos: “¿de Nazaret puede salir algo bueno?” (Cf. Jn 1,45-46). Al mendigo ciego no se le dirige nombre propio alguno, lo mismo que a Nazaret no se le nombra en todas las antiguas escrituras. DIOS se manifiesta donde quiere y en el momento que está dentro de su Divina providencia. Un grupo amplio acompaña a JESÚS, pero en el testimonio del evangelista san Marcos, ninguno alcanza a dar sentido correcto a la subida a Jerusalén que JESÚS comienza a realizar.

El grito de Bartimeo

“JESÚS, Hijo de David, ten compasión de mí” (v.47) JESÚS el Nazareno es identificado por el mendigo ciego como el Hijo de David. JESÚS pertenece al linaje de David: JESÚS es el REY. El mendigo ciego pertenece a los pobres de YAHVEH, a quien el SEÑOR se les revela cuando aparentemente están excluidos de toda preferencia divina. Fue en Nazaret donde la joven VIRGEN MARÍA recibió el Anuncio por parte del Ángel Gabriel y se verificó la Encarnación. El será HIJO del ALTÍSMO, heredará el trono de David su padre, reinará en la Casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin” (Cf. Lc 1,32-33). A merced del viento, la lluvia o el sol en su canícula, el mendigo ciego poseía un sentido interior de la identidad de JESÚS, que le permitió dirigirse a ÉL con toda propiedad, anticipándose a la entrada de JESÚS en la ciudad Santa a lomos de un pollino. Nadie puede disponer de más compasión que el SALVADOR de los hombres, y el mendigo ciego pide a JESÚS su infinita compasión. El mendigo ciego sabe que JESÚS conoce sus padecimientos y tiene Poder sobre las mayores desgracias.

La acepción de personas

“Muchos lo increpaban para que se callara, pero él gritaba más aún…” (v.48). El mendigo ciego carecía también del derecho a dirigirse a JESÚS, según algunos. Pero una vez más el SEÑOR escucha el grito del pobre (Slm 34,17). En el último momento, la Fe del mendigo ciego fue probada. Estaba a punto de llegar al MAESTRO, su falta de visión sólo le permite gritar y hacerlo con todas sus fuerzas, porque no podía caminar con acierto hacia JESÚS. Sólo puede esperar a ser escuchado, casi milagrosamente pues a él lo conminan a callares y a JESÚS lo rodean y llenan de comentarios vacíos. Entre todo aquel enjambre de voces y rumores, JESÚS como siempre sabe distinguir las voces que verdaderamente lo llaman. Había una multitud que lo apretujaba, pero distinguió perfectamente quién tocaba la orla de su manto con Amor y profunda necesidad (Cf. Mc 5,27-34).

Preámbulo de la curación

”JESÚS se detuvo y dijo: llamadlo. Llaman al ciego, diciéndole: ánimo, levántate, te llama; arrojando su manto, dio un brinco y vino donde JESÚS” (v.50). JESÚS no sólo va a curar al mendigo ciego, sino que también modificará las actitudes del coro de seguidores. JESÚS podía llamar directamente al ciego, pero lo hace a través de los que lo rodean, que empiezan a tomar interés por aquel hombre. Le dicen: “Ánimo que te llama”; sin embargo no aparece el nombre del mendigo ciego ni lo sabremos, tan sólo que es hijo de Timeo. Dos palabras son cruciales en este momento: “levántate, que te llama”. La  Palabra de JESÚS comienza a disponer un nuevo dinamismo en todo el proceso: “levántate” es una Palabra que evoca el poder de la Resurrección y se muestra operativa en todos los milagros, que atestiguan la mesianidad de JESÚS. Ante la llamada de JESÚS, el mendigo ciego da un brinco como anticipo al paso inaudito que se va a producir de la ceguera a la visión. A todas estas, el mendigo ciego arroja su antiguo manto antes de plantarse delante de JESÚS, indicando el cambio radical en su vida: el manto viejo no vale para la vida nueva en el ESPÍRITU SANTO.

JESÚS le pregunta…

“JESÚS dirigiéndose a él, le dijo: ¿qué quieres que te haga?. El ciego le dijo: Rabboní que vea. JESÚS le dijo: vete tu Fe te ha salvado; y al instante recobró la vista y lo seguía por el camino (v.51-52). La pregunta de JESÚS al mendigo ciego es similar a la que dirige a los dos hermanos, Santiago y Juan, que van a pedir algo muy diferente y la respuesta de JESÚS será también muy distinta. Mientras al mendigo ciego la respuesta es inmediata y del todo favorable, a los dos hermanos la respuesta a su petición es diferida en el tiempo y condicional. El mendigo ciego se dirige a JESÚS lo mismo que lo hizo María Magdalena en su encuentro con JESÚS Resucitado: “Rabboní” -MAESTRO mío- (Cf. Jn 20,16). El mendigo ciego dice a JESÚS:”Rabboní, que vea”. La presente petición es equivalente a “conocer” o “amar”. La petición próxima del mendigo ciego estaba cifrada, sin género de duda, en obtener la vista para desenvolverse con normalidad y salir de la marginación. Pero en todos los milagros y en este también el mensaje trasciende el propio acontecimiento. Tenemos que ver en este pasaje un momento supremo de cada uno personalmente en el encuentro con JESÚS, que nos llama y preguntará: ¿que quieres que haga por ti? La respuesta del mendigo ciego es la adecuada: MAESTRO mío, que vea, que pueda contemplar para siempre tu Rostro en la Bienaventuranza Eterna. La respuesta que dio JESÚS al ciego estuvo por encima de la necesidad física: “tu Fe te ha salvado”. El mendigo ciego recobra la visión física porque ha sido salvado gracias a su Fe. Se antepone como en el caso del paralítico la salvación, o perdón de los pecados, a la  curación física (Cf. Mc 2,1ss). Ahora Bartimeo no está inmovilizado en el cruce de caminos a la salida de Jericó, ya no es el mendigo ciego que pide limosna, sino que “sigue a JESÚS por el camino”. Se podría pensar que se unió al grupo que subía con JESÚS a Jerusalén. El contenido pleno de la visión se alcanza en la contemplación bienaventurada del RESUCITADO.

Carta  a los Hebreos  5,1-6

Todo en la vida de JESÚS de Nazaret tiene un carácter sacerdotal, porque su humanidad es un ofrecimiento continuo al PADRE por todos los hombres. Todos los sacrificios de la Antigua Alianza actúan como prefiguración del único sacrificio realmente válido. El sacerdote realiza el sacrificio de animales para la expiación por el pecado, pero ese sacrificio no cambia el corazón de los hombres y las consecuencias del pecado permanecen intactas. El sacerdote presenta las ofrendas incruentas de grano e incienso, o de los panes de la proposición, y DIOS los acepta como anuncio de la única acción de gracias y alabanza digna de alcanzar el Trono de DIOS, que realiza JESÚS, el Sumo y Eterno SACERDOTE. Las palabras del Salmo treinta y nueve, recogidas en el capítulo diez de esta carta son luminosas y dan sentido a lo dicho anteriormente: “el HIJO de DIOS al entrar en el mundo dijo: los sacrificios y ofrendas no te han satisfecho; y TÚ, oh DIOS, me has preparado un cuerpo, y aquí estoy para hacer tu voluntad” (Cf. Slm 39,7-9; Hb 10,5-7).

Alcanzar Misericordia

“Todo Sumo Sacerdote es tomado entre los hombres y está puesto a favor de los hombres, en lo que se refiere a DIOS para ofrecer dones y sacrificios por los pecados” (v.1). Si los sacerdotes y sacrificios de la Antigua Alianza hubieran sido suficientes para equilibrar la Justicia de DIOS, no habría sido necesaria la ofrenda sacrificial del HIJO de DIOS para saldar la desmesurada deuda de cada uno de los hombres a tenor de los diez mil talentos adeudados por aquel siervo de la parábola, que nos representa (Cf. Mt 18,21-35). Aquel siervo debía diez mil talentos, probablemente de oro, una cantidad impagable aunque pudiera vivir mil vidas. Sólo la sangre redentora de JESÚS, el HIJO de DIOS, puede pagar una deuda semejante por cada uno de nosotros. DIOS nos perdona en la absolución dada por el HIJO para toda la humanidad: “perdónalos SEÑOR, porque no saben lo que hacen” (Cf. Lc 23,34). Esta Palabra de JESÚS en la Cruz compendia todo el perdón de JESÚS sellándolo con su sangre redentora.

 No es comparable

“Puede sentir compasión por los ignorantes y extraviados por estar también él envuelto en flaqueza. A causa de esa propia flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo” (v.2-3). En el mejor de los casos, las cosas en la Antigua Alianza discurrían conforme a lo indicado en estos dos versículos, pero siendo tal cosa insuficiente, era frecuente una gran distancia entre la clase sacerdotal y los oferentes. Realmente es JESÚS como verdadero Sumo Sacerdote, el que muestra una compasión efectiva por todos los hombres, porque ÉL nos mira con la mirada del Amor Misericordioso, que desea salvar a todas las almas que como VERBO ÉL ha formado para venir a este mundo y acreditarse como hijo de DIOS en medio de las numerosas pruebas y tribulaciones. Fueron necesarios siglos de sacrificios de animales para caer en la cuenta que tales prácticas religiosas no abrían las fuentes de la Gracia, para una transformación efectiva del corazón humano.

Orden antiguo

“Nadie se arroga tal dignidad -sacerdotal-, sino el llamado por DIOS como Aarón” (v.4) Nos cuenta el libro del Éxodo como el SEÑOR a través de Moisés elige a su hermano Aarón y sus dos hijos como sacerdotes para presentar las ofrendas e impartir la bendición al Pueblo (Cf. Ex 28,1; Nm 3,10). Se trataba en aquel tiempo de educar en la Fe, estableciendo unos tiempos y espacios sagrados, en los que apareciese de forma sensible lo sagrado y lo profano. Esta pedagogía divina que va incluida en todo ritual y ámbito sagrado es necesaria para todos los tiempos.

El Sumo Sacerdocio de CRISTO

“De igual modo, tampoco CRISTO se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino la tuvo de quien le dijo: HIJO mío eres TÚ, hoy te he engendrado; o TÚ eres Sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec” (v.5-6) Los salmos dos y ciento nueve aportan con siglos de anticipación el Designio Divino sobre JESÚS de Nazaret, manifestando algo del Misterio escondido en DIOS sobre la relación entre el PADRE y el HIJO, que le da la opción de aparecer como Único Sacerdote capaz de entrar en el verdadero santuario, que no es otro más que la íntima comunión con el PADRE en la perfecta unión del ESPÍRITU SANTO. Allí puede entrar JESÚS como verdadero HIJO con toda su humanidad, que incluye a todos los unidos a ÉL por los vínculos sacramentales. Melquisedec en su encuentro con Abraham realiza un rito específico de pan y vino, que marca un estilo sacerdotal -orden- propio y anticipando en el tiempo el sacerdocio de la Nueva Alianza, que realizará un culto de adoración en ESPÍRITU y Verdad (Cf. Jn 4,23-24).

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