«Proceso» continuo con «escucha»: documento final del Sínodo

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Se ha publicado el texto oficial y el documento final del Sínodo plurianual sobre la sinodalidad: más silencioso que el año pasado en los llamados temas “candentes”, pero en cambio insta a una reforma de toda la Iglesia en línea con la “sinodalidad”, una palabra que significa un enfoque en el ecumenismo, la escucha y la renovación.

Dividido en cinco partes y 155 párrafos, el documento será distribuido a toda la Iglesia. Al clausurar la reunión final del Sínodo el sábado por la noche, Francisco anunció que no publicará una exhortación apostólica después del Sínodo. «Es suficiente que hayamos aprobado» el documento final, dijo, y agregó que lo publicará inmediatamente.

Según la Constitución Apostólica Episcopalis communio de 2018 del propio Francisco , una vez que el documento final de un sínodo “es expresamente aprobado por el Romano Pontífice, el Documento Final participa en el Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro”.

El documento final del Sínodo sigue lleno de preguntas abiertas, sugerencias para acciones futuras y esbozos de propuestas para un “discernimiento” continuo. De esta manera, surge el estado peculiar de un proceso increíblemente largo que ha dado lugar a relativamente pocos resultados concretos, al menos sobre el papel. Los activistas LGBT probablemente se sentirán decepcionados por no tener resultados más concretos, aunque en el párrafo 50 se hacen algunas concesiones, como se describe a continuación.

Pero, como dijo el cardenal Jean-Claude Hollerich a la prensa el sábado por la noche, el Sínodo trata del camino. “Hemos caminado juntos y ahora tenemos que caminar juntos en el futuro”, dijo sobre el trabajo de la asamblea.

Sin embargo, no todas las preguntas quedan sin respuesta. Hay voces que piden que se implementen medidas “obligatorias” en la Iglesia, como la creación de varios niveles de consejos en la jerarquía de toma de decisiones.

Además, se coloca una aparente bomba de tiempo con respecto a la autoridad papal, ya que el texto establece que la autoridad papal no puede anular el consenso conjunto de diversos órganos consultivos.

En los últimos años, el Sínodo se ha centrado siempre en dos cosas: el ecumenismo y la escucha, que en última instancia se traduce en un cambio de la vida estructural y de la forma de gobierno de la Iglesia. Estos, y especialmente este último, son los puntos más fuertes que se desprenden del documento final del Sínodo.

En cierto sentido, es sorprendente que diga poco para un evento que ha durado tres años. Sin embargo, por otro lado, las propuestas y los llamados a la acción obligatoria se leen como el modelo para una Iglesia sustancialmente diferente, una que –como señala el documento– está orientada alrededor de la “semilla” del Concilio Vaticano II, mientras el Sínodo “continúa aprovechando la energía de esa semilla y desarrollando su potencial”.

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“Enraizado en la Tradición de la Iglesia, todo el camino sinodal se desarrolló a la luz del magisterio conciliar”, señala el documento.

El papel de la mujer

Se votó individualmente cada párrafo, y todos fueron aprobados. La mayor objeción fue al párrafo 60 (258 a favor/97 en contra), que trata ciertas cuestiones relativas al papel de la mujer en la Iglesia, e incluye la afirmación de que “la cuestión del acceso de la mujer al ministerio diaconal sigue abierta” (Párrafo 60: 258 a favor/97 en contra).

Se atestigua que “las mujeres continúan encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de sus funciones en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia”.

Tal escenario, añade el documento, “va en detrimento del servicio a la misión compartida de la Iglesia”.

Por consiguiente el Sínodo:

… pide que se apliquen plenamente todas las posibilidades que ya prevé el Derecho Canónico en relación con el papel de la mujer, particularmente en aquellos ámbitos en los que aún no se ha explorado lo suficiente. No hay razón ni impedimento que impida a las mujeres desempeñar funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no se puede detener.

Además, sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Es necesario continuar con este discernimiento. La Asamblea pide también que se preste más atención al lenguaje y a las imágenes que se utilizan en la predicación, la enseñanza, la catequesis y la redacción de documentos oficiales de la Iglesia, dando más espacio a las contribuciones de las santas, las teólogas y las místicas.

El futuro de la sinodalidad

El documento señala desde el principio que, aunque las reuniones oficiales del Sínodo sobre la Sinodalidad han concluido, el proceso no ha concluido: “El proceso sinodal no concluye con el fin de la actual Asamblea del Sínodo de los Obispos, sino que incluye también la fase de implementación” (párrafo 9: 338 a favor/17 en contra).

Se observa que los miembros del Sínodo “se encontraron ante el cansancio, la resistencia al cambio y la tentación de dejar que las propias ideas prevalezcan sobre la escucha del Evangelio y la práctica del discernimiento” (6: 344/11).

La sinodalidad, escriben los miembros, «exige arrepentimiento y conversión… Por eso queremos ser una Iglesia misericordiosa, capaz de compartir con todos el perdón y la reconciliación que vienen de Dios: pura gracia de la que no somos dueños, sino sólo testigos» (6, 344/11).

Cabe destacar que el texto sinodal pide que se mantenga el estilo sinodal de vida eclesial en todos los niveles, desde las iglesias locales hasta el papado. “La sinodalidad implica reunirse en todos los niveles de la Iglesia para escucharse mutuamente, dialogar y discernir en comunidad”, añade el texto (28: 340/15).

El texto atestigua que la sinodalidad ha revitalizado el ministerio y la vida de la Iglesia: “para redescubrir la raíz de las variedades de carismas, de vocaciones y de ministerios” (21, 354/1).

“El estilo sinodal, cuando se practica con humildad, permite a la Iglesia ser voz profética en el mundo de hoy”, afirma el documento (47: 350/5).

También se planteó un vínculo entre liturgia y sinodalidad, diciendo que las dos son escucha: la liturgia como escucha de Dios y la sinodalidad como escucha de Dios a través de su pueblo. “Profundizar el vínculo entre liturgia y sinodalidad ayudará a todas las comunidades cristianas, en la diversidad de sus culturas y tradiciones, a adoptar estilos de celebración que hagan visible el rostro de una Iglesia sinodal”, se lee en el texto. (26: 312/43) Interrogado sobre este punto durante la sesión informativa del sínodo el sábado por la noche, Hollerich afirmó que no había planes para una “revolución” litúrgica.

“No hay ningún plan para reemplazar a los sacerdotes por laicos o laicas, sólo hacerlo un poco más participativo”, dijo.

El texto también menciona que “desafortunadamente, otros [participantes del Sínodo] continuaron experimentando el dolor de sentirse excluidos o juzgados debido a su situación matrimonial, identidad o sexualidad”, aparentemente aludiendo a temas LGBT y a los divorciados y “vueltos a casar” (50: 333/22).

Cardenales Hollerich y Grech. Crédito: Haynes

Ecumenismo

El texto destaca también el vínculo íntimo entre sinodalidad y ecumenismo: “además de constituir la base de la sinodalidad, el bautismo es también el fundamento del ecumenismo” (23: 336/19). “El ecumenismo es ante todo una cuestión de renovación espiritual”, afirma el documento, al tiempo que elogia el “ecumenismo de sangre” (23: 336/19).

En efecto, en una rara definición de la sinodalidad, el texto afirma que “la sinodalidad es el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad” (28: 340/15).

Se destacó la unidad de los cristianos (40: 348/7), así como el diálogo religioso (42: 334/21) y la capacidad de la “pluralidad de religiones y culturas, la diversidad de tradiciones espirituales y teológicas, la variedad de los dones del Espíritu y de las tareas de la comunidad, así como la diversidad de edad, sexo y afiliación social dentro de la Iglesia” como una “invitación a cada persona a confrontar su propio sesgo inconsciente, resistir la tentación de estar en el centro y abrirse a la aceptación de otras perspectivas” (42: 334/21).

“Uno de los frutos más significativos del Sínodo 2021-2024 ha sido la intensidad del celo ecuménico”, afirma el texto. (137: 346/9)

Papado, concilios obligatorios y toma de decisiones

Durante el Sínodo se debatió mucho sobre la propuesta de que las conferencias episcopales tengan autoridad doctrinal. También se pidió que los consejos en los distintos niveles de la iglesia nacional sean obligatorios, imponiendo así un estilo “sinodal” de ejercicio descentralizado de la autoridad.

A la luz de esto, el documento afirma que el poder del Papa no puede “ignorar una dirección que emerge a través de un discernimiento apropiado dentro de un proceso consultivo, especialmente si esto es hecho por órganos participativos” (92: 316/39). El pasaje agrega un llamado a revisar el Derecho Canónico para eliminar la frase “voto consultivo” a fin de ordenar el estilo de toma de decisiones compartido por el Papa y los órganos consultivos.

De hecho, al describir los diversos órganos de toma de decisiones previstos en el Derecho Canónico, el texto final declaró que para que la Iglesia sea “sinodal”, dichos órganos “deben ser obligatorios”. Esto probablemente implicaría la implementación forzada de un estilo mucho más secular de gobierno institucional. (104: 329/26)

El documento destaca también la necesidad de una “sana descentralización” (EG 16) y de una inculturación eficaz de la fe. Para ello, las conferencias episcopales recibirán un mayor reconocimiento, junto con los consejos provinciales y plenarios, en línea con lo que propusieron algunas voces en el Sínodo (129: 317/38).

En cuanto a los temas del ecumenismo y del papado, el Sínodo emite un plan firme para establecer “un Consejo de Patriarcas, Arzobispos Mayores y Metropolitanos de las Iglesias Católicas Orientales presidido por el Papa, que sería una expresión de sinodalidad y un instrumento para promover la comunión”. Esto “serviría también como un medio para compartir el patrimonio litúrgico, teológico, canónico y espiritual” (133: 318/37).

Además, el Sínodo pidió al Papa que convocara un Sínodo especial para “promover la consolidación y el nuevo florecimiento de las Iglesias católicas orientales” (133: 318/37).

Además, al servicio de la “descentralización”, el texto propone un “estudio teológico y canónico cuya tarea sería la de identificar aquellos asuntos que deben ser dirigidos al Papa ( reservatio papalis ) y aquellos que podrían ser dirigidos a los obispos en sus Iglesias o agrupaciones de Iglesias”. En esencia, esto parece reabrir el debate sobre si los obispos locales pueden decidir sobre la doctrina. (134: 337/18)

Cardenal Mario Grech. Crédito: Haynes

Familia, ministerios

Destacando el importante papel de la familia, de los hijos y del estado matrimonial, el texto publica una nota de los miembros del Sínodo que afirma: “La Asamblea ha expresado una vez más su cercanía y apoyo a todos aquellos que aceptan la soledad como una opción hecha en fidelidad a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio y la ética sexual, que reconocen como fuente de vida” (64: 348/7).

También se ha hablado mucho de la posibilidad de nuevos ministerios en la Iglesia después del Sínodo, en particular en relación con la cuestión de los nuevos roles de las mujeres. Esto se ha profundizado en el documento final, cuando se hizo un llamado a “discernir” sobre qué “carismas… deben asumir una forma ministerial y así estar dotados de criterios, instrumentos y procedimientos adecuados”, ya que “no todos los carismas necesitan ser configurados como ministerios, ni todos los bautizados necesitan convertirse en ministros, ni todos los ministerios necesitan ser instituidos” (66: 351/4).

“Una Iglesia sinodal misionera fomentaría más formas de ministerios laicales, es decir, ministerios que no requieren el sacramento del Orden, y esto no sólo en el ámbito litúrgico”, añade el texto. (66: 351/4)

Reiterando un tema de discusión de una reciente conferencia de prensa sinodal, el Sínodo hizo un llamado para que los laicos tengan “una mayor voz en la elección de obispos” (70: 33/25).

Además, se pidió “una distribución más activa de las tareas y responsabilidades y un discernimiento más valiente de lo que corresponde propiamente al ministerio ordenado”, en lo que respecta a la relación entre obispos, sacerdotes y diáconos (74: 343/12).

Se hizo especial mención a los ministerios no instituidos –como el catequista de una comunidad– y a los ministros “extraordinarios” –como el de la Eucaristía–. Al citar cómo algunos fieles laicos ya dirigen liturgias en ausencia de un sacerdote y ofrecen el bautismo, el documento se hizo eco de un llamado hecho por los habitantes de la región amazónica a favor de estructuras eclesiales dirigidas por laicos y la formación de nuevos ministerios:

En respuesta a las necesidades de los contextos locales, se debe considerar la posibilidad de ampliar y estabilizar estas oportunidades para el ejercicio de los ministerios laicos. Finalmente, existen los servicios espontáneos, que no necesitan ulteriores condiciones ni reconocimiento explícito. En ellos se revelan las modalidades en que todos los fieles, de diversas maneras, participan en la misión a través de sus dones y carismas. (76: 345/10)

En un pasaje adjunto se hicieron llamamientos a una “mayor participación” de los laicos en “todas las fases de los procesos de toma de decisiones” (77: 342/13).

En la línea de los nuevos ministerios se ha pedido un mayor discernimiento sobre la idea propuesta de un “ministerio de escucha y acompañamiento” que “debería estar particularmente orientado a acoger a quienes están al margen de la comunidad eclesial, a quienes regresan después de haberse alejado y a quienes buscan la verdad y desean ser ayudados a encontrar al Señor” (78: 322/33).

Por MICHAEL HAYNES, Corresónsal en el Vaticano.

DOMINGO 27 DE OCTUBRE D 2O24.

LSN.

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