Jesús dijo que debemos orar siempre.
En la parábola de la viuda importuna y el juez injusto (Lucas 18) este imperativo es claro. Ciertamente Jesús alude más al estado de oración que a la oración misma, en el sentido de que es obvio que no se puede orar (como acto) siempre, sino que hay que mantener el estado de oración , es decir, ese estado de invocación continua por Dios en cada uno de nuestros asuntos. San Pablo también recomienda orar continuamente, bastaría recordar: 1 Tesalonicenses 6, 17; 2 Tesalonicenses 1,11; Colosenses 1, 3; Efesios 6.18.
Pero si es cierto que no se puede orar continuamente, mientras que siempre se debe mantener el estado de oración , esto no significa que no deba esforzarse en sembrar la oración tanto como sea posible durante el día.
Los Padres del Desierto practicaban la oración numérica que tendía a convertirse en oración continua. Por ejemplo, recurrían a la repetición frecuente de fórmulas como: Oh Dios, ven a salvarme; Señor, ven pronto en mi ayuda . Pronunciaron estas fórmulas incluso 100, 200, 1000 veces al día.
San Antonio Magno recomendó en su lecho de muerte… respirar siempre a Cristo.
Esta repetición de invocaciones y jaculaciones responde a una necesidad psicológica, es decir, a un deseo inconsciente de armonía y acompañamiento de la propia vida. En definitiva, es como una especie de banda sonora musical que sirve de telón de fondo a una película, haciéndola más comprensible y atractiva.
No hay duda de que el rezo del Rosario se ofrece muy bien en este sentido. De hecho, es la oración más adecuada. El Rosario se puede rezar en cualquier lugar, en cualquier momento, mientras se hace otra cosa: trabajar, cocinar, conducir el coche, caminar…
por CORRADO GNERRE.
itresentieri.