Los hijos son la mayor bendición de Dios, comenta Francisco

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Durante su Ángelus dominical, Francisco anima a las parejas cristianas a perseverar en el amor, el matrimonio y la acogida del hermoso don de la vida, que reconoce que es exigente, pero merece la pena.

El amor conyugal fue el centro de la reflexión del Papa antes de la oración mariana del Ángelus este domingo 6 de octubre, XXVII del Tiempo Ordinario, refiriéndose al Evangelio del día según san Marcos 10, 2-16.

Dirigiéndose a fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro en una jornada otoñal, con un sol radiante, el Obispo de Roma invitó a no olvidar que para los esposos es esencial estar abiertos al don de la vida, «de los hijos, que son el fruto más hermoso del amor, la bendición más grande de Dios, fuente de alegría y de esperanza para cada hogar y para toda la sociedad».

La multitud de fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para el Ángelus el domingo 6 de octubre. (Vatican Media)

Fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para el Ángelus el domingo 6 de octubre. (Vatican Media)

A su vez, pidió, como ya lo ha reiterado en múltiples oportunidades, que tengan hijos y contó que este sábado 5 vivió una «gran consolación», durante la santa misa con motivo de la celebración de la fiesta del patrono de la Gendarmería Vaticana, San Miguel Arcángel, que cayó el 29 de septiembre. «¡Vino un gendarme con sus ocho hijos!», afirmó, feliz, el Papa. «Era hermoso verlo», añadió.

“Por favor, abiertos a la vida, aquello que Dios te manda. No olvidemos que para los esposos es esencial estar abiertos al don de la vida.”

El Papa también enfatizó la necesidad de una entrega recíproca plena, que involucre, «sin medias tintas», que sea el inicio de una vida nueva, destinada a durar no «hasta que me apetezca», sino para siempre, acogiéndose de manera recíproca y viviendo unidos como “una sola carne” (cf.Mc 10,8; Gen 2,24). Es más, el Pontífice reconoce que ello requiere fidelidad, también en las dificultades, así como respeto, sinceridad y sencillez. Requiere estar abiertos a la confrontación, a veces a la discusión, cuando sea necesario, pero siempre dispuestos para el perdón y para la reconciliación. 

En esta línea, Francisco improvisó un importante consejo, apartándose del texto preparado:

“Marido y mujer: discutan todo lo que quieran, siempre que hagan las paces antes de que termine el día. ¿Saben por qué? Porque la guerra fría al día siguiente es peligrosa. «Y dígame, Papa, ¿cómo se hace la paz?». – «Sólo con una caricia, así», pero nunca llegues al final del día sin hacer las paces.”

Bergoglio admitió que el amor es exigente, «pero es hermoso y cuanto más nos dejamos implicar más descubrimos en él la verdadera felicidad». Luego, como es habitual, propuso algunas preguntas para la reflexión personal:

“Y ahora, que cada uno se pregunte en su propio corazón: ¿cómo es mi amor? ¿Es fiel? ¿Es generoso? ¿Es creativo? ¿Cómo son nuestras familias: están abiertas a la vida, al don de los hijos?”

Por último, el Sucesor de Pedro imploró a la Virgen María «que ayude a los esposos cristianos» y dijo: «Nos dirigimos a Ella en unión espiritual con los fieles reunidos en el Santuario de Pompeya pata la tradicional Súplica a Nuestra Señora del Santo Rosario».

Por Sebastián Sansón Ferrari.

Ciudad del Vaticano.

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