Rituales presidenciales

Editorial ACN Nº134

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Es un juego recurrente, pernicioso, morboso y supersticioso. Y las respuestas, invariables. El mismo día de la toma de protesta de Claudia Sheinbaum, un ritual indígena se convirtió, de nuevo, en el foco de atención por sus aparentes relaciones con rituales mágicos y satánicos.

Según consta en los mismos medios del gobierno de México,  “en punto de las 5:00 horas, (17 hrs sic) en el Templo Mayor, epicentro de la cultura, cosmovisión y civilización de los antiguos habitantes de México-Tenochtitlán, una comitiva de hombres y mujeres, en representación de los pueblos del México profundo, llevaron a cabo una ceremonia de purificación y consagración del bastón de mando y servicio y de inicio del nuevo ciclo de gobierno de la presidenta constitucional, Claudia Sheinbaum Pardo”.

Posteriormente, algunas opiniones desde la Iglesia católica condenaron estos rituales de purificación, incluso asociándolos con fuerzas demoníacas y supersticiones. En su cuenta de “X”, un conocido sacerdote destacó sobre este ritual advirtiendo a los fieles: “Los católicos no debemos dejarnos arrastrar por ciertas modas como decorar la propia casa con dioses traídos del hinduismo o de otras tradiciones religiosas, ni debemos creer que es inofensivo participar en ciertos rituales prehispánicos como en los que participan algunos presidentes latinoamericanos como Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum en México, Gustavo Petro en Colombia y Evo Morales en Bolivia” y esto en razón de que, en lo oculto, hay fuerzas sobrenaturales impulsadas por el espíritu del mal.

¿Qué decir de lo anterior? Evidentemente, esto no es nuevo. En mayo de 2023, el actual secretario de Economía fue pasado por una limpia en Catemaco en plena carrera por la candidatura a la presidencia de la República. Desde el espiritismo de Francisco I. Madero y Plutarco Elías Calles, pasando por los talismanes, fetiches y amuletos de Adolfo Ruiz Cortines, los extraterrestres y brujos de los López Portillo, la Paca de los Salinas hasta el esoterismo y santería en el sexenio de Fox o las limpias pseudoindígenas de López Obrador, el pensamiento mágico es recurso que invita a los adictos al poder a controlar lo temporal y sobrenatural para dar cauce a sus ambiciones y cumplir con su destino.

Sheinbaum, aunque se declara ser agnóstica y alejada de la práctica religiosa de su familia y antepasados, ha convivido y usado los símbolos religiosos como elemento necesario de poder. Y eso es fruto del pragmatismo que también le caracteriza en las habilidades y destreza política. Para ella, todos esos elementos, incluso la “purificación” indígena del martes 1 de octubre, son meros elementos culturales y sociológicos sin consecuencia espiritual alguna.

La religión o creencias de la presidenta son cosa que poco nos deberían importar. Sin embargo, la manipulación de la fe y el uso de los signos y símbolos religiosos es lo que nos debería llamar la atención. ¿Hay una asociación con el mal y el demonio? La respuesta la dejamos a los expertos que saben del más allá; sin embargo, una cosa es cierta: Olvídese del liberal estado laico.

Es apropiarse de la energía del universo, consumar nigromancias o aceptar supercherías, especialmente en un país donde el sincretismo religioso busca controlar lo divino y mágico para tomar el bastón de mando, asirse de la banda presidencial y hacerse del poder como acto de sumisión de cualquier pueblo y súbdito porque cuando se trata de rituales presidenciales, la laicidad bien puede guardarse en el cajón del escritorio.

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