En el evangelio de este domingo se nos presenta a Jesús dando respuesta a los fariseos que le preguntan si es lícito a un hombre divorciarse de su esposa. Jesús hábilmente no responde, en vez de eso les pregunta qué es lo que les ha mandado Moisés, considerado el máximo del legislador de Israel. Ellos le responden que Moisés permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de separación.
Jesús no rebate a Moisés, sino que dice que él les permitió el divorcio debido a que ellos habían endurecido su corazón y entonces Jesús aprovecha para ir al fondo de las cosas usando la palabra “en el principio”, es decir, Jesús va más allá de Moisés, va a Dios mismo, al proyecto que desde el inicio quiso para el hombre y, en ese principio, que nos remite a la creación misma, vemos con claridad que Dios quiso la unión del hombre y la mujer, es decir, el matrimonio como una unión permanente, estable, que ningún legislador puede disolver: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.
La familia, lo sabemos bien, es el centro de la vida; en ella se da el desarrollo y la realización de la persona. Al fondo todos valoramos a nuestra familia, deseamos que permanezca unida, que sea estable porque de ella depende nuestra tranquilidad y nuestra felicidad.
El mayor bien que unos padres pueden dar a sus hijos no es la educación, la carrera los bienes materiales que les dan o les heredan, sino que ellos, sus padres, permanezcan unidos y se amen. Eso da estabilidad y, sobre todo, felicidad a los hijos. La familia no es una manera como se organiza la sociedad dependiendo de una época, la familia es un proyecto querido por Dios. Es su plan para nosotros desde el principio, desde que nos creó; por lo tanto, todo lo que construye la familia viene de Dios y, por el contrario, todo lo que atenta contra ella y busca destruirla viene del demonio.
Piensa un poco en tu familia y pregúntate si tú, en medio de ella, has sido un instrumento de Dios que busca su unidad, su crecimiento, el amor o, por el contrario, ha sido un instrumento de Satanás metiendo cizaña, odio y división.
“Jesús, José y María, ustedes son modelo de toda familia, ustedes son también mi familia espiritual. Les pido que protejan a mi familia, que la hagan permanecer unida, que la libren de las asechanzas del demonio que busca, por todos los medios, destruirla; por el contrario, que nos hagan crecer en el amor, la comprensión y el perdón”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!