También JESÚS se ve rodeado de discípulos que reciben la enseñanza de una nueva doctrina, que está siempre ligada a la persona y destino del propio MAESTRO. Lo que los discípulos deben aprender no está sólo en la Nueva Sabiduría, sino en la procedencia y destino último del MAESTRO. El nacimiento de JESÚS se dio en unas circunstancias sorprendentes por sus condiciones de humildad y pobreza. El excepcional ministerio público, rodeado de multitudes con verdaderas señales de Poder, prodigios y milagros, va a tener un desenlace altamente controvertido, en un primera fase. JESÚS anuncia que resucitará después de su muerte en la Cruz. San Marcos recoge directamente esta enseñanza en tres ocasiones, mostrándose impermeables a la misma los discípulos. Con toda intención, san Marcos sitúa la previsión de la muerte por parte de JESÚS, en los capítulos, ocho, nueve y diez. El relato va acercando al grupo apostólico a Jerusalén, que debía convertirse en el lugar de la gran manifestación y aceptación del MESÍAS. El éxito del MESÍAS en Jerusalén no iba a venir por un reconocimiento de las autoridades judías, sino por la acción directa del PADRE, resucitando a su HIJO del sepulcro y de la muerte. La tarea para los discípulos se iba a complicar, pero de su testimonio todas las generaciones posteriores somos beneficiarias. En la Pasión del SEÑOR hay enseñanza, porque se aprende la ciencia de la Cruz. La enseñanza sobre la Cruz por parte de JESÚS es profética, al revelar lo que ÉL va a padecer en un futuro muy próximo, sin salir del Designio Eterno de DIOS. La enseñanza de la Pasión revela el núcleo de la propia identidad de JESÚS como apreciamos la semana anterior. La Pasión de JESÚS marca el itinerario personal de cada discípulo, de las comunidades y la Iglesia en su conjunto. La Pasión de JESÚS es el centro alrededor del cual se forman los evangelios canónicos, y se muestra como hecho histórico capital que certifica la verdad sobre JESÚS de Nazaret y su causa. Por todo ello había que insistir, y JESÚS como buen MAESTRO sabía de la necesidad que tenemos en que un contenido nos sea repetido desde distintos ángulos para que se vaya fijando en la mente y el corazón. El SEÑOR conoce las grandes barreras que nos impiden aprender y de forma especial las cosas que atañen a la Salvación Eterna. La Gracia abre en la mente y el corazón espacios de Luz para entender, pero no siempre esta Luz prospera y recoge los frutos esperados. Los evangelios no escatiman esos episodios en los que los discípulos manifiestan impermeabilidad a las enseñanzas de JESÚS. Son hombres que buscan la perfección, pero no son perfectos en un primer momento, y JESÚS acepta el lento ritmo de crecimiento, aunque las transformaciones verificadas en los escasos años al lado del MAESTRO sean gigantescos. Un salto cualitativo se producirá entre el estado espiritual anterior a la Cruz y la Resurrección, y lo que sucede después en los discípulos no era humanamente previsible. Con la Resurrección y la venida del ESPÍRITU SANTO se entra en una etapa de entendimiento, que antes no existía porque no era posible.
Después de la Resurrección
JESÚS propone siempre el anuncio de la Pasión junto al hecho inaudito de la Resurrección, de la que los discípulos tenían una idea bastante lejana de lo que JESÚS iba a manifestar. En las horas previas a la Pasión, se da por parte de los discípulos, la traición, la negación, la dispersión, el ocultamiento, el miedo, la desconfianza y la ausencia para no ser vistos en público como personas relacionadas con el que en esos momentos está siendo ajusticiado por las autoridades religiosas y civiles. Es muy importante conjugar todos estos factores para hacernos una idea del estado de ánimo de los discípulos, que sólo podrían salir de esa oscuridad, si una acción sobrenatural opera en sus vidas. Ellos, en su abismo de desolación, van a ser los testigos cualificados de la Resurrección, porque saldrán de sus tinieblas gracias a la presencia del RESUCITADO al que contemplarán y al don del ESPÍRITU SANTO, que dará una nueva firmeza a los hechos recién verificados. Una Paz nueva llega a los corazones de los discípulos (Cf. Jn 20,21). La Nueva Paz restaura aquellos corazones llenos de dolor. Una nueva comprensión de las Escrituras (Cf. Lc 24, 45), y con ello una nueva visión de todas las enseñanzas de JESÚS dadas a lo largo de los tres años al lado del MAESTRO. Unos nuevos ojos y comprensión de las enseñanzas a las multitudes, y de las señales que acompañaron la predicación. Las bases estaban puestas, pero el desarrollo de todo lo vivido quedaba para los tiempos futuros: “el ESPÍRITU SANTO vendrá y os recordará todo lo que YO os he dicho y llevará a la verdad completa” (Cf. Jn 14,27; 16,13-24). Una nueva fortaleza acompaña a los discípulos después de la Resurrección, y de forma especial desde que el ESPÍRITU SANTO infunde sobre ellos su presencia en Pentecostés. Todo lo aprendido al lado del MAESTRO se vuelve predicación con Poder y la debilidad cambió en fortaleza de forma visible, sin otro recurso que la oración mandada por JESÚS: “no salgáis de Jerusalén hasta ser revestidos de la Promesa del PADRE” (Cf. Hch 1,4). Allí perseveraban en oración los discípulos de JESÚS con MARÍA y algunas mujeres (Cf. Hch 1,13-14). Esta es una clave y no se puede pasar de largo: la oración de un grupo de Doce, o ciento veinte (Cf. Hch 1,15), realizada de modo insistente y en el Nombre de JESÚS, consigue del PADRE que el Cielo se abra y una Fuerza renovadora, el ESPÍRITU SANTO, comience a moverse en el mundo para transformar a los hombres. Con respecto a la población general del Imperio Romano, aquel grupo era algo insignificante, pero ante DIOS representó la fuerza intercesora suficiente para iniciar una corriente que no ha cesado de propagarse en el mundo.
El justo perseguido
Para introducir el segundo relato de la Pasión, en el Evangelio de san Marcos, la primera lectura corresponde a unos versículos del segundo capítulo del libro de la Sabiduría. El destino del justo perseguido se reproducirá en el caso de JESÚS: “al que lleva una vida disipada, la conducta del justo le resulta irritante e insoportable” (Cf. Sb 2,12.14). Los dos capítulos iniciales del libro de la Sabiduría recogen dos perfiles opuestos de personas: el justo, virtuoso y prudente; y por otro lado, quien desprecia a DIOS, le resulta irritante la vida del justo y una necedad la virtud. Por otra parte esta disposición polémica del sabio y del necio, se presta a resaltar las consecuencias de la vida de uno y otro. El autor del libro de la Sabiduría está muy cerca en el tiempo y su contenido a la Revelación del Nuevo Testamento. El hombre sabio es aquel que considera la existencia de un orden en todas las cosas, regulado por la Justicia, que depende de DIOS y puede ser encontrado si busca con veracidad y sencillez de corazón (Cf. Sb 1,1) El sabio busca a DIOS y el orden justo que ÉL imprimió en todos los ámbitos de su Creación. En este sentido debe considerarse el primer mandato de DIOS al hombre creado a su imagen y semejanza: “llenad la tierra y sometedla, dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y los animales de la tierra” (Cf. Gen 1,28) El desarrollo del hombre es ontogénico -personal- y filogénico -el género humano- El dominio de las cosas está en relación directa del conocimiento de las leyes que las rigen. Las criaturas no están dispuestas al azar, sino que responden a un orden ajustado a las leyes dadas por el CREADOR. El desenvolvimiento de la especie humana se corresponderá con el crecimiento personal de cada uno de los individuos. El crecimiento y desarrollo de la especie humana está condicionado a su crecimiento y número de individuos todos llamados a ser hijos de DIOS. Todo lo que en la Creación existe refleja al CREADOR, pero en absoluto se identifica con ÉL. Este reflejo o desemejanza mantiene las leyes cósmicas dadas por el CREADOR con el fin de mantener el orden justo en todo lo creado y representa el justificante elocuente de su existencia: si algo existe es porque DIOS lo ha creado. Las criaturas, Ángeles u hombres, nunca creamos nada; en todo caso, transformamos la realidad existente, que es siempre previa a nosotros.
Acusación del impío contra el justo
“Tendamos lazos al justo, que nos fastidia y se enfrenta a nuestro modo de obrar. Nos reprocha las faltas contra la Ley y nos reprende contra la educación recibida” (Cf. Sb 2,12). El autor sagrado del libro de la Sabiduría conocía los casos de persecución a los distintos profetas, entre ellos Jeremías (Cf. Jr 26,8). Por parte de los aduladores y falsos profetas, las cosas eran vistas de modo muy distinto de las propuestas de los profetas del SEÑOR. También, entonces, tenía que imponerse lo políticamente correcto, y cualquier voz disidente era objeto de silenciamiento. El impío, el insensato, el fraudulento o el mentiroso, reconoce y presiente que las bases sobre las que se sustenta son en extremo endebles, y el miedo a ser desbancado o abatido, lo tensa violentamente contra cualquiera que haga de espejo para su conciencia. El impío, déspota o tirano, comienza entonces a formular acusaciones contra el justo, que vengan a legitimar toda su agresividad. En el juicio de los sumos sacerdotes contra JESÚS se llegó al punto, que la verdad más exacta sobre JESÚS resultaba una blasfemia para sus jueces. Le dice Caifás a JESÚS: “dinos si TÚ eres HIJO del BENDITO. JESÚS le responde: tú lo has dicho” (Cf. Mt 26,63-64). La reacción fue inmediata: “¡Ha blasfemado! Nosotros hemos oído la blasfemia y no necesitamos más testigos o declaraciones” (Cf. Mt 26,65). El autor del libro de la Sabiduría expone en los versículos siguientes lo que irrita al impío mendaz. No soporta, el impío, que alguien tenga conocimiento de DIOS (v.13ª). La sola presencia del justo es insufrible (v.14). Lleva una vida distinta (v.15). Se aparta de nuestros caminos como de impurezas (v.16). El corrupto no quiere personas de bien a su lado. El corrupto necesita corruptos a los que se les pueda chantajear en el momento preciso, pues de esa forma sus corrompidos están sometidos y obedientes. El corrupto siente la necesidad imperiosa de corromper cada día con más eficacia. El corrupto desprecia el bien y la verdad, y las sustituye con sus corrupciones, que propone como apreciables valores. El corrupto desprecia a sus corrompidos pero los desprecia sin compasión, y los elimina cuando ya no sirven. Las leyes de DIOS no rigen para el corrupto, pues la única ley es él mismo.
Desafío
”Dice el impío: “veamos si sus palabras son verdaderas -las del justo-; examinemos lo que pasa en su tránsito” (v.17) Los conspiradores contra la vida de JESÚS se encuentran reflejados fielmente en este versículo. La persecución y la muerte serán para JESÚS la firma y rúbrica de toda su misión. Si quedaba duda de la autenticidad de su Misericordia, JESÚS muere perdonando: “perdónalos SEÑOR, porque no saben lo que hacen” (Cf. Lc 23,34). Si había alguna duda de la mansedumbre de JESÚS, ÉL se conduce a la muerte según lo había predicho el profeta Isaías: “como cordero llevado al matadero no abría la boca” (Cf. Is 53,7). El cuerpo de JESÚS cubierto de cardenales y del todo ensangrentado apareció ante Pilato y el gentío: “este es el HOMBRE” (Cf. Is 53,5; Jn 19,5). Estaba para completarse su tránsito, pero no iban a ser los máximos responsables de la religión judía, los que obtuviesen una visión real de todo aquello, pues su comportamiento era un desafío a DIOS mismo, que nunca les respondería por esa vía de enfrentamiento.
Fórmula de la tentación
”Pues si el justo es hijo de DIOS, ÉL le asistirá y le librará de las manos de sus enemigos” (v.18). Por dos veces en el desierto JESÚS oye al tentador la propuesta: “si eres hijo de DIOS… haz que estas piedras se conviertan en panes…, o tírate de aquí abajo, pues a sus Ángeles ha dado órdenes para que tu pie no tropiece en la piedra” (Cf. Mt 4,3-7) A lo largo de la misión evangelizadora, JESÚS tuvo que escuchar la demanda maliciosa de aquellos que pedían un signo mesiánico especial para aceptarlo y creer, decían ellos. Los milagros y curaciones realizados por JESÚS entran sin lugar a dudas en la categoría de signos mesiánicos, que alguno de los principales como Nicodemo reconoció: “nadie puede realizar las obras que TÚ haces si DIOS no está con él” (Cf. Jn 3,1). Los impíos no conocen el valor del dolor y el sufrimiento, porque sus objetivos están orientados hacia el narcisismo y el hedonismo. El ego del impío no carece de límites y su hedonismo -placeres permanentes- es insaciable. La vida también para él presentará su cara dura y sufriente, pero la desafiará con toda la insolencia de la que sea capaz. Sin embargo, la Biblia desde el primer momento sabe del padecimiento del justo y del sufrimiento vicario. El libro de Job es un largo poema sobre el dolor, la enfermedad y el sufrimiento del justo; pero siglos antes nos encontramos con el fundador de la religión judía, Moisés, al que en más de una ocasión le toca padecer por la integridad de aquel Pueblo elegido, de cabeza y corazón duros. DIOS asiste dando fortaleza para la prueba, pero no evita la prueba; y esto parece que el impío no lo sabe para su permanente confusión.
Se ha cumplido
“Sometámosle al ultraje y al tormento para comprobar su entereza y conocer su temple” (v.19). Efectivamente, JESÚS fue sometido a los ultrajes, golpes y salivazos, mientras endurecía su rostro como el pedernal, pues esperaba la justificación de su DEFENSOR (Cf. Is 50,5-9). Después de JESÚS muchos mártires a lo largo de los siglos vienen dando su vida entre persecuciones, torturas y muertes por el Nombre de JESÚS. Su Pasión y Cruz se transformó para todos los seguidores en la fuente de fortaleza para soportar las cruces particulares, que no faltan a nadie. Este texto no nos dice cuál es el destino del impío, pero sí lo hace el Salmo setenta y tres: “en un momento los rechazas, bajan al abismo y causan horror” (Cf. Slm 73,17-19). El salmista está viendo en su tiempo el estado de los réprobos en el Sheol. Oponerse al justo por su vida ordenada y honorable es incurrir directamente en causa de condena personal. Si se condena el bien, uno a sí mismo se hace reo de la condena dictada.
La muerte decretada
“Condenémosle a muerte, pues según él DIOS lo visitará” (v.20) En distintos lugares los evangelios van señalando la determinación de las autoridades religiosas para acabar con JESÚS. Antes de llegar a la eliminación física, los enemigos de JESÚS y su causa habían tomado la determinación de acabar con ÉL con anterioridad. La adhesión o el rechazo tienen su tiempo en circunstancias normales, y la muerte de JESÚS se dio después de deliberaciones y discusiones varias, y la Hora llegó (Cf. Jn 13,1) cuando las autoridades rechazan la evidencia que ponía delante de ellos la vuelta a este mundo de Lázaro, que llevaba cuatro días fallecido (Cf. Jn 11,39). Sólo DIOS tiene poder en el reino del Hades y devuelve la vida a este mundo. Aquellos decretaron la muerte de JESÚS y la de Lázaro, por el que muchos creían en JESÚS (Cf. Jn 11,53; 12,10).
Enseñanza a los Doce
La enseñanza sobre la Cruz requiere madurez espiritual, pero en ningún caso es una enseñanza secreta reservada a unas élites. Se trata en realidad de todo lo contrario, pues todos debemos entender lo que significó la Cruz para el REDENTOR y su aplicación en la vida particular de cada uno: “lo que os digo al oído, proclamadlo desde las azoteas” (Cf. Mt 10,27). De nuevo los Apóstoles caminan por la Galilea y JESÚS procura un cierto aislamiento para impartir la enseñanza sobre la Cruz. La Galilea la asociamos con el marco geográfico que recibió en primer lugar el mensaje del Reino de DIOS. ¿Tendrá algo que ver la Cruz con el Reino de DIOS? Las primeras páginas de la Biblia relatan las acciones iniciales de DIOS y sus objetivos inmediatos. Una pregunta puede surgir: ¿ha renunciado el SEÑOR a establecer en medio del mundo un orden tal, en el que el comportamiento del hombre sea el propio de un hijo de DIOS? Los tiempos mesiánicos se corresponden con la implantación del Reino de DIOS: “el tiempo se ha cumplido, está cerca el Reino de DIOS; convertíos y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). A través de su MESÍAS, DIOS hace nuevas todas las cosas, lo que significa también que lo existente en la Creación se ordena de nuevo con respecto a la Bondad, Verdad y Belleza previstas en el Plan de DIOS. Algo grave o muy grave, sucedió en el establecimiento del orden inicial que se frustró en origen. Lo denominamos “pecado original” y aún padeciendo sus graves efectos, se vuelve del todo misterioso. La Cruz de JESÚS tiene mucho que ver con el pecado en los orígenes, que generó la raíz del pecado en las entrañas del corazón humano. ¿Cómo resultó de herido el corazón del hombre después del pecado original? A renglón seguido del primer pecado, el SEÑOR formula una promesa, a la que se denomina, “protoevangelio”, porque representa el primer anuncio para la solución del gravísimo problema originado: “a la serpiente le dijo el SEÑOR: pongo enemistad entre tu linaje y el suyo; y a ti la DESCENDENCIA de la MUJER te aplastará la cabeza cuando tu intentes morder su calcañar” (Cf. Gen 3,14-16). El libro de la Sabiduría recoge: “por envidia de Satanás entró la muerte en el mundo” (Cf. Sb 2,24). Los libros de la Biblia se hacen eco aisladamente de la acción de Satanás sobre la humanidad y consecuentemente perjudicando el linaje de la mujer primigenia; pero nada impidió al final que la línea de luz prometida desde los orígenes se manifestase en la plenitud de los tiempos. Es JESÚS quien tiene en su mano todas las llaves que pueden abrir a los hombres las puertas a una nueva Vida. El HIJO de DIOS no vino a este mundo y se hizo hombre en un alarde de omnipotencia, sino para llevar a término la desconcertante tarea de cargar con nuestro pecado, ÉL que es el tres veces SANTO. Algo había que decirles a los Apóstoles antes de padecer, pues para las escasas luces y fuerzas humanas la Cruz no era imaginable: “eso a ti no te puede suceder” (Cf. Mc 8,32), le había dicho Pedro. Un cierto aislamiento interior adoptarán los Apóstoles en esta nueva exposición de los acontecimientos que tendrán lugar próximamente en Jerusalén. De momento camina por los lugares conocidos de la Galilea.
Presente continuo
“Saliendo de allí iban caminando por la Galilea. ÉL no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos” (v.30) Los discípulos forman el grupo al que JESÚS dedica una atención especial: ellos lo han dejado todo para seguir al MAESTRO y formarán la vanguardia de los testigos que harán saber al mundo quién es JESÚS de Nazaret. Es muy oportuno el modo de relatar esta escena por parte de san Marcos, pues van “caminando por la Galilea mientras que JESÚS los va instruyendo”. Dicho de esta forma indica que la instrucción no ha terminado, el grupo de discípulos se está renovando y cualquier lugar que acepte mínimamente el Reino de DIOS es una Galilea por la que se puede profundizar sobre el Reino de DIOS. Los discípulos de JESÚS, en cualquier época, no necesitan desplazarse a lugares recónditos o exóticos para encontrar la verdadera Sabiduría. La historia de la Iglesia y de nuestros santos evidencian que en los estilos de vida más sencillos afloran personalidades de una altura espiritual de máximo nivel, como es el caso de santa Catalina de Siena (1347-1380), con sólo treinta y tres años, analfabeta, dejó escritos por los que fue declarada doctora de la Iglesia. Un caso similar fue santa Teresa de Lisieux (1873-1897), Carmelita Descalza, que vivió veinticuatro años, y por sus escritos ha sido declarada también doctora de Iglesia.
JESÚS decía…
“El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero a los tres días resucitará; pero ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo preguntarle” (v.31-32). JESÚS enseña a sus discípulos una nueva doctrina sobre el Hijo del hombre. En las visiones de Daniel y los escritos apocalípticos que circulaban en aquellos tiempos, el Hijo del hombre tiene la misión de hacer visible el Día de YAHVEH, tiempo de Juicio y restauración. Juan Bautista participaba de la anterior visión de las cosas cuando decía: “¿Dónde escaparéis del Juicio inminente? Ya está el hacha cortando el árbol en su raíz, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Cf. Mt 3,10). Pero JESÚS está anunciando que toda la Justicia de DIOS va a ser descargada en aquel Hijo de hombre con el fin de dar la vida espiritual a todos los que a ÉL se acojan. En los evangelios aparece el título de “Hijo de hombre” o “Hijo del hombre”, que es utilizado por JESÚS en primera persona. Sin descalificar el sentido apocalíptico que ese título tenía, JESÚS le añade un carácter expiatorio, que a los discípulos les resulta chocante y “tienen miedo de seguir preguntando”. Si hacemos caso a la situación en el Evangelio de san Marcos, hacía pocas fechas, en Cesarea de Filipo, JESÚS había formulado el primer anuncio de la Pasión y la impresión no les había sido grata. El resultado en Cesarea de Filipo fue que JESÚS el CRISTO “sería entregado, traicionado, maltratado, crucificado y resucitaría al tercer día de haber fallecido” (Cf. Mc 8,31) Ahora JESÚS habla del Hijo del hombre, que será ajusticiado. ¿El Hijo del hombre es el propio JESÚS? Los discípulos prefieren pasar de largo por la cuestión y no seguir preguntando. JESÚS tampoco les insiste, pues pareciera que no desea agobiarlos con preocupaciones que exceden sus fuerzas. Además, al hacerlos conocedores de más contenidos aumentaría su responsabilidad en la Hora que los hechos se desencadenen. Como en otras ocasiones, JESÚS no es entendido por los que están próximos, y nos da una idea de su soledad. ¿Se repiten los hechos?.
En casa
“Llegaron a Cafarnaum, y una vez en casa les preguntaba, ¿de qué discutían por el camino? Ellos callaron, pues por el camino discutían quién era el mayor” (v.33-34). Aunque en este caso no se dice, con toda probabilidad la casa en la que están era la de Pedro. En su momento la casa de Pedro aparece como la alternativa a la sinagoga (Cf. Mc 1,29). Podemos inferir que la pregunta de JESÚS va orientada a extraer conclusiones que repercutan en su Iglesia. Los comentarios de los discípulos estaban muy lejos del asunto propuesto por JESÚS, que acepta el cambio de temática, pues tenía su importancia también. Llevaban tiempo siguiendo al MAESTRO, que en repetidas ocasiones hablaba del Reino de DIOS. Aunque JESÚS para ellos era muy especial, sin embargo un reino no se organiza de la noche a la mañana. Ellos, por su parte, habían dejado familias, trabajos, ocupaciones y relaciones sociales y familiares, para enrolarse en aquella aventura. Aunque algunos se conocían como es el caso de los cuatro discípulos iniciales señalados por Mateo y Marcos (Cf. Mt 4,18-21; Mc 1,16-19). Más aún, estos eran hermanos, pero los otros no presentaban una gran afinidad inicial. ¿Discutían por edades, cualifaciones profesionales, proximidad al MAESTRO, diligencia en los distintos encargos, aprovechamiento en las enseñanzas, mejores resultados en la predicación? Tengamos en cuenta que el propio san Marcos nos ha relatado el envío de los Doce de dos en dos (Cf. Mc 6,7). La Iglesia que desea JESÚS es la que dispone todos sus estamentos según los dones, carismas y ministerios dados por el ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 12,1ss). Lo que cada uno debe procurar es despojarse de las pretensiones personales para ser conducido donde el SEÑOR lo envíe o necesite. Puede ser que la mayoría de los que trabajan por el Reino de DIOS lo hagan teniendo en cuenta el sentido más evangélico y acepten el encargo que marque la Divina Providencia, pero no es menos cierto que esas personas habrán de realizar un esfuerzo de renuncia y silenciar las aspiraciones personales, que pudieran perjudicar a otros. El trabajo por el Reino de DIOS es lo suficientemente amplio y variado, y cada uno puede encontrar su parcela sin dificultad de acuerdo con la situación personal.
Regla de oro
“JESÚS entonces se sentó, llamó a los doce y les dijo: si uno quiere ser el primero de todos, que sea el último de todos y el servidor de todos” (v.35). El gesto de sentarse, por parte de JESÚS, da a la enseñanza un carácter especial. JESÚS sabe las nefastas consecuencias derivadas de los afanes de poder. La mala práctica de los que llegasen a ostentar puestos de relevancia en su Iglesia, acarrearían muchos males a la propia Iglesia. El ejercicio del poder y la autoridad en la Iglesia realizados en su justa medida es un milagro, pues es muy fácil excederse o deslizarse por la pereza con la disculpa del ejercicio de la prudencia. No es cierto que la virtud está en el término medio de las cosas. No se puede buscar ese terreno de nadie para contentar a todos, porque ese no fue el estilo de JESÚS. Los discípulos de JESÚS en su Iglesia no están para entretener o contentar, sino como puentes que tienen una palabra de aliento, verdad o consolación espiritual, que infunde nuevas fuerzas en los duros itinerarios de las personas particulares. No se sirve al hombre con verdades a medias con la intención de caer en gracia. Lo que sana los espíritus es el encuentro con la Verdad de JESÚS.
Infancia espiritual
“Tomando un niño, lo pone medio, lo estrecha entre sus brazos y les dice: el que reciba a un niño como este en mi Nombre a MÍ me recibe, el que me recibe a MÍ, no me recibe a MÍ, sino que recibe al que me ha enviado” (v.37). Las actitudes del niño son las adecuadas para disponer el propio lugar en el organigrama del Reino de DIOS. No se trata de infantilizarse, hacerse bobo o idiota -el que padece idiocia no supera la edad mental de los tres años-. Es san Marcos el que más se aproxima a la oración de JESÚS en Getsemaní: “!ABBA, PADRE!, si es posible, que pase de MÍ este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Cf. Mc 14,36). En los momentos más críticos, JESÚS se dirige al PADRE de la misma forma que lo pudiera realizar un niño: ¡ABBA! -papá-. La oración revela quiénes somos. JESÚS pone en el centro de la reunión a un niño, para decir que es central tomar en serio las actitudes del niño, que en aquella sociedad contaba muy poco. El niño normal, de cualquier época, quiere crecer con rapidez y hacerse mayor, aunque los días le pasen lentamente. Los padres de forma especial, en circunstancias normales, son los modelos que aparecen ante sus ojos y los desea imitar, porque son los mejores: la mejor madre y el mejor padre. El niño se siente muy necesitado de todo, pero al mismo tiempo seguro y protegido por sus padres. El niño desea crecer y por unos años confía incondicionalmente en sus padres. Fuera del ámbito paterno el niño percibe múltiples riesgos y no puede pensar ni por un momento en verse desprotegido o abandonado de sus padres. JESÚS abraza al niño porque en su relación con el PADRE se identifica en las actitudes más básicas: “YO hago todo lo que veo hacer al PADRE, y digo todo lo que ÉL me dice” (Cf. Jn 5,17; 12,49). El niño es el modelo del que se hace pobre, del que se esfuerza en aprender y pide al SEÑOR que abra su oído para escuchar como discípulo aventajado. El niño no deja de pensar en sus padres que lo aman, protegen y esperan, así también el discípulo debe tener presente siempre al SEÑOR en una continua oración que llama, pide o busca. Quien recibe de buen grado el estilo de vida de la infancia espiritual, recibe al propio JESÚS, que se hizo el esclavo de todos, pasando por uno de tantos (Cf. Flp 2,5-9). En esta comunión con JESÚS se realiza la regla de oro del seguimiento: “niégate a ti mismo y toma tu cruz” (Cf. Mc 8,34). La negación personal es para una progresiva identificación con CRISTO. Pero las consecuencias del camino de la infancia espiritual llevan a la comunión con el PADRE, porque así lo disponen ELLOS: “nadie conoce quién es el HIJO, sino el PADRE; y nadie conoce quién es el PADRE, sino el HIJO, y aquel a quien el HIJO se lo quiera revelar” (Cf. Mt 11,27). JESÚS en estos últimos versículos ofrece una enseñanza crucial para el cristiano individual y la Iglesia en su conjunto, aunque muchas veces los comentarios se quedan en la marginación de los niños de aquellos tiempos y la elevación a un primer plano por parte de JESÚS. Pero lo relevante es la lección dada sobre la infancia espiritual, que es la específicamente cristiana en todo el Nuevo Testamento. El camino de la Cruz podría ser aceptado por sus discípulos siguiendo la vía de la infancia espiritual en el reconocimiento de DIOS como ABBA.
Carta de Santiago 3,16—-4,3
Santiago mira a las obras en relación con la Fe, porque el hombre camina en la existencia y de ella obtendrá la experiencia que lo hará crecer como cristiano. Los versículos de la lectura de este domingo se centran en la obtención de la Sabiduría, y previamente el autor sagrado se fija en el dominio que podamos ejercer sobre nuestros juicios, opiniones y palabras. Los libros sapienciales recomiendan que no debe hacerse juicio valorativo sobre nadie antes de oírlo hablar y conocer sus opiniones. Santiago dice que, “si alguien no cae hablando es hombre perfecto” (v.2). Compara la lengua con el freno que se les pone a los caballos, dominado así todo su cuerpo (v.3). Las grandes naves, dice Santiago, son dirigidas por un pequeño timón (v.4) La lengua puede ser como un pequeño fuego que arrasa un gran monte (v.5) El autor sagrado habla desde la experiencia y dice: “si la lengua es fuego se convierte en un mundo de iniquidad” (v.6). Afirma Santiago, que distintos animales pudieron ser domados, pero ningún hombre ha podido domar la lengua (v.8). Tiene Santiago, una opinión muy pesimista: la lengua es un mar turbulento que está llena de veneno mortífero” (v.8b). En la misma boca se da la bendición a DIOS y la maldición a los hombres (v.10). Después de avisar, Santiago, con tanta gravedad de las consecuencias del uso inadecuado de las palabras, retorna a las obras que deben proceder de un corazón sabio y libre de contiendas, pues donde existen envidias se produce todo tipo de maldad (v.16).
Cualidades de la Sabiduría
“La Sabiduría que viene de lo Alto es, en primer lugar, pura, pacífica, complaciente, dócil, compasiva, da buenos frutos, es imparcial sin hipocresía, con frutos de justicia, para los que procuran la paz” (v.17-18). Santiago valora la Sabiduría, porque en ella se da necesariamente la acción de DIOS y su conocimiento; y por otro lado, se atiende con acciones al prójimo movidos por la caridad concreta y práctica. La unción que viene del ESPÍRITU SANTO no deja indiferente ante las necesidades ajenas. Las cualidades dadas a la Sabiduría se pueden comparar con los ofrecidos por san Pablo al don de la Caridad entendido como el carisma más excelente (Cf. 1Cor 13,13). La tibieza o la indiferencia religiosa que anula la caridad o la Sabiduría es denunciada por el propio JESÚS: “esta generación se parece a unos niños que en la plaza se dicen unos a otros: hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado…., pero los hijos de la sabiduría le han dado la razón” (Cf. Lc 7,31-35). JESÚS no sólo enseña, sino que realiza señales propias del ENVIADO de DIOS. A semejanza suya, los cristianos, ungidos por el mismo ESPÍRITU de JESÚS, tenemos que ofrecer al mundo que nos rodea, acciones marcadas por la bondad, pacificadoras, que muevan a la santidad de DIOS, sinceras y sin hipocresía.
Oración inútil
“¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros, no es de las pasiones que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no poseéis, matáis, envidiáis y no poseéis; combatís y hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (v.1-3) La envidia mata en primer lugar al que alberga el sentimiento de envidia; y si es persistente procura dañar como sea al envidiado. El que envidia no puede soportar el bien ajeno, aunque sea mínimo y en medio de sus pequeños o grandes problemas. Caín mató a su hermano Abel (Cf. Gen 4,1-8), y desde entonces la envidia genera violencia deseando la muerte del hermano. Santiago declara esta raíz del pecado presente en los corazones de algunos cristianos; y lo señala como causa que anula la eficacia de la oración. Las pasiones enfrentadas, que pugnan en el interior de los corazones se revuelven contra el hermano, y en esas condiciones la oración no se realiza. Sólo un corazón en Paz que vive en la acción de las virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, puede obtener respuesta de DIOS. Nadie es escuchado cuando muestra un corazón violento o envidioso. San Pablo dice que “el ESPÍRITU SANTO viene a nuestro espíritu, porque nosotros no sabemos pedir como conviene” (Cf. Rm 8,26). Nuestro corazón debe ser sanado, en ocasiones, de heridas profundas; y sólo el AMOR de DIOS puede hacerlo. La oración es una gracia muy especial en sí misma. Encontramos ahora a muchas personas con impedimentos de todo tipo, que se sienten incapacitadas para realizar una oración.