El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús que va de camino mientras sus discípulos discuten entre sí quién de ellos es el más importante. El Señor les pregunta: ¿De qué van hablando? El silencio los delata y aprovecha para dar una enseñanza que es fundamental en la vida de todo cristiano, les dice: “El que quiera ser el mayor de todos que sea el el servidor de todos, que se convierta en el último”.
¿Es que Jesús aboga por la mediocridad y quiere inculcar a sus discípulos un sentimiento de inferioridad? Ciertamente que no. Simplemente Jesús pone en claro que los valores del evangelio son diferentes a la mentalidad de poder que siempre han predominado en nuestra sociedad, ese afán desmedido de dominio y posesión, esa pretensión de estar sobre los demás, de mandar, dominar y si para alcanzar el poder es preciso pisar y eliminar a los demás, no hay por qué no hacerlo, pero Jesús advierte: Entre ustedes no sea así, más bien, el que aspire a ser el primero que sea un ejemplo de servicio y entrega a los demás, que sus ansias de poder se conviertan en ansias de servicio y amor por el prójimo, esa es la grandeza que Dios aprecia, lo demás es engaño y vanidad.
Piensa un poco las palabras de Jesús y pregúntate si tú también quieres ser el primero, no para satisfacer tu ego ni para mostrar a los demás tu importancia, sino para hacer el primero a los ojos de Dios. Si eres cristiano, si quieres seguir los pasos de Jesús, es preciso que revises tu vida, tu modo de pensar y de actuar y que te preguntes si tienes claro que, para ser discípulo, tienes que ser servidor, tienes que buscar no sólo tu propio beneficio, sino el bien de tu prójimo, tienes que dejar de pensar siempre y sólo en ti mismo, calmar tus ansias de dominio y de poder y buscar la manera de salir de tu egoísmo para servir y amar a los demás. San Ignacio de Loyola tenía una frase muy bella que debería ser la norma de tu vida: “En todo, amar y servir”. Que tu vida no busque otra cosa más que en todo amar y servir.
“Señor señor Jesús, necesito aprender de ti, aprender que hay más alegría en dar que en recibir, aprender que la grandeza no está en tener poder y acumular riquezas, sino que la verdadera alegría está en servir y compartir. Que yo comprenda que el verdadero poder está en tu cruz, es decir, en crucificar mi avidez de poder y de tener para, como tú, ser capaz de entregar la vida por los demás”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!