Deseamos una sociedad distinta…

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XXV Domingo del Tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Hoy se nos presenta a Jesús atravesando Galilea; no quiere que nadie se dé cuenta, está centrado en instruir a sus Apóstoles. En el Evangelio de Marcos, “el camino” representa el itinerario de formación del discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le entonen vivas, sino un grupo de personas responsables capaces de asumir su proyecto; ya había explicado su identidad y ahora desea compartir con aquellos que lo siguen: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, le darán muerte y tres días después de muerto, resucitará”, acontecimientos que se darán en Jerusalén, hacia donde se dirigen.

Jesús mientras explica su pasión, muerte y resurrección, se da cuenta que sus oyentes principales, están discutiendo sobre ¿quién es el más importante? Es lógico entenderlos, ya que habían crecido en una sociedad jerarquizada y el más importante recibía honores; en el fondo está la ambición y la vanidad. No creen en la igualdad fraterna que busca Jesús, ellos siguen con sus aspiraciones.

El Maestro ve la necesidad de profundizar en su proyecto, de darle el verdadero sentido al llamado que les hizo. Así que, llegando a Cafarnaúm, se sienta y los interroga diciendo: “¿De qué discutían por el camino?”, ellos no se atreven a contestar, no les cabe en la cabeza lo que les dice Jesús. No quieren pensar en la crucifixión, no entra en sus planes ni expectativas; ellos andan preocupados por ¿quién será el más importante en el grupo?

¿quién ocupará el puesto más elevado? ¿quién recibirá más honores?

Parece que aquellos que Jesús ha reclutado para continuar su estilo de vida, no han comprendido, no han captado lo esencial para promover esa causa. Él no se desanima, sabe que debe seguir enseñando. Jesús se sienta; es una actitud del que enseña; desea enseñarles algo que nunca deben olvidar. Los llamó para que estuvieran con Él e imitaran su ejemplo; para que lleven su proyecto adelante, pero los ve muy distanciados y para seguir sus pasos y parecerse a Él, necesitan hacer suyas estas dos actitudes:

1ª- Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Les está indicando que, aquel que quiera ser su discípulo debe renunciar a las ambiciones, rangos, honores y vanidades que puedan estar en sus corazones. En su grupo nadie debe pretender estar por encima de los demás, por el contrario, debe ocupar el último lugar. Con Jesús el sentido de dominio de unos sobre otros, no existe; Jesús remarca la igualdad, pero sobre todo, el servicio. Un sabio francés decía: «Los auténticos guías de la humanidad no son los que dominan por la fuerza, sino los que sirven con todas sus fuerzas». La estrella de cine en Hollywood, Betty Hutton, manifestó un día:

«La vida me dio fama, dinero, popularidad, influencia… pero nunca fui feliz». Casada y divorciada cuatro veces, aburrida de fiestas y homenajes, sufrió una grave depresión. Posteriormente trabajó como voluntaria, dedicando los servicios más humildes a personas necesitadas. Una vez convertida al catolicismo, diría de su vida: «Jamás me sentí tan feliz como ahora». Es que si servimos desinteresadamente, nos sentiremos felices. El poeta indio Tagore escribió: «Dormía y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví, y en el servicio encontré la alegría».

2ª- Actitud. Jesús ilustra esta actitud con un gesto simbólico: Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe”, lo hizo para que aquellos hombres ambiciosos se olvidaran de honores y grandezas, y pusieran los ojos en los pequeños, los indefensos, los más necesitados de protección y de cuidados. Recordemos que los niños en el pueblo judío no eran tomados en cuenta.

Pensemos hermanos: ¿Qué nos enseña el Evangelio? Que analicemos nuestro interior y veamos si contamos con alguna dosis de ambición, de deseos de recibir honores, de sentirnos por encima de los demás. La sociedad actual motiva a ser personas de éxito, que se sobresalga por encima de los demás, que se reciban aplausos. Según Jesús, las personas más importantes son aquellas que no viven para su éxito personal; son aquellas que no piensan en satisfacer egoístamente sus deseos, sino que están preocupadas en el bien de los otros. Pensemos: ¿Mi corazón cuenta con ambiciones, vanidades, deseos de recibir honores, de ser el más popular o importante? No olvidemos que Jesús nos invita a servir. A muchos de nuestros hermanos políticos, cuando andan en campañas, se les llena la boca diciendo que desean servir al pueblo y da tristeza cuando muchas veces vemos, por más que se diga lo contrario, que se sirven del pueblo y de los bienes del pueblo, para buscar más poder y buscar sus intereses y no los del pueblo.

El haber puesto un niño en medio de aquellos hombres que aspiraban los primeros puestos, es para invitarlos a acoger al más necesitado, desprotegido, a los abandonados a su suerte. Jesús muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad, está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino a las personas más postergadas y simples, ellas son las más importantes para Dios. El más grande entre los discípulos, es el que más acoge, cuida y sirve a los pequeños de Dios. El amor a los pequeños es lo que más nos identifica con Jesús porque es el amor más desinteresado y gratuito.

He pensado en tantos niños que han quedado desprotegidos porque asesinaron a sus padres; pienso en tantos niños desplazados, con rostros atemorizados; niños que con miedo han abandonado sus hogares en busca de un lugar más seguro; otros niños atrapados en la explotación sexual o al servicio del crimen organizado, niños expuestos a ser confundidos y engañados por quienes promueven las ideologías. Hago un llamado a los papás, mamás solteras, profesores, catequistas, a todos los agentes de pastoral, no descuidemos la niñez, ya que es el futuro de nuestra sociedad. Necesitamos un cambio en nuestra sociedad, y eso será posible, cuando sepamos acoger, cuidar y educar a las próximas generaciones. Deseo que los adultos, no nos enfrasquemos en tantas preocupaciones y ocupaciones, que olvidemos a la niñez. Saint-Exupéry en su obra ‘El Principito’, decía: “Los niños deben tener mucha paciencia con los adultos”. Él lo expresa así, ya que los niños no encuentran en los adultos acogida, comprensión, respeto. Que no sea así entre nosotros los cristianos. Deseamos una sociedad distinta, pensemos en una formación integral de esos niños que son la imagen viva de Dios. Cambiemos los esquemas de nuestra sociedad utilitarista, por el proyecto de Jesús y cuidemos a los niños y a los más desprotegidos.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

Comparte:
Obispo de la Diócesis de Apatzingan