“Señor, ¿a quién iremos?”, homilía dominical del arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

HOMILÍA
XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo B
Jos 24, 1-2. 15-17. 18; Ef 5, 21-32; Jn 6, 55. 60-69.

“Señor, ¿a quién iremos?” (Jn 6, 68).

In lake’ex ka t’ane’ex ich maaya kin tsikike’ex yéetel kimak óolal. Bejlae’ san Pablo ku tsikbatik ti to’on bix le ts’oka’an u beelo’obo’ k’anan u bisikuba’ao jel bix Cristo ku yaabiltik u Iglesia. Ti le evangelio bejlao’, le mako’ob muchlajano’ob u yubo’ob u t’aan Jesuse’, tu xúump’atajo’ob, ka p’aat chen Jesús yéetel le doce apostoleso’obo. Le tio’obe’ tu k’amajo’ob u k’axt’aan: yaan u ts’aak tio’ob u janto’ob u baak’el yéetel u k’ik’el.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este domingo vigésimo primero del Tiempo Ordinario.

En la segunda lectura, tomada de la Carta de san Pablo a los Efesios, el apóstol defiende la institución matrimonial con las mismas palabras del libro del Génesis (2, 24), que utilizó el mismo Cristo en el evangelio de san Mateo para defender el matrimonio, las cuales dicen: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Mt 19, 15).

Incluso antes de estas palabras, el Apóstol habla de la relación entre los esposos en unos términos que seguramente muchos no aceptarían hoy, especialmente los del movimiento feminista, pues san Pablo dice que la mujer debe respetar a su marido; pero consideremos por una parte que la Palabra de Dios no podemos cambiarla, y por otra parte, que el tiempo y la cultura en la que san Pablo escribió su carta eran de un absoluto machismo, sobre todo entre los judíos.

Se supone que en nuestro tiempo las cosas han cambiado mucho y que vivimos en una cultura de igualdad entre hombre y mujer, lo cual dista mucho de ser cierto. Todavía hay mujeres que son educadas para servir al hombre, desde el servicio a sus hermanos hasta el de sus esposos. La verdad es que muchas mujeres todavía son maltratadas por sus esposos; aún hay muchos hombres en todas las clases sociales, que creen que tienen derecho de oprimir a su mujer a su antojo. Estas actitudes del varón suelen provenir, más que de su educación, de sus propios complejos, por lo que, sólo demostrando prepotencia y violencia contra su mujer, se sobrepone a las humillaciones que aguanta por todos lados, especialmente en su trabajo.

La cultura antigua, el machismo de hoy y las nuevas costumbres que buscan la igualdad entre el hombre y la mujer, requieren de la luz del misterio cristiano para poder vivirse con otro espíritu muy diverso. San Pablo les decía: “Respétense unos a otros por reverencia a Cristo: que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratara del Señor, […] como la Iglesia es dócil a Cristo, así las mujeres sean dóciles a sus maridos en todo” (Ef 5, 21-24). Si pareciera que es mucho lo que el Apóstol pide a las mujeres cristianas, no es nada comparado con lo que pide a los esposos cristianos: “Maridos, amen a sus esposas, como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, para santificarla” (Ef 5, 25-26).

La igualdad entre los esposos cristianos hoy en día, supone un diálogo de calidad entre ellos en el que se comuniquen todo con mucho respeto, haciendo a un lado la intención de convencer y de prevalecer sobre el otro, sobre todo tratando de conocer y valorar los sentimientos que están afectando a su cónyuge. Así es que no se trata de inteligencia y argumentos para convencer y vencer, sino de amor, sensibilidad y la intención de llegar juntos a la verdad que les conviene a ambos junto con sus hijos.

Se trata de una experiencia de fe que los haga poner a Cristo en medio de ellos, pues su matrimonio no es de dos, sino de tres, ya que se unieron por Cristo, con él y en él. Para dialogar a diario, sobre todo cuando haya que tomar decisiones importantes, tómense de las manos, inicien con una oración y terminen también con una oración. Verán que todo cambia. El machismo sin Cristo es un infierno en el hogar; al igual que el pensamiento moderno de igualdad, sin Cristo, se torna en un combate continuo que termina por quebrar la unidad matrimonial y familiar. Que haya, pues, entre los esposos, un diálogo diario que vaya quitando cada ‘piedrita’ que va cayendo en el camino.

El cristianismo supone un verdadero radicalismo, para estar con Dios o para estar contra Él; pues como dice el libro del Apocalipsis, a los tibios los vomita el Señor (cfr. Ap 3, 15-19). En la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Josué, este guía de Israel pone las dos alternativas a todo el pueblo, para que, si no quieren servir al Señor, manifiesten con quién quieren estar, si con los dioses que sirvieron sus antepasados o con los dioses a los que sirven los amorreos. Ante esto Josué dijo: “En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor” (Jos 24, 15). Qué dolor tienen hoy en día muchos padres de familia que no pueden decir lo mismo, pues ven a sus hijos alejarse de su fe y de sus valores. Tengan paciencia y tarde que temprano verán volver a sus hijos a la fe en la que los educaron, cuando ellos tengan experiencia personal de Dios.

Hoy concluye la lectura del capítulo 6 del evangelio de san Juan que hemos venido siguiendo durante algunos domingos. Ahora vemos cómo aquellos que en la multitud antes querían hacerlo rey, ahora ante la promesa de Jesús de darles a comer su carne y a beber su sangre, se echan para atrás y ya no lo siguen. Dentro de aquella multitud había también algunos discípulos de Jesús, que desde entonces dejaron de seguirlo, y Jesús no trata de detener a nadie, pues quien lo siga debe confiar plenamente en él.

Más aún, cuando se queda solo con los doce, los reta también a ellos diciéndoles: “¿También ustedes quieren dejarme?”, como si les dijera que no va a cambiar la doctrina que les acababa de exponer. Pedro, en nombre de sus compañeros responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn 6, 68-69). Es una respuesta de verdadera fe, una respuesta valiente y contundente, de quienes han seguido a Jesús y están decididos a seguirlo siempre.

Ojalá que nuestra respuesta personal y familiar sea igual de fuerte y contundente. Como los niños pequeños que no entienden a sus papás, pero confiando en ellos se comen lo que les dan y tomados de sus manos nunca se sienten perdidos. No andemos con medias tazas, ni seamos como aquellos esnobistas que andan probando aquí y allá a ver qué encuentran. Más bien fortalezcamos nuestra fe mediante la oración, la frecuencia a los sacramentos, la lectura de la palabra de Dios, el estudio de nuestro catecismo y la asistencia a los grupos de Iglesia donde podemos perseverar y crecer en nuestra fe.

Al igual que Jesús, la Iglesia no debe tratar de acomodar su doctrina y enseñanzas al gusto y comodidad de las masas, sino que, ante todo, ha de ser fiel a las enseñanzas de nuestra Señor Jesucristo, e ir dar dando respuesta a las nuevas situaciones bajo la guía del Espíritu Santo y en comunión con el santo Padre, el Papa Francisco.

El pasado jueves recibió la ordenación episcopal Mons. Luis Alfonso Tut Tun en Antequera Oaxaca. Como presbítero, su última encomienda fue en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Akil. Ahora, el nuevo obispo será auxiliar del arzobispo de aquella arquidiócesis.

Que tengan una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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