La Iglesia es el nuevo «pueblo real, profético y sacerdotal» y el ‘Mesías’, el ‘Cristo’, es Jesús

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En la audiencia general, el Papa prosiguió su reflexión sobre el papel del Espíritu Santo en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia. En el centro de la catequesis está el bautismo de Jesús: amor, alegría, paz son algunos de los frutos del Espíritu que los creyentes están llamados a testimoniar en su entorno.

A orillas del Jordán, el Espíritu Santo desciende en forma de paloma sobre Jesús. La página del Evangelio de Marcos (Mc 1,9-11) describe la escena en la que resuena una voz del cielo que dice: «Tú eres mi Hijo, el amado: en ti he puesto mi complacencia». Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general de hoy, miércoles 21 de agosto, al Espíritu Santo en el bautismo de Jesús. Unos 5.000 participantes en el Aula Pablo VI.

Bautismo en el Jordán

«Toda la Trinidad se reunió, en aquel momento, a orillas del Jordán», dice el Papa: “Está el Padre que se hace presente con su voz; está el Espíritu Santo que desciende sobre Jesús en forma de paloma; y está aquel a quien el Padre proclama Hijo amado. Es un momento muy importante del Apocalipsis, es un momento muy importante de la historia de la salvación. Nos hará bien releer este pasaje del Evangelio”.

Jesús difunde el Espíritu a todo su cuerpo, la Iglesia

El mismo Jesús hablaría de ese momento poco después en Nazaret, afirmando: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha ungido». Jesús fue “ungido con el Espíritu Santo” como Rey, Profeta y Sacerdote -continúa Francisco- al igual que en el Antiguo Testamento los reyes, profetas y sacerdotes eran ungidos con óleo. Pero no se trata sólo de una “gracia personal”, Jesús comunicará a todo su cuerpo, la Iglesia, el Espíritu Santo que ha recibido.

“Por eso la Iglesia es el nuevo «pueblo real, pueblo profético y pueblo sacerdotal». El término hebreo ‘Mesías’ y el correspondiente en griego ‘Cristo’ – Christós -, ambos referidos a Jesús, significan ‘ungido’: fue ungido con el óleo de la alegría, ungido con el Espíritu Santo. Nuestro mismo nombre ‘cristianos’ será explicado por los Padres en sentido literal: cristianos significa ‘ungidos a imitación de Cristo’.”

Llevar la fragancia de Cristo a los demás

“Cristo es la cabeza, nuestro Sumo Sacerdote, el Espíritu Santo es el óleo perfumado y la Iglesia es el cuerpo de Cristo en el que se difunde”, explica además el Papa. El óleo se refiere al perfume que, como se dice en la Misa del Jueves Santo, es el perfume «de una vida santa» a la que están llamados “los que reciben la unción” con el ‘Crisma’ en los sacramentos del Bautismo y la Confirmación. Francisco señala que “una persona que vive con alegría su unción perfuma la Iglesia, perfuma la comunidad, perfuma la familia con esta fragancia espiritual”.

“Sabemos que, por desgracia, a veces los cristianos no esparcen la fragancia de Cristo, sino el mal olor de su propio pecado. (…) Y el diablo -no lo olvidemos- suele entrar por los bolsillos -cuidado, cuidado-. Y esto, sin embargo, no debe distraernos de nuestro compromiso de realizar, en la medida de nuestras posibilidades y cada uno en su ambiente, esta sublime vocación de ser el buen olor de Cristo en el mundo.”

Qué maravilla encontrar una buena persona

Se trata de vivir los frutos del Espíritu, “que son el amor, la alegría, la paz, la magnanimidad, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, el dominio de sí mismo”, dice el Pontífice, añadiendo:

“Qué bonito es encontrar a una persona que tenga estas virtudes: amor, una persona con amor, una persona alegre, una persona que crea paz, una persona magnánima, una persona benevolente que acoge a todo el mundo, una buena persona.”

Si hacemos esto, concluye, “alguien sentirá a nuestro alrededor un poco de fragancia del Espíritu de Cristo”.

Adriana Masotti.

Ciudad del Vaticano.

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