El día del Señor

Proverbios 9,1-6 | Salmo 33 | Efesios 5,15-20 | Juan 6,51-58

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La EUCARISTÍA tiene como tiempo específico el Domingo o Día del SEÑOR. Los tiempos mesiánicos se atestiguan por la presencia del SEÑOR en la EUCARISTÍA. La naturaleza de este PAN que da la Vida al mundo confirma la nueva Presencia de DIOS entre nosotros. La EUCARISTÍA es en verdad el ENMANUEL o DIOS-con-nosotros. El Cielo se ha acercado a la tierra, y estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28,20). La EUCARISTÍA es la prueba eminente del Año de Gracia que JESÚS prometió para los hombres, excluyendo en principio la manifestación del “día de la venganza” (Cf. Is 61,2). El Día del SEÑOR se inicia “el primer día de la semana” cuando JESÚS resucita (Cf. Jn 20,1). En la versión de san Juan es un día largo que comienza muy temprano, cuando aún no había amanecido del todo, y continúa con distintos acontecimientos, que ofrecen como resultado el encuentro de JESÚS con sus discípulos en el Cenáculo (Cf. Jn 20,19). El primer día de la semana como Día del SEÑOR queda instituido para el Cristianismo de todos los tiempos. El Domingo para los bautizados no es simplemente un día de descanso laboral, sino el Día del SEÑOR, que celebra la Nueva Pascua: el paso de JESÚS de este mundo al PADRE (Cf. Jn 13,1;20,17). El Día del SEÑOR tiene, por tanto, un sentido profundamente pascual, que nos une a las raíces de la Pascua vivida por los judíos, la salida de la esclavitud egipcia para dirigirse a la Tierra Prometida, caminado en libertad por el desierto. Cada semana renovamos el don de una Vida en Gracia, a la que accedimos por primera vez el día de nuestro Bautismo. Sin sufrir daño alguno, el SEÑOR libró por nosotros la batalla contra el pecado original y tras el baño de la regeneración pasamos a participar de una Vida en Gracia, que viene de modo especial por medio de la EUCARISTÍA. Este es el verdadero PAN del Cielo (Cf. Jn 6,32), para que todo el que coma de él no conozca la muerte (Cf. Jn 6,51), porque es alimento de eternidad. La tierra a la que nos dirigimos no tiene una demarcación geográfica y pertenece a otra esfera de existencia inaugurada por JESÚS con su muerte de Cruz y Resurrección: “en la Casa de mi PADRE hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio” (Cf. Jn 14,2). Nuestro destino es la vida Eterna después de haber salido de las manos de DIOS para venir a este mundo, retornando en unas condiciones distintas, pues la entrada en este mundo por breve que este contacto se hubiera producido nos ha hecho plenamente humanos. Volvemos a las moradas eternas destinadas por el PADRE para todos nosotros con una condición corpórea glorificada a imagen de la de JESÚS porque participamos de ella (Cf. Flp 3,20-21). La EUCARISTÍA encierra tiempo y eternidad, la Gracia y el esfuerzo personal. La EUCARISTÍA, en su última fase, comienza en la Última Cena y culmina en  la Cruz: “tengo sed” (Cf. Jn 19,28), cuando JESÚS apura el cáliz de su pasión por todos nosotros. JESÚS con su Cruz y Resurrección se hace EUCARISTÍA, alimento de Vida Eterna, y se constituye al mismo tiempo en la fuente permanente de la misma. El Domingo es el Día del SEÑOR o Día de la Gracia. Cuando JESÚS fue a la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y leyó ese texto de Isaías (Cf. Is 61,1-3; Lc 4,18-19), omitió la mención al día de la venganza del SEÑOR, y los presentes aumentaron su extrañeza y desconfianza. JESÚS quería señalar desde el principio, que su objetivo primero por su parte es el de dar a los hombres la vida Eterna. Como en otras ocasiones, sólo si los hombres rechazan el favor de DIOS, la Gracia puede trocar en venganza, porque el hombre voluntariamente se dispone a la negación de la Gracia.

Constantes en la Fracción del Pan

El libro de los Hechos de los Apóstoles relata los comienzos de la Iglesia, que va teniendo una progresiva separación del Templo y la Sinagoga. Los creyentes en JESÚS eran asiduos -constantes, perseverantes- a la Fracción del Pan (Cf. Hch 2,42) Este es el factor diferencial más acentuado, que irá marcando caminos diferentes. San Pablo de forma especial, en la primera carta a los Corintios, describe el testimonio de la Cena del SEÑOR, y los problemas surgidos a su alrededor (Cf. 1Cor 11,17ss). La Fracción del Pan culminaba el ágape anterior, para el que se reunían en la casa de alguno de los hermanos acreditados y presidir la celebración. Pero el Apóstol deja entrever con dolor y realismo, la poca sintonía, en ocasiones, del clima creado entre los hermanos con la sublimidad del sacramento eucarístico compartido. El testimonio de san Justino, que data de mediados del siglo segundo, describe una celebración con una estructura diferente, que se corresponde a la Santa Misa actual, conocidas por todos. La reunión de los cristianos para esta ocasión se producía el primer día de la semana, tanto en una casa como en un lugar abierto, al aire libre. No parece que las catacumbas fueran lugares habituales de reunión y celebración de la Cena del SEÑOR, sino tan sólo el sitio para los enterramientos. La celebración discurría con un tiempo prolongado de lectura de la Escrituras; después el que presidía realizaba las exhortaciones convenientes. A renglón seguido, se daba paso a la presentación de las ofrendas que el presbítero o el obispo había de repartir entre los necesitados. También se presentaba el pan y el vino que iban a ser eucaristizados por las oraciones elevadas al SEÑOR. Posteriormente todos participaban del pan y el vino consagrados, y el diácono los llevaba a los enfermos. El ESPÍRITU SANTO construye y guía a la Iglesia, y comprobamos la permanencia en lo esencial y el gran enriquecimiento a lo largo de los siglos en Magisterio y formas de expresión litúrgicas. De nuevo volvemos al testimonio de san Pablo que se lo recuerda así a los de Corinto: “yo he recibido una tradición, que procede del SEÑOR, y a mi vez os he transmitido: que el SEÑOR JESÚS, la noche en que iba a ser entregado tomó pan, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: esto es mi CUERPO que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar: este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre, haced esto cada vez que lo bebáis en memoria mía. Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del SEÑOR hasta que vuelva” (Cf. 1Cor 11,23-26). San Pablo recibe esta tradición que procede del mismo JESÚS, y los Apóstoles recogieron como testigos cualificados del acontecimiento, que pudieron no entender en todo su alcance al principio; pero el ESPÍRITU SANTO se encargó de conducirlos pronto “a la verdad completa” (Cf. Jn 14,26) del acontecimiento. No estamos ante la ejecución repetida de un gesto simbólico, sino ante un acontecimiento que se actualiza cada ve que un ministro debidamente ordenado pronuncia las mismas palabras de JESÚS, que dieron la primera EUCARISTÍA a los discípulos reunidos en el Cenáculo. Los Apóstoles tendrán Poder para realizar el “memorial” de la Última Cena tal y como lo prescribió JESÚS. Ellos, los discípulos, están ungidos por el ESPÍRITU SANTO para hacer presente el sacrificio de JESÚS, la sangre de la Nueva Alianza, hasta que se produzca la Segunda Venida. De forma ininterrumpida, en el intervalo abierto entre la primera y la segunda venida, la presencia eucarística del SEÑOR se multiplicará sin cesar “desde donde sale el sol hasta el ocaso”, como dice la tercera plegaria eucarística. Todo es importante en la Santa Misa, pero nada se puede comparar a las palabras de la consagración pronunciadas por el ministro debidamente ordenado, que abren el Cielo y atraen a este mundo de los hombres, la Divina presencia de JESÚS que viene a proveer de un alimento que no es de este mundo y nos prepara para la Vida Eterna.

La Sabiduría se presenta

Los libros de la Sabiduría y el de Proverbios hacen una presentación de la Sabiduría que excede el carácter de atributo divino. La Sabiduría presenta los rasgos de una entidad operativa y autoconsciente con rasgos divinos. Con la revelación del Nuevo Testamento los textos recogidos sobre la Sabiduría en los libros mencionados, pueden ser aplicados tanto a la Segunda Persona de la TRINIDAD, el HIJO; como a la Tercera Persona, el ESPÍRITU SANTO. Veamos algunos versículos: “YAHVEH me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui fundada, antes que la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, no había fuentes cargadas de agua. Antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas fui engendrada… Cuando asentó los Cielos allí estaba yo…Cuando asentó los cimientos de la tierra, allí estaba yo como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo…, y mis delicias están con los hijos de los hombres. Ahora hijos, escuchadme, dichosos los que guardan mis caminos… Escuchad la instrucción y haceos sabios, no la despreciéis” (Cf. Pv 8,22-34) Como su término indica, el concepto de revelación refiere una realidad que se va reconociendo paulatinamente. Lo que encierra la Escritura es el Misterio mismo de DIOS y las obras por ÉL realizadas, que participan también de su designio misterioso. Estos versículos revelan aspectos nuevos del monoteísmo bíblico, y apuntan a la revelación dada en el Nuevo Testamento. Antes de todo lo creado estaba la Sabiduría, a la que el autor sagrado le confiere un origen. Las palabras delimitan los conceptos y por tanto no pueden recorrer todo el campo de la realidad a la que se aproximan. La Sabiduría creada de estos libros sapienciales se vuelve Sabiduría increada con la revelación del VERBO encarnado (Cf. Jn 1,1ss). La Sabiduría, entonces, se ofrece como un modo primario de aproximación al misterio trinitario, de tal forma que se aminora la ruptura de nivel entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. De los atributos descritos en los textos dados a la Sabiduría personificada, participan tanto la Segunda como la Tercera Persona de la TRINIDAD, y por eso podemos confesar con el Credo nicenoconstantinopolitano, que “el ESPÍRITU SANTO habló por los profetas”: la delicia de la Sabiduría son los hijos de los hombres. La Sabiduría viene repleta de dones para hacer inteligentes a los hombres, que encuentran en Ella los caminos ciertos para conducirse como hijos de DIOS: “dichoso el hombre, que me escucha, velando en mi puerta cada día, guardando las jambas de mi entrada, porque el que me halla ha encontrado la vida, ha logrado el favor de YAHVEH” (Cf. Pv 8,34-35). La Sabiduría también está en el origen de toda sentencia cierta, que da una orientación segura al hombre que busca confiado la verdad, por tanto la Sabiduría se dispone al diálogo con aquel que guarda el dintel y las jambas de su puerta. Las palabras, predicación, obras y señales de JESÚS dan razón a la Sabiduría (Cf. Lc 7,35).

Una profecía de la Iglesia

La lectura retrospectiva de la Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, es necesaria para aproximarnos a los contenidos que ofrece la Revelación. Dice JESÚS: “un escriba versado en el Reino de los Cielos es como un padre de familia, que saca de su arcón lo nuevo y lo antiguo” (Cf. Mt 13,52). Sobre la Iglesia aparecen imágenes diversas en el Antiguo Testamento, que son aplicables a las características básicas de la Iglesia fundada en JESÚS. De la Iglesia decimos que es “la viña del SEÑOR”, “el Nuevo Pueblo de DIOS”, a “imagen del Pueblo liberado de Egipto”. La Iglesia es “la Nueva Casa o linaje”, en la que CRISTO es la Cabeza. La Iglesia es “el Nuevo Templo”, y cada uno de los bautizados somos piedras vivas de ese Templo por el Bautismo. La primera lectura de este domingo, del libro de los Proverbios, se inicia diciendo: “la Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas” (Cf. Pv 9,1) Los católicos de forma especial decimos que la Iglesia pertenece antes de nada al designio eterno de DIOS, por esta razón, la Iglesia está presidida por la santidad, no en razón de los hombres, sino porque es obra de DIOS. Con toda intención apologética, decimos que la Iglesia pensada por DIOS es una, por lo que la proliferación de iglesias es un resultado de la acción de los hombres. Lo mismo que DIOS nos ofrece un único SALVADOR, que es JESUCRISTO, sólo dispone de una Iglesia para ofrecer los medios de la Salvación a los hombres. “La Sabiduría se ha construido una casa” y no dos, porque en ella quiere reunir a todos los que van a participar de sus dones. Manteniendo esta línea de argumentación nos apoyamos en el carácter septenario que presenta la edificación. Siete son los sacramentos con los que verdaderamente los hombres somos santificados y la Iglesia es construida en este mundo para encontrarla perfecta, santa y sin mancha, pues en ella seremos recibidos. Pero la santidad final de la Nueva Jerusalén está en el comienzo. La Iglesia de JESUCRISTO es mucho antes una creación de DIOS, que una obra de los hombres, que como “piedras vivas” (Cf. 1Pe 2,5) entramos a formar parte. Siete columnas, o siete Sacramentos, de los que la EUCARISTÍA es el principal, porque a través de la EUCARISTÍA es el mismo JESUCRISTO quien se hace presente. El resto de los Sacramentos constituyen acciones santificadores de vital importancia, sin las cuales es imposible llevar adelante una vida cristiana como el SEÑOR quiere. A pesar de todos los inconvenientes, el ESPÍRITU SANTO viene dando a la Iglesia todo lo necesario para saber con certeza el camino que conduce hacia DIOS. El problema fundamental de nuestros días estriba en la indiferencia también de los propios cristianos hacia la singularidad de la Fe, y la aceptación de la falacia de la mayoría como criterio de verdad. Algunos piensan, que si la Iglesia no se acomoda al mundo está perdida. Es necesario dar la vuelta a esa postura: DIOS no cambia su Verdad porque lo decida una mayoría mundana. Si el bautizado cree que el Sacramento del Matrimonio no es importante, es que su condición de bautizado se desliza por una pendiente preocupante. Si algún bautizado considera que su condición personal la decide una mayoría parlamentaria, la subjetividad de unas emociones o la prescripción de unas leyes, en contra de un imperativo biológico y una Ley Natural inscrita en el corazón del hombre, es que el contagio de la mundanidad ha surtido un gran efecto.

La mesa de la Sabiduría

“Ha hecho su matanza, ha mezclado su vino, ha aderezado su mesa” (v.2). Para los cristianos de las primeras generaciones y los católicos de todos los tiempos, estas imágenes las vemos cumplidas en la persona del REDENTOR. ÉL nos entrega su humanidad como reparación y expiación por nuestros pecados: “nos da a comer su carne” (Cf. Jn 6,52). Cada vez que nos acercamos al Sacramento eucarístico se mezcla verdaderamente la sangre del REDENTOR con la nuestra, la de cada uno en particular, pues en la EUCARISTÍA está el SEÑOR en toda su realidad glorificada con todo su cuerpo, sangre, alma y Divinidad. El SEÑOR en la Santa Misa prepara dos mesas: la Mesa de la Palabra y la Mesa de la EUCARISTÍA. De esa dos mesas nosotros nos alimentamos con un pan que nos da la Vida Eterna.

En femenino

“La Sabiduría ha mandado a sus criadas a anunciarla en lo alto de las colinas que rodean la ciudad” (v.3). La Sabiduría envía a sus servidoras, que representan las almas receptivas, para dar a conocer lo dispuesto con objeto de reunir el mayor número de invitados. Esta imagen se completa en san Mateo y san Lucas, al tratar de “la boda del hijo del rey” (Cf. Mt 22,2ss); y la del señor que transmite una invitación a los principales de sus dominios, pero todos ellos se excusan, y los criados son enviados a los cruces de los caminos para invitar a todos los que encuentren, hasta que la sala del banquete quede llena de comensales. En buena tinta hay que señalar la adaptación de la sala a los invitados, para que ninguno quede fuera. Volviendo al texto de proverbios, observamos cómo el carácter femenino no está excluido para referir las acciones de DIOS.

Madurez espiritual

“Los inexpertos que vengan aquí; quiero hablar a los faltos de juicio” (v.4). Es una gran desgracia considerar que las cosas dan comienzo con la percepción que se tiene de ellas a primera vista. El adanismo se promueve en nuestros días y muchos piensan que internet ha existido siempre, y los teléfonos móviles ya los utilizaban en el siglo pasado con toda naturalidad. Decía el sabio, “si no conoces lo que ocurrió antes que nacieras, siempre serás un niño”. No sólo la historia es maestra de vida, sino la lectura comprensiva y sabia de los hechos ocurridos. No es exacto al cien por cien, pero hay que tener en cuenta el aforismo de Qohelet: “nada nuevo bajo el sol” (Cf. Qh 1,9). En realidad la repetición exacta no se puede dar, pero la constante viene por el espíritu humano que observa los hechos y responde ante ellos. No hay dos envidiosos idénticos, ni dos megalómanos iguales, pero algo nos puede adelantar la Sabiduría para situarnos delante de estos. No todos los drogadictos acaban igual de mal, pero todos sufren deterioro físico y mental. Algunos reducen la madurez personal a los itinerarios marcados por los diseños de autoayuda, pero la base de la maduración personal desde la vertiente espiritual pasa por reconocer los principios básicos recogidos en la Revelación. El esfuerzo personal por permanecer en la cresta de la ola es inútil, porque la persona tiene que reconocerse pequeña ante DIOS -humildad-; y esto último chirría en los oídos de muchos. Desde hace tiempo los predicadores en las misas dicen a los feligreses allí presentes, que la clave de todo es “dejar hacer”, pero muy pocos los entienden y los que entienden algo la cosa se van dando cuenta que el asunto lo dejó más claro JESÚS cuando dijo: “pedid y se os dará, llamad y se os abrirá; buscad y encontraréis” (Cf. Lc 11,9). Resulta que en la pedagogía de JESÚS hay mayor actividad que pasividad, pero la corriente moderna psicologista va en otra línea para tender sendas que no llevan a ninguna parte. Si el que necesita llegar a la otra orilla dijera, me basta sólo con flotar y no moviera los brazos y los pies convenientemente, nunca alcanzaría su objetivo. Hay que recomendarles a los bien intencionados, que “hagan algo”, porque cuando el SEÑOR quiera su inacción ya les mandará la cruz correspondiente, y entonces sí “dejarán hacer”.

Un nuevo alimento

“Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado” (v.5). La Sabiduría procura la inteligencia y conocimiento de las cosas para conducirnos con acierto, en el estilo de vida de los hijos de DIOS. No se nos olvidan las palabras del Deuteronomio actualizadas por JESÚS frente al tentador: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de DIOS” (Cf. Dt 8,3; Mt 4,4). El pan de trigo, cebada o centeno es necesario para dar energía a nuestro cuerpo, pero JESÚS confirma que el alimento principal viene de la Palabra dada por DIOS, que merece toda nuestra adhesión. La Palabra debe ser reconocida y comprendida con inteligencia espiritual, para que opere en nuestro corazón con resultados propios de la conversión. La Palabra revelada en el corazón nos vuelve un poco más hacia DIOS. El vino es símbolo de fortaleza, y para que surta el efecto conveniente puede convenir mezclarlo con agua según los gustos y las necesidades. Entre los dones que la Sabiduría debe dispensar a los hombres está el de fortaleza para mantener la paz en medio de las numerosas pruebas, a las que el fiel se ve sometido a lo largo de su vida. “La constancia en el sufrimiento da como resultado la perfección” (Cf. St 1,3-4), Pero esa resistencia para llegar hasta el final está asistida por el don de fortaleza.

Experiencia acumulada

“Dejaos de simplezas y viviréis; y dirigios por los caminos de la inteligencia” (v.6). Se podría entender que alguien es simple, porque no presenta doblez, pero no es este el caso. El simple de nuestros días es el que está en la vanguardia de la última influencia de moda asumida sin filtro alguno, porque carece de verdaderos criterios. La manipulación alcanza cotas de alto grado cuando se rechaza con visceralidad la bondad de la Palabra de DIOS. Nuestro espíritu se nutre de lo que escuchamos, vemos o percibimos. El sueño nos sirve para descansar en parte y procesar todo lo acumulado durante el tiempo de vigilia. También en este intervalo del descanso nocturno dependemos de los que organizan nuestro interior. Dice el salmista: “hasta de noche me instruyes internamente” (Cf. Slm 15,7). Al iniciar la jornada, lo primero que debiéramos hacer es disponernos a recibir una Palabra del SEÑOR: “cada mañana me despierta el oído para que escuche como los iniciados -discípulos-“ (Cf. Is 50,4). En circunstancias normales, si durante la vigilia anduvimos por los caminos del SEÑOR, ÉL velará nuestros sueños. En este versículo se declaran propios los caminos de la inconsciencia y los de la inteligencia. Cada día presenta numerosas ocasiones para recorrer cualquiera de los dos caminos. Se abren los caminos de la suspicacia y la desconfianza; y los del bien obrar o decir. Tenemos a diario opciones para la compasión, o preferimos elegir la ausencia de compasión. Pequeñas sendas menores se están abriendo de continuo, aunque lo más importante sea haber elegido el camino fundamental, que es el mismo JESUCRISTO. Él es la opción inteligente, a través del cual llegamos al PADRE y nos llega el don del ESPÍRITU SANTO, la única Iglesia y la EUCARISTÍA.

La bendición viene de DIOS

Todo en la persona de JESÚS es una bendición de DIOS para los hombres. JESÚS nos bendice con su Presencia, enseñanza y predicación. Todo lo que JESÚS nos da es alimento para nuestras personas enfermas, frágiles, en un viaje hacia la muerte, que deja de ser eterna, porque ÉL nos salva. De nuevo JESÚS nos hace una especial revelación: “YO SOY el PAN vivo bajado del Cielo; y si uno come de  este PAN vivirá para siempre y el PAN que YO le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo” (Cf. Jn 6,33-54) La comida normal es un proceso por el que unos nutrientes entran en nuestro metabolismo para proporcionarnos los elementos que sostienen la vida biológica. De esta misma forma tan íntima e intensa dice JESÚS que han de entrar en nuestro circuito espiritual los elementos que le proporcionan la verdadera vida, que no es de este mundo. Nuestro cuerpo como soporte biológico tiene su tiempo, y por cierto muy escaso comparado con la eternidad. La muerte para el cristiano puede presentarse como una gran liberación, si en el corto intervalo por este mundo lo empleó en incorporar las bendiciones de Vida Eterna, que viene a través de JESÚS. ÉL el PAN vivo que baja del Cielo y lo hace sin cesar, prácticamente, a todos altares del mundo donde se celebra la Santa misa. Miles de sacerdotes diariamente en cada hemisferio pronuncian ungidos por el ESPÍRITU SANTO, la “anamnesis” o memorial que realiza el compromiso ineludible del SEÑOR de hacerse alimento espiritual para los hombres, durante todo el tiempo en el que peregrinemos por este mundo. La “carne de JESÚS” es su humanidad cargada de experiencia humana y glorificada por su unión con la Segunda Persona de la Santísima TRINIDAD. Cuando recibimos al SEÑOR en la EUCARISTÍA entran en nuestra corriente espiritual factores humanos nuevos con carácter de eternidad, que nos transforman y preparan para el acceso, un día, al encuentro definitivo con el SEÑOR. Por esta Presencia del SEÑOR damos inicio a una cierta connaturalización con lo eterno.

La discusión de los judíos

“Discutían los judíos entre sí: ¿cómo puede éste darnos a comer su carne?” (v.52). Forma parte de la Fe la aceptación de las promesas o palabras de JESÚS tal y como ÉL las propone. JESÚS no revela los tiempos directamente con fechas precisas en los que se van a producir los acontecimientos, y tampoco ofrece argumentos a las distintas maneras que DIOS tiene para realizar sus designios. JESÚS parece que cumplirá de forma casi literal lo expuesto en los versículos anteriores de proverbios; pero sus palabras son susceptibles de interpretarse con una gravedad mayor. Como le había dicho Nicodemo: “nadie puede hacer las obras que tu haces, si DIOS no está con ÉL” (Cf. Jn 3,1), por lo que sus palabras adquirían un prestigio y reconocimiento especial. Pero los judíos que estaban allí en Cafarnaum podían entender derivaciones antropofágicas, con lo que la gravedad de aquel discurso sobre el PAN de VIDA sobrepasaba la capacidad normal de comprensión, y tales palabras estaban exigiendo un alto grado de Fe en JESÚS.

JESÚS no polemiza

“En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (v.53). Sólo san Juan pone en boca de JESÚS esta fórmula de compromiso: “en verdad, en verdad os digo…”. Con esta expresión, JESÚS quiere dar a entender que su palabra o compromiso es inamovible, y tal cosa se va a cumplir, al modo de aquella sentencia: “el Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Cf. Mt 24,35). Los tonos imperativos y definitivos empleados por JESÚS sugieren rasgos relacionados con las realidades definitivas de su Segunda Venida. El mismo Hijo de hombre -JESÚS- que está en frente de ellos, que será entregado como varón de dolores (Cf. Is 53,3); o el que revela Daniel descendiendo entre las nubes (Cf. Dn 7,13); ese Hijo de hombre es el que ofrecerá su humanidad -carne- como sacrificio único agradable a DIOS a favor de todos los hombres; y quien no lo reconozca se quedará sin la única ofrenda válida para el PADRE: “los sacrificios, ofrendas y holocaustos no te han satisfecho; y tú, oh DIOS, me has preparado un cuerpo; y aquí estoy para hacer tu voluntad” (Cf. Hb 10,5-7). JESÚS el VERBO eterno del PADRE es al mismo tiempo el Hijo de hombre que se ofrece por todos nosotros. ÉL se ofrece como víctima de comunión ritual por todos los hombres, para que todos tengamos Vida Eterna. Lo mismo que una bendición realizada por ÉL multiplicó cinco panes de cebada para que comieran cinco mil hombres sin contar mujeres y niños, así también ÉL puede hacerse bendición para todos los hombres de todos los tiempos multiplicando su humanidad glorificada. Este Hijo de hombre es al mismo tiempo Sumo y Eterno SACERDOTE con capacidad de perpetuar su sacrificio, el único que el PADRE acepta.

Para la Resurrección

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene Vida Eterna, y YO lo resucitaré en el Último Día” (v.54). Para entrar en la Vida Eterna hay que estar en condición de resucitado, pues la condición humana temporal no tiene cabida. Ahora, por estos dones sacramentales algo de vida Eterna se incorpora a nuestra humanidad presente. Paulatinamente somos tocados por la Gloria del SEÑOR que llega discretamente en los Sacramentos y de modo especial en la EUCARISTÍA. El PAN transubstanciado discurre por unos instantes por todo nuestro ser: el Cielo ha entrado en nuestra humanidad. ¿Se va a perder todo este derroche de Gracia? A poco que mantengamos un camino de Fe, Esperanza y Caridad en el seguimiento de JESÚS, ÉL se encargará de recoger en el Último Día la brizna más insignificante de Gloria o Eternidad, que haya recorrido nuestra humanidad redimida. Dos momentos tiene el Último Día: el paso particular por este mundo, y el cierre final de la historia con el fin del mundo. Este Último Día particular es como el acabado final de una obra por parte de DIOS, que dio comienzo el día o momento en el que entramos en este mundo en condición de espíritu encarnado o cuerpo espiritualizado por un alma inmortal dada expresamente por DIOS. En el Último Día particular, DIOS finaliza su modelado y nos dispone en otra fase de existencia en la Vida Eterna. Es lógico pensar que con el cierre de la historia lo que sucedió de modo particular adquiera unas dimensiones proporcionales al acontecimiento, en lo que denominamos Juicio Final, que es un concepto distinto del Juicio de las Naciones, al modo descrito en el capítulo treinta de Ezequiel. El Último Día es un nuevo comienzo en un estadio de perfección inimaginables para nosotros, tanto en la fase individual como en la que se verificará con carácter universal.

La Eternidad con DIOS es prueba de Verdad

“Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en MÍ y YO en él” (v.55-56). JESÚS ofrece una nueva razón para eucaristizar su condición humana y divina: permanecer con cada uno de nosotros de una forma lo más estrecha posible. En los ritos dados por Moisés para ser realizados en la Tienda del Encuentro y posteriormente en el Templo de Jerusalén, se daba gran importancia a los sacrificios de comunión que terminaban con la comida de algunas partes de la víctima, y la comían los oferentes y los sacerdotes o levitas que habían realizado el sacrificio. Esta comida de carácter religioso consideraba que en ella DIOS mismo participaba con los comensales. Aquello era una imagen pálida de la realidad transformadora operante en la EUCARISTÍA vivida por los católicos en la Santa Misa.  El sacrificio que llevó a JESÚS a la Cruz sucedió una sola vez, lo mismo que la Resurrección; pero su actualización surge en el momento que el ministro ungido evoca el memorial con las palabras pronunciadas por JESÚS en la Última Cena. Ese PAN y ese VINO eucaristizados constituyen la verdadera comida y bebida, que durante esta vida nos hace permanecer en JESÚS de una forma singular. Pasamos por desiertos y oasis; vienen días de oscuridad y amaneceres luminosos; aparecen dificultades que parecen insalvables y otras que pareciera el paso del Ángel del SEÑOR. Nadie puede pretender pasar por este mundo sin probar algo de la “vía sacra” del SEÑOR, pero lo esencial es permanecer.

Relación entre el PADRE y el HIJO

“Lo mismo que el PADRE, que vive, me ha enviado, y YO vivo por el PADRE. Lo mismo el que me coma vivirá por MÍ” (v.57). Estas palabras encierran un gran fondo de Misterio, pero afirman la íntima relación entre JESÚS y el PADRE. Con una participación similar podrán estar todos aquellos que reciban la EUCARISTÍA. La condición de ENVIADO no le impide a JESÚS ser íntimo al PADRE, que lo testimonió en distintas ocasiones: “este es mi HIJO amado, escuchadlo” (Cf. Mt 17,5). San Juan nos refiere la voz del Cielo que se dejó oír en razón de los convocados: “lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré” (Cf. Jn 12,28). El HIJO está en la misión redentora encomendada por el PADRE, pero no está ajeno a la comunión perfecta con ÉL.

El maná fue una prefiguración

“Este es el PAN bajado del Cielo, no como el que comieron vuestros padres en el desierto y murieron. El que coma de esta PAN vivirá para siempre” (v.52). Nada de lo anterior se parece a lo que JESÚS está ofreciendo. Sólo ÉL es la fuente de la Vida para los hombres. Si el signo del maná revalorizó a Moisés, ¿cuanto más tendrá que resaltar la figura de JESÚS por causa de un alimento que ningún hombre puede dar? JESÚS realizó un número importante de señales milagrosas, curaciones y signos, recogidos por los evangelios; y ninguno de ellos alcanza la grandeza de la presencia del SEÑOR en la EUCARISTÍA. ¿Algún fundador de otra religión hizó algo semejante al milagro permanente de la EUCARISTÍA realizado por JESÚS? Existen otros factores diferenciales entre el Cristianismo y el resto de las religiones, pero el hecho de la Presencia real de JESÚS en este Sacramento es algo definitivo para indicar cuál es la verdadera religión en el sentido estricto del término. ¿Cuál es la religión capaz de “religar” íntimamente al hombre con DIOS como se da a través de la EUCARISTÍA?.

San Pablo, carta a los Efesios 5,15-20

En más de una ocasión recomienda san Pablo acomodar la conducta a todo aquello que “agrada al SEÑOR” El cumplimiento rígido de los preceptos morales por razón del temor a la condenación, rebaja la calidad misma de la acción que es buena en sí misma. A DIOS le agrada todo aquello que nos ayuda o permite crecer como hijos suyos. La Escritura dibuja por así decir, el perfil de DIOS que se muestra Misericordioso y Providente con todos nosotros. No omite la corrección cuando el propio hombre no es capaz de salir del atolladero en el que él mismos se ha metido. Hay mucho que purificar en nuestros corazones, sin necesidad de añadir un lastre mayor. Con infinita paciencia, DIOS espera las determinaciones para trabajar por su reinado en los propios corazones y el ambiente en general. Los vicios, pecados o malos hábitos crean un estado de sopor del que no es fácil salir, y san Pablo recuerda las palabras liberadoras del REDENTOR que cada alma caída debe escuchar de alguna manera: “despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará CRISTO” (v.14). Muchos de aquella comunidad atados por la seducción del pecado, e incapaces de salir por ellos mismos de la oscuridad, encontraron una voz amiga que les trasmitió estas palabras de Vida y Resurrección: “levántate, tú que duermes y CRISTO será tu LUZ”.

La prudencia

“Mirad atentamente cómo vivís, que no sea como imprudentes, sino como Prudentes” (v.15). La prudencia es la virtud que sabe administrar las propias reacciones teniendo en cuenta a los que están alrededor. La prudencia mejora las otras virtudes también necesarias y evita cualquier proceder frívolo que ponga en riesgo aspectos importantes dentro de la convivencia. La prudencia es una virtud para la ponderación de los distintos factores, que entran en juego. Las comunidades cristianas de Éfeso eran minoritarias y podían quedar engullidas por un ambiente muy adverso. Sólo la Gracia y la vigilancia personal podían hacer posible que se completase el camino cristiano recién iniciado. El Evangelio siempre ha sido y será una contestación a las propuestas del mundo, y éstas pueden resultar especialmente seductoras. Tenemos una extraña tendencia a considerar como propio lo que en realidad nos han cedido para ser administrado con prudencia.

Tiempos malos

“Administrando los tiempos presentes, porque los días son malos” (v.16). En aquellos tiempos la media de vida se contaba muy corta, sin que faltasen personas que alcanzaban la ancianidad; pero las enfermedades y las condiciones de vida acortaban el paso por este mundo. Por tanto la advertencia del Apóstol era bien entendida: unos pocos años en este mundo para dar inicio a una eternidad con el SEÑOR, donde ya no reina el dolor, la enfermedad o la muerte. Merecía la pena una cierta ascesis y acomodar la vida presente a las exigencias del Evangelio. Éfeso era un núcleo de población importante con un buen comercio, pero no era el mejor lugar para promover valores evangélicos. Una de las prisiones sufridas por el Apóstol fue en esta ciudad. Tenía motivos para decir, que se estaban viviendo días malos.

Tarea pendiente

“No seáis insensatos, sino comprended cuál es la Voluntad del SEÑOR” (v.17). Nos cuesta agradar al SEÑOR y buscar su Divina Voluntad, por eso el Apóstol lo reitera en estos versículos. La Divina Voluntad se presenta de muchas formas amables, y aplica la corrección cuando de forma contumaz el hombre persiste en la alteración de los principios morales, preceptos o advertencias. En estos versículos aparece el interés principal que DIOS tiene por captar nuestra adhesión por el Amor: el enamorado quiere agradar a la persona a la que ama. Aunque DIOS busca con cada persona individual una alianza de carácter esponsal, puede ser que la mayoría no podamos alcanzar esas cimas que pertenecen a las fases unitivas del alma con DIOS. De forma semejante para la relación con DIOS, que es AMOR (Cf. 1Jn 4,8), viene bien tomar como analogía el sincero Amor fraternal, o el Amor de amistad, con el que forjamos relaciones fructíferas con nuestros semejantes. A una persona a la que le deseamos con sinceridad todo lo mejor, intentamos agradarle. Una actitud similar debiera estar presente en nuestra relación con DIOS. En nosotros puede darse el querer estar cerca de DIOS, pero ÉL se aproxima cuando lo considera oportuno y se deja sentir si nos conviene espiritualmente hablando. Un grave peligro aparece en todos estos asuntos, y se trata del orgullo espiritual. No es fácil para DIOS hacernos favores, concedernos gracias espirituales, y mantenernos en una verdadera actitud de pobreza y humildad.

Llenarse de DIOS

“No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del ESPÍRITU SANTO” (v.18). El mundo interior de las almas es tan complejo, por lo menos, como las manifestaciones externas que aparecen como alicientes a los que se puede aspirar. Sólo el difunto presenta un encefalograma plano, en el que ha cesado toda actividad. Tampoco estamos hechos para un estado interior monocorde durante todo el tiempo. La vida es un derroche de variedad en formas, contenidos y expresiones. No se puede recorrer el camino cristiano, sin tener en cuenta estas cosas y otras similares. La religión no puede venir a arrinconar los sentimientos, ahogar los deseos, desterrar las aspiraciones, anular la alegría o borrar del calendario las celebraciones verdaderamente festivas. Todo lo anterior tiene que cristianizarse verdaderamente, para que la vida con su cúmulo de relaciones concretas adquiera un nuevo valor y orientación. El ser humano necesita encauzar las emociones fuertes, que aparecerán en todo aquel que mantenga un equilibrio personal. La sociedad ha creado en todas las épocas espacios para que las personas expresen mediante el grito o el clamor su rabia o adhesión entusiasta. Dos fenómenos en la actualidad dan cuenta de lo anterior: los conciertos musicales y los eventos deportivos. Estos son ámbitos convencionales donde el individuo se puede desfogar o creer que ha alcanzado el “subidón” de algo inefable. Esas dos formas de éxtasis mundano exceden cualquier cálculo de intención política, aunque los dictadores y los tiranos los puedan utilizar para alienar a los individuos. Hay conflictos interiores en los niveles subconscientes, que se resuelven cuando el individuo los transforma en un grito. Un sucedáneo de lo anterior es el vino en cantidad suficiente para narcotizar la conciencia, con el agravante de enterrar al sujeto paulatinamente en su propia oscuridad. San Pablo propone la alternativa: embriagarse de la presencia del ESPÍRITU SANTO y dejar a un lado todos los atajos que en realidad conducen a ninguna parte.

La alabanza

“Recitad entre vosotros himnos, salmos y cánticos inspirados. Cantad y salmodiad en vuestro corazón al SEÑOR” (v.19). Recapitulamos lo dicho anteriormente con respecto al trabajo personal en relación con la Gracia o el Don de DIOS: la vida cristiana es don y tarea. El ESPÍRITU SANTO nos llena con su fuerza y alegría, si abrimos la boca, alzamos nuestras manos y cantamos con todo el corazón. Si lo hacemos ÉL cumple su parte, de lo contrario permaneceremos en zona de secano, con la aridez anterior y desanimados porque diremos: DIOS no responde a nuestra oración. El libro de los Salmos es una escuela de oración, en la que una de las disciplinas principales es la alabanza. Esta oración se refleja en los Salmos del modo más expresivo posible: todo en el individuo se dispone en actitud de alabar a DIOS. La alabanza propone las maravillas de DIOS en todos los órdenes de la existencia, y llega al vítore o grito de victoria en muchos momentos, ya que YAHVEH es el vencedor siempre que entramos en batalla y ÉL está a nuestro lado. Escatimar la oración de alabanza efusiva e integral en las oraciones comunitarias es una carencia muy grave en la manifestación religiosa del Pueblo de DIOS que no encuentra cauce adecuado para alegrarse con DIOS y gritar de entusiasmo o de dolor. Los Salmos proponen las maravillas de DIOS para ser cantadas y proclamadas. La oración de alabanza grupal es una acción de máximo valor evangelizador, pues declara “aquí y ahora” que el SEÑOR está vivo y presente en medio de la comunidad reunida. ¿Se puede privar a la Iglesia y a la sociedad de un acontecimiento de estas características? Si se hace, ¿en qué pecado de omisión -grave- se está cayendo? Se podría abrir espacios de LUZ en medio de tantas sombras y no se lleva a cabo por prejuicios malsanos, que una religiosidad mediocre mantiene secuestrada. En segundo lugar san Pablo menciona los himnos, que vienen a ser los cantos, en su gran mayoría verdaderamente inspirados por el SEÑOR que bien ejecutados favorecen la creación de un clima espiritual y dan pie a otras manifestaciones del ESPÍRITU SANTO, como palabras de conocimiento, sanaciones o liberaciones, no por la música en sí misma, sino porque el SEÑOR está en medio de la alabanza de su Pueblo. Naturalmente que en ese clima de alabanza aparecen los cantos que el ESPÍRITU SANTO inspira en ese momento para decir con toda rotundidad que ¡el SEÑOR está vivo! ¿Dónde están los obstáculos que están impidiendo todo este caudal de gracias para un Pueblo de DIOS sediento de paz interior, que va a beber a las fuentes podridas del alcohol, las drogas, la pornografía, el juego y todo tipo de orgías para acabar destruidos? ¿Dónde están y quiénes son los escasos, melindrosos, simples, raquíticos, hieráticos impenetrables, amargados de la falsa ortodoxia, que arrancan de la Biblia caprichosamente las páginas que no les gustan? Estos como penitencia tendrían que meditar todos los días durante un mes el Salmo ciento cincuenta.

En el Nombre de JESUCRISTO

“Dad gracias siempre a DIOS PADRE por todo y continuamente, en Nombre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (v.20). Es válida y eficaz nuestra oración, porque se realiza en el Nombre de JESUCRISTO nuestro SEÑOR. ÉL es el CAMINO por donde nos llegan todas las gracias, y la vía de retorno, de todo el agradecimiento manifestado con nuestras acciones y oraciones. Por todo demos gracias al PADRE, también por las dificultades, enfermedades o fracasos, que tampoco sabemos de los males peores que nos han evitado. Un objetivo del cristiano debe estar en la conciencia permanente de estar en la Presencia de DIOS u oración continua. San Pablo refiere en distintos lugares esta actitud orante permanente, que por otra parte es una gracia dada por el SEÑOR, pero en su día el propio SEÑOR lo ilustró con una parábola: “para insistirles en que debían orar en todo lugar y sin interrupción les expuso esta parábola..” (Cf. Lc 18,1ss).

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