Este es el pan de la vida

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XIX Domingo del Tiempo Ordinario

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Continuamos hoy en el Evangelio con el relato del “Pan de vida”. Jesús al identificarse como el “Pan vivo que ha bajado del cielo”, suscita murmuraciones entre los judíos, ya que ellos creían conocer a Jesús y su procedencia, decían: “¿No es éste el hijo de José?

¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre?. Pensarían y dirían: Lo de Dios, no puede venir de una muchacha, no puede venir de un establo, no puede venir del pueblo, no puede venir de un dios “hecho carne y que ha puesto su tienda entre nosotros”. Las murmuraciones son la expresión de la incredulidad, ya que cuando decimos conocer algo, nos cerramos a la novedad. Aquellos judíos se cerraron en la imagen que tenían de Jesús y no permitieron que la novedad de su mensaje transformara sus vidas.

Jesús no se amedrenta ante las murmuraciones, responde a ellas reafirmando con mayor profundidad: “Yo soy el Pan de la vida que ha bajado del cielo, para que quien lo coma no muera”. Jesús comprende y explica el porqué de aquella cerrazón: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado”. Nos deja claro que, ese primer movimiento, esa primera iniciativa viene de Dios; es Dios mismo el que nos atrae y suscita la fe en el interior de la persona, al ser humano le toca responder con esa adhesión al mensaje y a Dios mismo.

Hermanos, muchas veces los planes de Dios no son nuestros planes; cuando los planes de Dios sean los nuestros, entonces habremos comenzado a alimentarnos de la verdad de Dios. Dios entonces es ya nuestro alimento. Cuando las cosas de Dios son nuestras cosas, es porque hemos aprendido a ver todo con ojos de fe. El principal plan de Dios, no es lo que tenemos que hacer, sino la adhesión a Él de manera incondicional que le prestamos. No creemos para hacer cosas, creemos para tener como alimento a Dios, todo lo demás es consecuencia. Dios

no nos manda a Jesús para que sacie momentáneamente nuestra hambre, Dios nos manda a Jesús para ser alimento duradero.

Jesús deja claro que la condición para creer en Él es: “Todo aquel que escucha al Padre y aprende de Él, se acerca a mí. Dos elementos importantes: El tener la capacidad de escuchar al Padre y aprender de Él. Quiere decir que no basta con escuchar la voz de Dios, es necesario “aprender de Él”.

Guiado por el Evangelio, deseo centrarme en estos dos pensamientos:

1°- La murmuración: Se define murmurar como el hablar mal de una persona en voz baja o que no está presente y la murmuración se centra en lo negativo de las personas o en sus acciones. Aquellos fariseos lo hacen con Jesús en voz baja, ya que buscan estar con él para criticarlo y entre ellos hacen resaltar aquellas cosas que parecen negativas de Jesús. Es la actitud en la que podemos caer nosotros al juzgar a los demás desde nuestros criterios, desde nuestra visión o prejuicios. Es resaltar las cosas que parecen negativas a las espaldas del afectado; es criticar en voz baja desacreditando a la persona. Recordemos que Jesús invita a no murmurar: ¿Cuántas veces hemos murmurado de los demás?

¿Cuántas veces juzgamos a los otros desde nuestros criterios o prejuicios? Con la murmuración podemos quitar la fama de alguien y eso es muy difícil de devolver. Por tanto, hermanos, evitemos la murmuración.

2°- Escuchar y aprender: “Todo el que escucha al Padre y aprende de Él, se acerca a mí”. Escuchar no es suficiente, es necesario aprender.

Estamos en la era de la tecnología donde ver y escuchar lo que acontece en el mundo es algo cotidiano y muy normal. Es la era de las comunicaciones; existe un afán por comunicar las cosas, ya que se comunica por las redes sociales todo lo que se hace. Estamos conectados con todo el mundo, pero existe déficit en la capacidad de “escuchar”. Cuesta escuchar al otro, recordemos que escuchar es prestar atención a lo que uno oye, lo cual implica una inclinación de toda la persona para atender a lo que se dice; es involucrar todos los

sentidos para entender y no hacer juicios tempranos; comprender bien para no interpretar.

Hago una atenta invitación a las parejas de esposos, de novios, les digo: “¡Escúchense!”, dense ese espacio para dialogar, tratando de quitar todos los interruptores de la comunicación. Pregúntense: ¿Le comunicas todo a tu pareja? ¿cómo es la comunicación con tu pareja? Papás, escuchen a sus hijos, denles el tiempo necesario y la atención más adecuada cuando quieran compartirles algo. Si no escuchan a quien les habla a un metro de distancia, será difícil escuchar a Dios.

Hijos, escuchen a sus padres, si alguien los quiere y les puede dar un buen consejo, son ellos; si tienen padres ancianos, préstenles toda la atención, escúchenlos, si hacen esto, se les facilitará escuchar a Dios.

El escuchar divino: Si para escuchar al que nos habla fuerte y en nuestro lenguaje, debemos poner todos nuestros sentidos, para escuchar a Dios se requiere más entrenamiento y una dedicación constante. Busquemos un lugar que propicie el silencio, donde podamos sentirnos a gusto y sin ser interrumpidos, apaguemos el celular, hablémosle a Dios y permitamos que Él nos hable, poniendo todos nuestros sentidos para escucharlo.

Recordemos que no basta escuchar a Dios, debemos aprender de Él. Sólo, si lo escuchamos y aprendemos de Él, podremos acercarnos a Jesús, eso lo escuchamos hoy en el Evangelio.

Reflexionemos: ¿Nos damos un espacio para escuchar a Dios o sólo le grito mis quejas? ¿Qué condiciones me han favorecido para escuchar a Dios? ¿Qué he aprendido de Dios? Son interrogantes que debemos hacernos, ya que decimos que estamos cerca de Jesús y su Iglesia, pero,

¿Dios nos atrajo? ¿Cómo nos atrajo Dios? ¿Nos sigue atrayendo? ¿No sólo hemos aprendido, sino también hemos asumido que Jesús en la Eucaristía, Sagrada Comunión, se nos da como: “Pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”?. En este misterio Eucarístico, misterio de amor, el Señor prolonga en cierto modo su capacidad de darse sin límite a los hombres. Alimentémonos siempre de Cristo, “Pan bajado del cielo”.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan