Continuamos leyendo en la liturgia dominical de la Iglesia Católica, el capítulo 6 del evangelio de San Juan, en este domingo leeremos los versos 41 al 51, que están en el centro del discurso sobre el pan de la vida.
Al momento que Jesús revela a los judíos que él es el Pan que ha bajado del cielo, ellos responden con la murmuración. Nuevamente aparece la resistencia de conciliar lo humano con lo divino; a ellos les parece una cosa exagerada y se resisten a creer. Recordemos que la murmuración en el desierto había sido el gran pecado de los israelitas que les llevó a desconfiar de Dios y a probarlo. Ahora otros judíos están delante del hijo de Dios que les está revelando el camino que contiene la vida eterna y nuevamente se resisten a crecer.
Ciertamente esta murmuración, lejos de desanimar a Jesús, lo impulsa dar un paso más en la revelación de su persona; en efecto, él no solo afirma que ha bajado del cielo, que ha venido de parte de Dios y que ha visto al Padre, sino que ahora también afirma que él es el Pan de la Vida. El pan que da la vida eterna, una vida que no se apaga jamás, sino que continúa aún después de la muerte. “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá eternamente”
Jesús especifica además una cosa muy importante. “El pan que yo les daré es mi carne, para la vida del mundo”. Esto significa que lo que alimenta al hombre, no es solo su Palabra, sino en esta afirmación, Jesús hace una clara alusión también al sacramento de la Sagrada Eucaristía. Cristo se hace pan y se dona enteramente (alma y cuerpo), ya que el término griego que usa Jesús, designa a toda la persona.
Existe además en esta revelación, una referencia al sacrificio de la cruz y a toda su existencia que se dona por nosotros. El sacrificio de la cruz es la expresión máxima de la entrega del hijo de Dios; ahí él se ofrece en sacrificio por nosotros; el Padre Dios nos lo entrega como una ofrenda amorosa para salvarnos. En la cruz y sobre todo altar donde se celebra la sagrada Eucaristía, Jesús se entrega por nosotros para que por nuestra parte, nosotros nos convirtamos en un don para los demás.
En efecto, cuando servimos a los demás, demostramos con hechos que Jesús es nuestro Pan de Vida, que él nos alimenta con su cuerpo y con su sangre, con su Espíritu Santo y sus sentimientos.
La sagrada Eucaristía es entonces el sacramento del sacrificio de Cristo; es decir el sacramento que contiene su cuerpo y su sangre entregado para nuestra salvación. Cristo Pan vivo bajado del cielo es nuestro alimento, no para la vida física y natural, sino para la vida espiritual y sobrenatural; Con la sagrada Eucaristía, Cristo nos ofrece la eternidad.