Nuevos tiempos

Éxodo16,2-4.12-15 | Salmo 77 | Efesios 4,17.20-24 | Juan 6,24-35

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Seguiremos comentando el capítulo seis de san Juan sobre la EUCARISTÍA. Cuando JESÚS propuso la doctrina sobre el PAN de VIDA -EUCARISTÍA- la reacción general no se hizo esperar: “¿Quién puede oírlo, duro es este lenguaje?” (Cf. Jn 6,60-69), y dice el texto que un grupo de discípulos desistieron de seguir al MAESTRO, entonces JESÚS se dirigió directamente a los Doce y les preguntó: “¿también vosotros queréis marcharos? A lo que Pedro respondió: SEÑOR, ¿a dónde vamos a ir?, sólo TÚ tienes palabras de Vida Eterna” La Fe en la Nueva Presencia de JESÚS empieza a gestarse en la comunidad básica de los Doce. La Fe en la EUCARISTÍA está en la Iglesia, hasta el punto de coincidir la Iglesia de JESUCRISTO con la Iglesia centrada en la EUCARISTÍA, pues sin ella la Iglesia no encuentra fundamento. El modo eucarístico de estar el SEÑOR en medio de nosotros no es un añadido del que se pueda prescindir. A veinte siglos de distancia de aquella revelación inicial, la presencia de JESÚS en la EUCARISTÍA encuentra seguidores fieles en la mayor parte de las latitudes del planeta. A los mil trescientos millones de católicos, se pueden añadir los doscientos cincuenta millones de ortodoxos, que cuidan con esmero la Presencia Eucarística del SEÑOR. Las iglesias de la Reforma Protestante realizan la Cena del SEÑOR dándole un sentido de recuerdo de lo realizado por JESÚS en la Última Cena, pero prescindiendo de la consideración de la presencia real, cosa lógica, pues entre ellos carecen del ministro ordenado con el sacerdocio ministerial. Pero estos últimos, las iglesias protestantes, participan mediante el rito de la Cena, de la Esperanza Escatológica, que vive en el anhelo de la Segunda Venida del SEÑOR. JESÚS es “el que era, el que es y el que viene” (Cf. Ap 1,8). Para unos y otros, el paso del tiempo lejos de borrar las huellas del SEÑOR en la EUCARISTÍA se vienen acentuando. El último evento eucarístico de Indianápolis, en Estados Unidos, lo reafirma. Decenas de miles de personas acompañaron y adoraron al SEÑOR por las calles, dando un claro testimonio de la Fe en JESUCRISTO, que es el SEÑOR de todo y de todos en particular. Después de los escándalos gravísimos de pederastia en la Iglesia de los Estados Unidos, los obispos han vuelto la mirada hacia JESÚS en la EUCARISTÍA, y la reacción en muchos lugares de la nación no se ha hecho esperar: nuevos católicos se están incorporando a una Iglesia que transmite santidad por encima de todas las deficiencias y pecados de los hombres. El brazo de la Justicia de DIOS se puede detener cuando un número suficiente de creyentes se arrodilla en adoración ante JESÚS EUCARISTÍA. El signo de las actuales predicciones sobre todo tipo de males puede girar y cambiar, si a lo largo del planeta se registra el número suficiente de adoradores al SEÑOR en la EUCARISTÍA. Con una irresponsabilidad que roza lo patológico, escuchamos a líderes políticos hablar con ligereza de una inminente guerra. No es descartable que se busque amedrantar a la población -amagar y no dar-, pero algunas reacciones sólo necesitan que salte la chispa; y ante los conflictos abiertos lo prudente sería establecer negociaciones y condiciones para la pacificación y resolución de los grandes conflictos. El próximo día seis recordaremos como todos los años el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, y la siguiente bomba fue lanzada sobre Nagasaki. Nadie puede asegurar que los misiles nucleares existentes van a quedar como elementos disuasorios, y no ser utilizados ante un conflicto nuclear de baja intensidad.

Una Fe poderosa

La Fe afianzada en la EUCARISTÍA “está presidida por la Caridad” que confiere eficacia a la Fe. Eucaristía en su etimología se aproxima a decir: eu- buena-, charis, gracia. La EUCARISTÍA es la Gracia o don de DIOS por excelencia. No está mal cuando decimos que la EUCARISTÍA es la máxima “Acción de Gracias”, pero es insuficiente, porque en realidad la EUCARISTÍA es el máximo don que viene a nosotros por la infinita Caridad de DIOS mismo. EUCARISTÍA: “eu” -bueno, bien,- “charis” -caridad, don, gracia-. Ante la EUCARISTÍA cabe aceptar el Don de DIOS, que es JESUCRISTO, y viene a nosotros por la acción del ESPÍRITU SANTO -CARIDAD-.  Dice san Pablo: “aunque hablara las lenguas de los Ángeles y de los hombres si no tengo caridad soy como bronce que resuena o címbalo que retiñe; aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de Fe como para trasladar montañas, si no tengo Caridad nada soy” (Cf. 1Cor 13,2). La ciencia espiritual sin Fe es esoterismo; el conocimiento de los misterios sin Fe es ocultismo; el poder para realizar prodigios sin Fe es satanismo. La adoración a la EUCARISTÍA será en cualquier época de la historia la palanca capaz de mover el curso de los acontecimientos y volverlos hacia DIOS. En este momento se necesitan fuerzas muy poderosas que mantengan las riendas de la paz mundial para no hacernos descarrilar por una conflagración mundial, que en pocas horas podría acarrear cientos de millones de muertos. Un gran poder espiritual es necesario para devolver el sentido y valor de la familia, la maternidad y la paternidad. Un gran poder espiritual es necesario para influir positivamente en las élites intelectuales que devuelvan la percepción correcta del ser humano y nos alejen de los delirios transhumanistas, ideología de género y experimentos de transexualismo. Un poder extraordinario debe actuar para devolver el sentido de la masculinidad y la feminidad. Un poder excepcional es necesario para rescatar a millones de personas de la degradación por distintos tipos de adicciones, a los que son inducidos por cárteles criminales. Cuando santa Teresa de Calcuta recibe a mediados de los años cuarenta la revelación particular del SEÑOR para fundar un nuevo instituto religioso y auxiliar a los más pobres, tuvo muy claro desde el comienzo que sus hermanas en la misión tenían que salir a buscar a los desheredados, después de haber tenido una hora de adoración ante el SEÑOR en la EUCARISTÍA y haber participado en la Santa Misa. Esa pauta espiritual era imprescindible para llevar a cabo el milagro diario de hacer llegar la Caridad del SEÑOR a los más necesitados. Estas religiosas dedican diariamente más de una hora a la adoración ante la EUCARISTÍA con días de retiro semanales y anuales. Los nuevos carismas, que siguen surgiendo en la Iglesia mantienen todos este carácter que da la primacía a la adoración a JESÚS en la EUCARISTÍA. Este es el caso de los retiros promovidos por el “camino de Emaús”, que mantienen la adoración durante todo el tiempo de  retiro. Lo mismo ocurre con “Proyecto Amor Conyugal”, las reuniones “Alfa” o las asambleas de la “Renovación Carismática Católica”.

Moisés al frente del Pueblo

Es probable que Moisés al comienzo no lo sepa, pero el Pueblo elegido de DIOS se va a constituir como tal, entre otros factores, en los enfrentamientos que mantienen los hebreos con él mientras caminan por el desierto. El mismo SEÑOR se lo dirá: “ese Pueblo que tú has sacado de Egipto se ha corrompido” (Cf. Ex 32,7). Pareciera que YAHVEH quiere desentenderse de unos individuos, que en repetidas ocasiones son calificados como de “dura cerviz”  (Cf. Ex 32,9). Moisés es la cara visible de la voluntad de DIOS para el Pueblo e ira comprendiendo que en él converge todo lo que DIOS quiere decir a los israelitas, y lo que estos reclaman a DIOS. Los intereses del Pueblo no siempre coinciden en el fondo con la Divina Voluntad, y Moisés tiene que realizar un papel de verdadero intermediario. Como a otros grandes santos del Antiguo Testamento, DIOS provee con dones y fortaleza espiritual en una medida superior a lo normal, pero en ningún caso hasta el punto que el elegido pudiera apreciarse como un superhombre. Pese a lo extraordinario del papel realizado por Moisés, éste siente que sus fuerzas son escasas: independientemente de las protestas y sinrazones del Pueblo, Moisés declara el compromiso adquirido por el propio YAHVEH por el hecho de haber liberado al Pueblo de la esclavitud egipcia: “no vayan a decir los egipcios, que su DIOS sacó al Pueblo al desierto para matarlo y dejarlo morir de hambre” (Cf Ex 32,12). Rehuimos la dificultad, el dolor y el sufrimiento, hasta el punto de formarnos paraísos ficticios, allí donde solo hubo carencias, mediocridad y miseria. Un espejismo: “cualquier tiempo pasado fue mejor”; y bajo este pensamiento anestesiante se enmascara la realidad para dar un rodeo al compromiso presente. En más de una ocasión, los judíos en el desierto le dirán a Moisés que en Egipto vivían muy bien, y no había sido beneficioso sacarlos de allí. En Egipto, decían ellos, abundaban en ollas de carne y otros alimentos. Una tradición extendida entre los judíos vinculaba a Moisés con el “maná” que alimentó al Pueblo durante los cuarenta años. Moisés da de comer al Pueblo y sufre por el Pueblo como una madre que tuviera dolores de parto para traer un hijo al mundo. Repetidamente pide al SEÑOR que tenga entrañas de Misericordia con aquel Pueblo de dura cerviz (Cf. Ex 32,10; Nm 14,12). Ciertamente la actividad de Moisés y el papel realizado por el Pueblo resulta un anticipo de los tiempos mesiánicos dados por JESUCRISTO.

Malestar generalizado

“Toda la comunidad de los israelitas comenzó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto” (Cf. Ex 16,2). Moisés y Aarón quedaban deslegitimados ante el Pueblo después de la protesta generalizada. Todos eran conscientes que Aarón estaba al servicio de Moisés, a quien YAHVEH había encomendado la misión libertadora en primer término. Aarón sería elegido como Sumo Sacerdote con la ayuda de sus hijos para la atención espiritual en la marcha por el desierto. La escena se repetía: el Pueblo respondía a los esfuerzos de Moisés con la descalificación. El tránsito por el desierto no era cómodo y la mayoría se había olvidado de sus oraciones y lamentos por las terribles condiciones de vida a las que los egipcios los habían sometiendo. El objetivo de la opresión a los hebreos era literalmente su extinción, pues el Faraón los consideraba una amenaza (Cf. Ex 1,8ss). Moisés estaba liderando la liberación encomendado por YAHVEH. Inevitablemente el desierto no dispone de grandes comodidades, pero ofrece sendas que facilitan la travesía, y ha sido el SEÑOR quien marcó la ruta a seguir con objeto de hacerles entrega de una Ley y principios religiosos específicos para su condición de Pueblo elegido. La nueva protesta en realidad va dirigida al SEÑOR.

Abundancia ilusoria

“Los israelitas les decían: ojalá hubiéramos muerto a manos de YAHVEH en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos. Vosotros nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea” (v.3). Los ánimos de la gente no podían estar más influenciados negativamente. Lo que podía aparecer como una petición en gran medida justificada, surge como agria acusación. Los israelitas habían visto grandes signos y portentos realizados en Egipto. Las diez plagas registradas por el libro del Éxodo muestran cómo ninguna de ellas afectó al Pueblo elegido, mientras los egipcios eran claramente perjudicados. Hacía poco más de un mes que habían cruzado el Mar Rojo -o de las Cañas-, quedando desaparecidos los perseguidores. El Poder de YAHVEH apareció ante sus ojos con toda claridad y de forma significativa cuando en la noche de Pascua, el SEÑOR pasó haciendo justicia a los israelitas y murieron todos los primogénitos de los egipcios de hombres y animales (Cf. Ex 12,12-13). La sangre del cordero pascual que señalaba las jambas y el dintel de las puertas salvó al Pueblo elegido. Tales signos de predestinación, preferencia y elección, estaban pasando por alto en aquellos momentos de protesta generalizada. Un gran mal nos aqueja con respecto a DIOS: la falta de memoria de todas las gracias y dones por  ÉL dispensados en nuestro favor. Nuestras protestas vienen en gran medida porque no valoramos lo que tenemos como verdadero don de DIOS. En vez de la murmuración generalizada, tendrían que haberse dispuesto masivamente en una oración intensa.

Pese a todo

“YAHVEH dijo a Moisés: mira YO haré llover sobre vosotros “pan del cielo”. El Pueblo saldrá cada día por la porción diaria, así le pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley” (v.4) El pan del cielo, que YAHVEH va a proporcionar tiene la finalidad de alimentar y la de actuar como motivo de cumplimiento de las disposiciones de YAHVEH. Estas condiciones para la obtención del alimento diario son sencillas: cada día se recogerá la porción diaria, ni más ni menos. El sexto día se recogerá el doble, pues el séptimo no habrá “pan del cielo” -maná-. Parece que la media utilizada para recoger el maná era un “gómer” -aproximadamente un kilo-; y quien al principio cogía más cantidad de la debida se le agusanaba y echaba a perder. Moisés siguió hablando al Pueblo: “esta tarde sabréis que es YAHVEH quien os ha sacado de Egipto; y por la mañana veréis la gloria de YAHVEH, porque ha oído vuestras murmuraciones” (v.7). Por la tarde las bandadas de codornices se posaron cerca del campamento y los israelitas pudieron hacer acopio de carne. Por la mañana, apareció el “maná” como una escarcha fina, que podían recoger antes que el sol calentase. En estos versículos Moisés insiste varias veces que YAHVEH ha oído las murmuraciones, pues ellos, Moisés y Aarón, no son nadie que pueda resolver una exigencia de ese tipo. El propio SEÑOR se va a manifestar ante la protesta del Pueblo.

Condescendencia divina

“Dice YAHVEH: he oído las murmuraciones del pueblo. Diles, al atardecer comeréis carne y por la mañana os saciaréis de pan; y así sabréis que YO SOY YAHVEH-vuestro DIOS” (v.12). En estos versículos del capítulo dieciséis, observamos que el SEÑOR tiene infinita paciencia con su Pueblo y cada uno de sus hijos. San Pablo establece un criterio para considerar la propia distancia que mantenemos con el SEÑOR: “si morimos con ÉL, viviremos con ÉL; si sufrimos con ÉL reinaremos con ÉL; si lo negamos ÉL nos negará; si somos infieles, ÉL permanece fiel, porque no puede negarse a SÍ mismo” (Cf. 2Tm 2,13). La murmuración queda en el rango de la infidelidad, pero no llega a la negación, ante la que el SEÑOR ve cómo se bloquea la acción de su Amor hacia el hombre concreto. Esta cita de san Pablo alcanza todo su contenido en el Nuevo Testamento, porque sólo unidos a JESUCRISTO morimos o sufrimos verdaderamente con el SEÑOR, porque ÉL se hizo uno de nosotros. Las negaciones en el Antiguo Testamento tenían un carácter más limitado y parcial. El Pueblo se pronunciará con notable oposición al SEÑOR en el caso de la fabricación del becerro de oro (Cf. Ex 32,4-6); o el episodio de la vuelta de los exploradores informando sobre la Tierra Prometida (Cf. Nm 13). La Promesa de la Tierra entraba de forma prioritaria en los planes de DIOS y la negación a poseerla significaba un acto de verdadera rebelión. No obstante, en ese punto, el SEÑOR mediante Moisés vuelve a tener consideración del Pueblo y le concede una demora de cuarenta años, para que su alma se vaya moldeando al carácter de Pueblo elegido, que está en el mundo para difundir a todos los hombres la religión del único DIOS.

Codornices y maná

“Aquella misma tarde vinieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío en torno al campamento. Moisés les dijo: este es el pan que el SEÑOR os da como alimento” (v.13.15). La señal o el milagro responde a la oportunidad de los fenómenos naturales que tienen lugar en el momento preciso para remediar el hambre de varios miles de personas. El libro de Números descarga la protesta por parte de los israelitas y señala a los de otras procedencias, que habían salido con ellos de Egipto como los instigadores de la rebeldía. Pero todos mostraron al final una avidez desmesurada por las codornices, que durante un mes pudieron cazar y comer hasta la náusea (Cf. Nm 11,4-35). Para los israelitas el maná quedó como alimento procurado de forma especial por la intervención de Moisés, que venía del Cielo. En cuanto que resultó Providencial, aquel alimento ciertamente venía del Cielo y el SEÑOR YAHVEH tenía todo el protagonismo. No es buena la mentalidad moderna que destierra a DIOS de todo lo que acontece al hombre, manteniendo como causas últimas la ciencia, la técnica y las escasas leyes conocidas de la naturaleza. Al hombre “moderno” le parece que el SEÑOR de todas las leyes que rigen la física, química y biología, no tiene nada que hacer o decir en la vida de los hombres. El remate de la idiotez se alcanza cuando se dice que la Naturaleza se dio las leyes que la rigen a sí misma.

Buscando a JESÚS

Este capítulo seis de san Juan sobre el PAN de VIDA recoge una de las manifestaciones capitales del LOGOS, que es buscado por los discípulos y las gentes en general. La PALABRA -LOGOS- realiza ante los ojos de una multitud un signo que puede ser interpretado de mesiánico por todos los participantes: el pan diario se multiplica para dar de comer a la multitud en un lugar descampado, donde el árido desierto se cambia por la verde pradera, en tiempo de primavera, pues se acercaba la Pascua. El preámbulo al discurso del PAN de VIDA viene dado por el signo de la multiplicación de los panes y los peces, la retirada de JESÚS a la montaña para no ser confundido con un mesías político, el prodigio de caminar sobre las aguas del lago en presencia de sus discípulos, y la búsqueda de un grupo amplio de gente, a la que se le cambia el escenario del día anterior: “cuando la gente vio, que JESÚS no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaum en busca de JESÚS” (v.24). Parece que el grupo de personas que busca a JESÚS al día siguiente es bastante más reducido que los miles del día anterior. Ahora son unas barcas las que se desplazan al lugar del día anterior, que pudiera estar en la parte más oriental del lago. Por los versículos anteriores, JESÚS con discípulos habían llegado a Cafarnaum antes incluso que aquellas gentes emprendieran temprano la navegación para encontrarse con JESÚS. Por los sinópticos deducimos que JESÚS se encuentra con su discípulos en la tercera o cuarta vigilia de la noche, cuando va caminando sobre el mar (v.19); y al punto se vieron donde se dirigían (v.21). Los evangelistas, lo mismo que Juan, nos hablan de JESÚS enseñando a orillas del mar de Galilea, y es en este punto que lo encuentran los que vuelven del lugar de la multiplicación de los panes y los peces.

Encontrar, pero no controlar

“Al encontrarlo a la orilla del Mar le preguntaron: “RABBÍ, ¿cuándo has venido aquí?” (v.25) En los evangelios y de forma especial en san Juan, JESÚS marca a las gentes sus tiempos y espacios propios. A JESÚS se le puede encontrar pero nunca controlar. ÉL tiene dominio perfecto sobre el modo de aparecer ante las gentes incluidos sus discípulos: “no tengáis miedo SOY YO”, (v.20), les dice a estos cuando camina sobre las aguas. No son ellos los que pueden proteger al MAESTRO, sino que es ÉL quien está velando por ellos. Para el resto de las gentes, JESÚS se hace presente cuando ÉL lo considera oportuno. De hecho a la pregunta, ¿cuándo has llegado aquí?, JESÚS no responde, sino que va directamente a la cuestión de fondo, que puede moverlo a ÉL a dejarse encontrar. El hombre puede buscar por distintos motivos y las multitudes entusiasmadas se comportan en determinados momentos como un solo hombre, pero JESÚS ejerce entonces su labor como MAESTRO y corrige los motivos de la búsqueda. Para aquellos madrugadores la afirmación de JESÚS pudo resultar un verdadero jarro de agua fría: “me buscáis no porque hayáis visto signos, sino porque habéis comido pan hasta saciaros” (v.26).

La búsqueda de JESÚS

El encuentro con JESÚS está en razón de la condición interior por la que se realiza la búsqueda. Uno de los grandes males de nuestro tiempo es la indiferencia hacia DIOS. A un número amplio de personas dentro de nuestra Civilización occidental no le importa la cuestión sobre DIOS o JESUCRISTO. Los versículos del presente evangelio marcan un estadio superior, pero todavía insuficiente: los presentes mantienen de momento una gran motivación por encontrar a JESÚS, porque el día anterior comieron pan y pescado hasta saciarse, cosa que muchos hacía meses que no les sucedía. El estómago estaba nublando la conciencia, y no estaba lúcida para ver el signo mesiánico con carácter espiritual y no político. El signo trasciende la materialidad de un pan multiplicado que satisface el hambre, aunque tal cosa en sí misma en absoluto sea despreciable. Hay que arreglar el problema del hambre y la miseria, pero ese no es el objeto directo de JESÚS, que se establece en este mundo como ENVIADO del PADRE para dar a conocer el perdón de los pecados y la reconciliación con DIOS.

Una nueva tarea

“Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece y da la Vida Eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a ÉSTE, el PADRE DIOS ha marcado con su SELLO” (v.27). Como un nuevo mandamiento de carácter sapiencial, JESÚS nos dice: “trabajad no tanto por el alimento que perece, sino por el alimento que el Hijo del hombre os dará para la Vida Eterna…” Suponemos que toda dádiva divina es recibida cuando es aceptada, sin otro requisito; pero JESÚS aquí añade algo a tener muy presente: el trabajo personal por crear las condiciones apropiadas para recibir el don DIOS. La metáfora del trabajo en el campo ilustra con precisión. El labriego, el hortelano o el campesino conoce el campo y lo trabaja con esmero. Es un trabajo duro y en ocasiones muy ingrato, pues después de haber realizado todas las labores con gran esfuerzo la cosecha no se logra, por causa de plagas o anomalías climáticas. El trabajo duro o concienzudo en el campo espiritual va a ser recompensado, pero no siempre los resultados serán los esperados, porque todo obedece a nuestro mayor provecho según DIOS, y esto último es un factor que nosotros no controlamos. La Fe es el factor primordial en todo el trabajo o proceso. JESÚS les empieza a decir a los judíos reunidos, que esperen la aparición de un nuevo alimento para la Vida Eterna, por el que deberán trabajar, o lo que es lo mismo, dedicarle tiempo y esfuerzo. De nuevo nos ratifica la doctrina de san Pablo: “uno es el que planta, otro el que riega; pero es DIOS el que da el crecimiento” (Cf. 1Cor 3,6-9). JESÚS les dice que ÉL les va a dar un alimento, pero todavía no aclara que el alimento dado por ÉL será su misma persona sacramentalizada en el PAN de VIDA. Sin embargo todo lo que ÉL va a exponer tiene el aval del PADRE, que acredita al HIJO con su propio sello, el ESPÍRITU SANTO. La densidad de la doctrina eucarística es la misma que la perteneciente al Misterio de DIOS. Nada en el Antiguo Testamento hacía pensar en la EUCARISTÍA como modo de quedarse el HIJO entre nosotros para alimento de su Pueblo.

Trabajar, ¿para qué?

“Ellos le dijeron: ¿Qué hemos de hacer para hacer las obras de DIOS? JESÚS les respondió: la obra de DIOS es que creáis en el que ÉL ha enviado” (v.28-29). Una nueva tarea se abre para los judíos y también a los discípulos, que de no llevarla a cabo el resultado tendrá rasgos dramáticos. Los judíos creen encontrar Vida Eterna en las Escrituras (Cf. Jn 5,39); y están en lo cierto, pero tienen que ampliar en esa búsqueda o trabajo a la identificación del MESÍAS en coincidencia con su persona. No basta la letra de la Escritura, pero las obras realizadas por JESÚS muestran una señal inequívoca de estar enviado por DIOS, y por tanto sus palabras deben ser atendidas. Nicodemo lo confirmó: “nadie puede hacer las obras que TÚ haces, si DIOS no está con ÉL” (Cf. Jn 3,2). JESÚS no propone una Fe absolutamente ciega, sino una Fe fundamentada en la búsqueda personal y la Gracia de DIOS. En este sentido, las cosas no han cambiado. Para nosotros es el mandato de trabajar para reconocer a JESÚS como el único SALVADOR. Es un don que recibimos mediante la Iglesia, y la barrera de la indeferencia es superable a condición de un cierto movimiento personal de búsqueda.

Pidiendo una señal

“¿Qué señal haces, para que viéndola creamos en ti?, ¿qué obra realizas? (v.30). Al comienzo del capítulo san Juan nos informa que la gente lo seguía, porque veían las señales que realizaba en los enfermos” (Cf. Jn 6,2); sin embargo este grupo de personas le pide un signo que garantice su condición de MESÍAS. Se establece el binomio ver-creer, “para que veamos y creamos”. La cosa no resulta de esa forma causa-efecto. Los presentes allí en Cafarnaum si no estuvieron el día anterior presencialmente en la multiplicación de los panes y los peces, tenemos que deducir su información precisa del hecho; por tanto algo “habían visto” y ahora se esforzaban en dar rodeos para no reconocer a JESÚS. Ellos mismos lo aclaran en el siguiente versículo: “nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: pan del Cielo les dio a comer Moisés” (v.31). Una corriente rabínica vinculaba de forma especial a Moisés con el maná dispensado en el desierto como alimento durante los cuarenta años, antes de entrar en la Tierra Prometida. Con este precedente tendría que haber sido fácil reconocer a JESÚS como el Nuevo Moisés después de la multiplicación de los panes y los peces el día anterior. Esta multiplicación tenía una clara significación mesiánica, pues el signo encerraba todos los elementos espirituales que sólo el MESÍAS podía traer al mundo.

El verdadero Pan del Cielo

“JESÚS les respondió: en verdad, en verdad os digo, no fue Moisés quien os dio Pan del Cielo, es mi PADRE el que os da el verdadero PAN del Cielo; porque el PAN de DIOS es el que baja del Cielo y da la Vida al mundo” (v.33-34). Los Cielos se abrieron con la Encarnación y una Nueva Vida entró en el mundo. Desde entonces la Creación no es la misma que en el momento en que salió de las manos de DIOS. De forma implícita, JESÚS declara que el orden natural de las cosas no es suficiente. No es poca cosa el milagro de la vida natural, pero el mundo de los hombres está dispuesto para entrar en comunión con una vida superior al estado natural de las cosas. La Nueva Vida es una oferta dada a todos los hombres, y es el HIJO enviado por el PADRE, el que de diversas formas infundirá una Nueva Vida a los hombres. La forma más excelente que el HIJO da a los hombres es la EUCARISTÍA, pero tal cosa es un punto álgido de la revelación.

Despertando el hambre de DIOS

“Entonces le dijeron: SEÑOR, danos siempre de ese PAN” (v.34). Entre los presentes había corazones bien dispuestos como el de la samaritana, que le dice a JESÚS: “dame de esa agua” (Cf. Jn 4,15). Aquella agua que saciaría la sed para siempre y se convertiría en un surtidor que alcanzaría la Vida Eterna. Con el PAN para la nueva Vida o la Vida Eterna tenemos los mismos resultados. La Palabra de JESÚS está creando en algunos corazones la necesidad verdadera de ese nuevo PAN. Otros, sin embargo mantendrá su escepticismo hasta el final y se privarán del único alimento que verdaderamente baja del Cielo para ser consumido por los hombres. Tal es la excelencia de este Sacramento, que la Iglesia lo prescribe como obligatorio una vez en el año; muy recomendable todos los domingos celebrando al mismo tiempo la Resurrección del SEÑOR; y de forma excepcional diariamente con un carácter expiatorio o de intercesión por los vivos y los difuntos. Algunos santos afirman que todas las obras de piedad no llegan a la eficacia de espiritual de la presencia real de JESÚS en la EUCARISTÍA.

San Pablo, carta a los Efesios 4,17,20-24

Dos objetivos principales se repiten en esta carta: la edificación del Cuerpo de CRISTO, siendo ÉL Cabeza del mismo, y la adquisición personal de la madurez en CRISTO, para lo que hemos de ser revestidos de todas aquellas gracias obtenidas por el SEÑOR para todos nosotros. El objetivo fundamental del bautizado es la “cristificación” o transformación gradual de la propia condición en la santa humanidad de CRISTO, que un día nos glorificará: “somos ciudadanos del Cielo de donde esperamos como SALVADOR a nuestro SEÑOR JESUCRISTO, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del Poder que tiene para someter a SÍ todas las cosas” Cf. Flp 3,20-21). El destino último señala los comienzos y los procesos adecuados para alcanzar el resultado final. El propio perfeccionamiento está en la plenitud de CRISTO en cada uno. Esta es la imagen que el PADRE quiere ver en cada uno de sus hijos: somos imagen y semejanza suya en su HIJO. Dice el Apóstol en Efesios: “hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de CRISTO” (v.13).

La urgencia del bien y la virtud

“Os digo esto y os conjuro en el SEÑOR, que no viváis ya como viven los gentiles según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la Vida de DIOS” (v.17-18). San Pablo formula la exhortación pidiendo un compromiso de juramento a los que van dirigidas estas palabras. Es como el vigía que advierte a la tripulación del riesgo inminente por el que todos habrán de pasar, si no se mantiene o cambia la dirección de la nave. Una mente vacía de virtud sólo puede formular muerte y desolación. Lo contrario es una mente basada en la virtud, que tendrá aspiraciones de Vida en CRISTO y Esperanza de una Vida Bienaventurada. En realidad la mente nunca está vacía: o la llena el ESPÍRITU de DIOS, o por el contrario se llena con el espíritu del mundo. Igual que no podemos dejar de respirar, nuestra mente se alimenta de pensamientos incesantes.

Doctrina y enseñanza

”No es éste el CRISTO que vosotros habéis aprendido” (v.20). San Pablo contrapone el proceder de los que no tienen a CRISTO como MAESTRO y ejemplo, con aquellos que recibieron por su medio la doctrina correcta para una vida en el SEÑOR. No se puede vaciar el seguimiento de CRISTO de una moral específica, como si la conducta no estuviera condicionando la unión o separación de CRISTO.

Enseñanza cristiana

”Vosotros habéis sido enseñados conforme a la Verdad de JESÚS, a despojaros en cuanto a vuestra vida anterior del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias” (v.21-22). El hombre concupiscente es el que está afectado por el pecado y se deja arrastrar por él. La pugna entre el hombre viejo y el hombre nuevo en CRISTO puede estar instalada en el corazón de cada persona en este mundo. De hecho san Pablo lo refiere con toda vivacidad y gravedad en la carta a los Romanos cuando habla de lo que quiere de bueno y no hace, porque lleva consigo un cuerpo de muerte (Cf. Rm 7,14-15). Siempre la Gracia vendrá en ayuda de todo aquel que incluso caído manifiesta voluntad de levantarse y seguir adelante. Alguien caído no es una persona vencida, sino uno que está en condiciones de clamar al SEÑOR para ser rehabilitado. Cuando san Pablo escribe estas cosas nos dice también a nosotros, que en los comienzos tampoco se trazó un camino de rosas, sino que había cristianos fieles y otros que no estaban aprovechado la Gracia debidamente, y era necesaria la exhortación del Apóstol.

Un nuevo revestimiento

“Revestíos del hombre nuevo creado según DIOS en la Justicia y en la santidad de la Verdad” (v.24). San Pablo recurre al término “revestirse” con mucha frecuencia para hablar de la nueva condición cristiana que viene por la acción de la Gracia. Revestidos con dones, carismas y virtudes. Estas últimas exigen una colaboración personal bien definida. La virtud tiene algo de don y gracia, pero se afianza en un camino de ejercicio de la misma. Nos revisten las virtudes que hayamos cultivado también por Gracia de DIOS, que nos concede tal posibilidad. El hombre nuevo en CRISTO tiene por delante un mundo de realizaciones que se basan en la Caridad de CRISTO. El cristiano puede hacer realidad las palabras del SEÑOR: “quien tenga sed, que venga a MÍ y beba, pues de su interior manarán fuentes de Agua Viva -se refería a todos los que habrían de recibir el ESPÍRITU SANTO después de su Resurrección- (Cf. Jn 7,37).

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