La vida se pasa rápido y se acaba pronto…

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El evangelio de este domingo nos sitúa en el milagro que Jesús hace de multiplicar los panes. Después del milagro, Jesús no se queda a cosechar aplausos y reconocimientos, sino que, por el contrario, huye de la fama y se va la otra orilla del lago donde sus discípulos y la gente lo van a buscar.

Cuando lo encuentran, Jesús les hace un amargo reproche: “Ustedes me andan buscando porque comieron de los panes hasta saciarse” y les hace una serie advertencia: “Ustedes no trabajen por el pan que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna”.

Jesús da en el clavo ¿Cuántas horas dedicas al día, al trabajo, para adquirir esos bienes del alimento la comodidad y el placer? Ahora bien, piensa cuánto tiempo le dedicas al otro trabajo, al espiritual, a la oración personal o, por lo menos, ir a misa los domingos, a la práctica de la caridad con los más necesitados. ¿Cuánto tiempo dedicas? Haz tus cuentas y saca tus conclusiones y si eres sincero tendrás que reconocer que no estás trabajando, ya no digamos lo suficiente, sino ni siquiera lo mínimo para que puedas salvarte.

Debes tener muy presente que aquí la vida se pasa rápido y se acaba pronto, mientras que la otra vida será eterna, no tendrá fin, por lo que debes cambiar el orden de tus prioridades y, como dice Jesús, empezar a preocuparte y trabajar arduamente por la vida que no se acaba.

En otro pasaje, Jesús nos dice: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” ¿De qué te sirve acumular bienes si nada de lo que tienes te lo llevarás? Porque el que acumula para sí, acumula para otros que no les ha costado y dilapidarán lo que tú, con tanto sacrificio y esfuerzo, juntaste.

La trampa está en invertir el orden de las cosas y perder de vista que los bienes están a nuestro servicio y no nosotros al servicio de los bienes, en desgastarnos por cosas materiales y descuidar lo más importante que son las espirituales.

“Señor Jesús, apiádate de mí que vivo ciego, que no logro ver más allá de las cosas materiales- Mi preocupación está en esta vida terrena y sus necesidades, pero me olvido de lo más importante, de mi salvación eterna. Trabajo mucho por tener para disfrutar, para asegurarme, pero me olvido de amarte a ti sobre todas las cosas, dedicar tiempo a mi familia, de compartir con los más necesitados. Ayúdame a vencer esta ceguera, que tu palabra penetre lo más profundo de mi alma para que pueda comprender qué es lo realmente importante en la vida y saber ser una persona equilibrada, responsable con esta vida y mis obligaciones temporales, pero con la mirada puesta en el cielo donde me esperas tú. Que nada ni nadie me ate a esta Tierra, que te mires solo a ti y espere con ansia ir a gozar un día de la vida eterna que solo tú, en tu gran misericordia, me puedes dar”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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