Que la figura del cuidador de perros ya es ridícula en sí misma es un hecho. Hemos oído que hay quienes fingen celebraciones de bodas entre perros.
¿Y qué podemos decir de que en algunos parques también hay trenes para perros para tenerlos “entretenidos”?
Pero maravillémonos hasta cierto punto: en tiempos de decadencia, esto y más…
Si realmente no estamos al nivel de los senadores a caballo (ver Calígula), todavía estamos al nivel de reconocer el sufrimiento incluso de las langostas, lo cual no es poca cosa.
Desde hace algún tiempo existen también cuidadores de perros, o más bien cuidadores de perros para bodas, que entrenan a los perros para que lleven los anillos de boda a los novios.
En definitiva, primero los anillos de boda los llevaban los testigos, luego, con el matrimonio precedido de la libertad sexual, ha llegado la hora de los hijos, ahora que no tienes hijos, ha llegado la hora de los perros. Dijimos: tiempo de decadencia.
Lea esta interesante cita, que, como dicen, cae como queso sobre los macarrones:
Vagando por Roma, el Emperador vio a unos extranjeros que llevaban en brazos perritos y otros animales pequeños, cubriéndolos con persuasiones.
Entonces Augusto se acercó y preguntó si en su país las mujeres no daban a luz a niños: así advirtió a quienes derraman sobre los animales esa necesidad instintiva de afecto que es innata en nosotros, pero que debemos reservar para nuestros semejantes.» (Plutarco, Peric. 1,1-2)
Por CORRADO GNERRE.
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