Rumores en los sacros palacios

Editorial ACN Nº125

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Las progresivas restricciones a la celebración de la liturgia llamada tradicional o de Pío V, suscitaron un efervescente movimiento a través de redes y sitios que demandaron al Papa “detener” un desconocido decreto que daría al traste con la tradición.

A esto se sumó una carta del cardenal arzobispo emérito de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, quien apostando también a los rumores en los sacros palacios, solicitó al Papa detener el imaginario documento y no permitir la supresión de la amada liturgia, carta respaldada por “líderes” católicos quienes también cerraron filas en esta manifestación virtual que, hábilmente maniobrada, ahora supone un triunfo que detuvo la publicación del decreto.

Pero los rumores de los sacros palacios no tuvieron origen ni en el Vaticano, el Papa o los dicasterios. Debido a un blog, la noticia acerca de la inminente desaparición y de reducir a los tradicionalistas a guetos litúrgicos fue el chispazo que provocó un artificial incendio y polarizaciones que dieron, de inmediato, qué decir.

Se sabe muy bien de las restricciones al antiguo ordo litúrgico que han desplazado una tradición litúrgica. En México, son pocas las comunidades católicas unidas al Papa que celebran en latín en defensa de la “sana doctrina y de la tradición”, pero sus miembros no son menos importantes. Identificados con grupos pudientes y líderes de opinión, su influencia tiene un impacto en esos círculos que no trasciende más allá, hacia los católicos de a pie que, en sí, desconocen y en nada les importa la misa en latín o en español, la de Pío V o la de Paulo VI.

Lo cierto es que ese movimiento se envuelve en la bandera de la tradición creyendo que el ordo de Pío V es mejor a cualquier otro porque de esa forma celebraron los antiguos padres en la fe, los mártires y todos los santos.

Por otro lado, esas discusiones tienen algo que dejan de lado. Un altísimo porcentaje de la población católica celebra la liturgia de Paulo VI y sin extrañar la parafernalia del vetus ordo, sencillamente porque no nacieron en ella. Y los viejos, apenas recuerdan cuando el padrecito rezaba de espaldas al pueblo, mientras las rezanderas se dedicaban a las cuentas del rosario “escuchando” un lenguaje desconocido, místico y sin significado.

Es loable un movimiento que quiere cuidar la tradición, pero su causa tiene un riesgo que debe llamar la atención: Se hace ideología desencarnada. Y cuando eso sucede, prima la forma y los ritos, la insensibilidad del símbolo sin significado, el candor del idioma místico por encima del mensaje de salvación, la Iglesia de elegidos, por encima del Pueblo santo de Dios sin que esto sea nefasto populismo.

Es respetable esa intención, pero muchos más ven con desgracia cómo el ordo del Concilio Vaticano II se ha degradado y caído al punto de la banalización. Y de eso deberíamos preocuparnos todos porque el mal, disfrazado de “buena intención”, ha tocado de muerte este patrimonio y tradición de fe. Nadie dirige una carta ni hay uniones de intelectuales o lideres de opinión alzando la voz ante la degradación de la misa como todos la celebran. La vida sin el vetus ordo sigue…  Y los rumores en los sacros palacios no tuvieron fundamento.

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