Cardenal se aparta de su función pastoral de enseñar la fe

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Los católicos nos asombramos cuando el pecado o la inclinación al pecado es el estandarte de algunos pastores, cuando la ideología se predica desde el púlpito y cuando el comportamiento de los pastores es la antesala del abuso o sinónimo de delito.

En Perú, por ejemplo, se ha pasado de estar al servicio de los fieles «a convertirse en una especie de centro de recaudación de dinero para fines indebidos», ordenado por el devoto de la Pachamama y activista prohomosexual Carlos Gustavo Castillo, a quien Francisco nombró arzobispo de Lima en enero de 2019 y cardenal en diciembre de 2024.

Monseñor Carlos Gustavo Castillo se ha visto envuelto en múltiples polémicas, que han generado, incluso, manifestaciones públicas de fieles católicos, demandando que se retracte de sus declaraciones. En una ponencia del 7 de enero de 2020, el ahora cardenal Catillo dijo que «nadie se convierte con el Sagrario«.

Y en septiembre de 2020, en plena pandemia de coronavirus, monseñor Castillo ordenó que los sacerdotes no debían ingresar a las casas de los enfermos para administrarles la Comunión, sino que tenían que entregar la hostia consagrada «en la puerta de la casa, a un miembro idóneo de la familia» para que este administre la Eucaristía. Esto generó gran molestia entre los católicos.

Según Cralos Gonzales, este prelado ha iniciado su obra de destrucción con una triple estrategia:

(1) Es un activista político de una ideología de izquierda que predica el odio.
(2) Se aparta de su función pastoral de enseñar la fe.
(3) Quiere que las parroquias le paguen más dinero.

De esta manera, Carlos Castillo no construye, destruye, no une, divide, escribe Gonzales: «Nunca en la historia cardenalicia del país un pastor ha sido tan poco católico en su integridad (mensaje, actitud, palabras, cercanía y carisma)».

Gonzales expresa su asombro ante el intento de Castillo de obligar a las parroquias «a financiar un regalo para sí mismo».

Le asombra el «uso anticristiano que Castillo hace de la casa del Señor», su silencio cuando sube al púlpito y «no habla a los feligreses, sino a los medios de desinformación».

Castillo ve a la Iglesia como un «partido político de postín marxista», que utiliza el lenguaje de la izquierda caviar.

Pero «la Iglesia no es su feudo, ni su trampolín», recuerda González al prelado.

Por CARLOS GONZÁLEZ.

LIMA, PERÚ.

MINUTO DIGITAL/ESNEWS.

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